Por Carlos J. López Rayward
En la gala de inauguración de la temporada 2023-24 del Carnegie Hall, el director de orquesta italiano Riccardo Muti condujo a la Chicago Symphony Orchestra (CSO) en un programa centrado en obras célebres del romanticismo ruso.

El éxito fue inapelable en un concierto en el que el público del Carnegie Hall pudo atestiguar lo que ya temían: que las orquestas de Nueva York no son las mejores de Estados Unidos.
En una velada sin descanso, diseñada para agasajar antes y después de la música a los generosos mecenas del Carnegie, pudimos disfrutar de una arrebatadora versión del Concierto para Violín Op. 35 de Tchaikovsky, con la intervención del heurístico violinista griego Leonidas Kavakos; y la suite Cuadros en una exposición de Modest Mussorgsky (1874) en la ya canónica orquestación de Maurice Ravel (1922).
Kavakos toca el stradivarius ¨Willemotte¨, una de las últimas joyas salidas del taller del lutier italiano. El instrumento, de una pulpa sonora extraordinaria, parece tener voz propia, pero Kavakos se adueña de él para crear una música siempre personalísima y estimulante, a veces al borde del estilo.

Por su parte, Muti y los maestros de la CSO le dieron la réplica de manera lujosa, siguiendo el ritmo endiablado que marcaba el virtuosismo de Leonidas Kavakos. Vimos a los chelos infalibles, y a las flautas especialmente atentas. Pese a la gran velocidad de todos los movimientos – no hubo ni moderato ni andante – Muti consiguió aportar equilibrio y sentido. El italiano dejó que la orquesta se engolfara en su opulencia, buen negativo de un Kavakos que sabe hacer cantar al violín, en un efecto tan impactante que hasta el entendido público del Carnegie interrumpió con aplausos el silencio entre el primer y el segundo movimiento.
El programa pictórico que pintó Mussorgsky para inmortalizar con su música los cuadros de Victor Hartmann resultó la pieza perfecta para desplegar todas las prestaciones de la Chicago Symphony. De nuevo, los oboes, clarinetes y flautas fueron protagonistas, con intervenciones que mantuvieron al público al borde de sus asientos.
Muti, con su estilo humano y directo, atacó el centro de la música, y dejó pasar las oportunidades más líricas, con una línea orquestal afiladísima y sin concesiones líricas, centrada en la exploración sonora. El Carnegie Hall recogió inflamado el torrente orquestal, que resultaba apabullante por momentos.
Quizás echamos de menos más legato en la última página del ciclo, La Gran Puerta de Kiev, que no obstante sonó muy épica y emocionante, inebitable como era abstraerse del recuerdo de la guerra de Ucrania.

La agradecida ovación del público de Nueva York se vio correspondida con la ansiada dosis de lirismo: una ligada y sentida versión del Intermezzo de la ópera ¨Fedora¨ de Umberto Giordano. Una propina que dejó patentes tanto la ductilidad de la CSO como la maestría operística de Muti, e hizo suspirar en especial a los habituales de la Metropolitan Opera.
La temporada del Carnegie Hall 2023-24 llegará a los 170 conciertos, un número similar a temporadas anteriores a la pandemia. Algunos de los alicientes de este año que comienza son Daniel Barenboim con la Staatskapelle de Berlin en el ciclo completo de sinfonías de Brahms, el debut Sir Simon Rattle en el Carnegie Hall como direcor principal o los estrenos de obras como Concertante for Two Double Bass Soloists with String Orchestra de Foley, The Triumph of the Octagon de Philip Glass, que representará por vez primera en NY.
Nueva York (Carnegie Hall), 4 de octubre de 2023. Chicago Symphony Orchestra. Riccardo Muti, director. Leonidas Kavakos, violín.
Obras de Pyotr Ilyich Tchaikovsky, Modest Mussorgsky y Umberto Giordano.