RIENZI (R. WAGNER)

RIENZI (R. WAGNER)


Théâtre du Capitole de Toulouse. 7 Octubre 2012 José M. Irurzun


Hace unos días, y en referencia a Boris Godunov, mencionaba la necesidad de hablar de la versión ofrecida. Algo parecido ocurre con Reinzi. No es que haya que referirse a la versión, ya que no existe más que una, si bien la partitura original se perdió en el bunker de Hitler,  pero sí a los cortes que se hayan ofrecido en la representación. Entre la versión registrada por Edward Downes en 1967 y la ofrecida en Berlín hace ahora dos años hay algo más  dos horas de música. Generalmente, suelo estar del lado de los defensores de las versiones integrales, pero considero que en Rienzi hay auténtica necesidad de hacer cortes importantes. En primer lugar, el libreto de Richard Wagner tiene poca fuerza dramática o, si o prefieren, se repite mucho en los 3 primeros actos. Por otro lado, la música tiene sus momentos de interés, pero tampoco es digna de estar presente en la Antología de la Ópera.


Esta “versión” de Rienzi ha sido muy similar a la ofrecida en concierto en el Teatro Real el año pasado, más completa que la de Berlín y muy alejada de la mencionada anteriormente de Edward Downes.


Escena.

El Capitole ha ofrecido una nueva producción con dirección escénica de Jorge Lavelli, cuyo trabajo se caracteriza por el minimalismo y un cierto carácter atemporal. La escenografía de Ricardo Sánchez Cuerda ofrece durante la primera mitad de la ópera un espacio cerrado por unas paredes metálicas, abriéndose en la segunda un espacio más amplio, pero dentro de la misma línea. Apenas algunos elementos escénicos ayudan a la acción: una tribuna para el intento de asesinato de Rienzi, un precioso  caballo blanco, en el que aparece montado el protagonista en el tercer acto, antes de hacer frente definitivamente a los nobles, y un podio elevado, en el que muere finalmente Rienzi a manos del pueblo.  El vestuario de  Francesco Zitto es bastante intemporal, con contrastes notables entre los protagonistas, la Iglesia, los militares y el pueblo llano. En este ambiente opresivo y oscuro cobra importancia la buena labor de iluminación, debida a Jorge Lavelli y Roberto Traferri.


La dirección escénica utiliza a los coros como un personaje, moviéndose siempre en bloque, cobrando importancia la idea de convertir a los personajes en escena en auténticos fantasmas sin personalidad, todos ellos con las caras pintadas de blanco. Jorge Lavelli narra bien la historia, dando un gran relieve al papel de la Iglesia, auténtica protagonista de lo que podríamos llamar Ascenso y Caída de Rienzi. En conjunto me parece una producción menos interesante que la de Philipp Stölzl en Berlín, quien identificaba a Rienzi con Hitler.  Quizá para ser esta la primera vez que se ofrece Rienzi en Francia desde nada menos que 1869 se podía haber ofrecido una producción más atractiva.

Escena


Pinchas Steinberg es un director muy habitual en Toulouse y he podido disfrutar mucho con sus ejecuciones musicales en estos diez últimos años. Sus incursiones en Wagner y Richard Strauss han tenido siempre una gran calidad, como la tuvo aquella  Frau Ohne Schatten que nos ofreció en el Teatro Real hace más de 7 años. Es una perna que no tengamos la oportunidad de verle con más frecuencia en nuestro país. Su lectura de Rienzi estuvo llena de energía y vitalidad, muy adecuada a lo que necesita esta música. A él se debió en gran medida que esta ópera no se hiciera excesivamente larga. Obtuvo una estupenda actuación de la Orchestre National du Capitole, la mejor en mi opinión en 500 kilómetros a la redonda.  Estupenda también la actuación de los coros, que tienen tanto que cantar en esta ópera y lo resolvieron muy bien. Para la ocasión  el Coro del Capitole estuvo  reforzado por Coro de la Academia del Teatro alla Scala de Milán.


Nunca han sido muchos los tenores que se han enfrentado al personaje de Rienzi, ya que tiene mucho que cantar y su tesitura no es nada cómoda. El alemán Torsten Kerl se ha convertido hoy por hoy en la referencia en el rol, como ya lo demostrara en las representaciones antes mencionadas de Berlín. Aquí nos ha ofrecido una notable actuación, sin desfallecimientos, y hay que considerar un lujo poder contar con él como protagonista de la ópera. Más de uno recordará su deficiente actuación como Tristán en Bilbao. Parecían dos tenores distintos.


La soprano sueca Marika Schönberg fue la intérprete de Irene, la hermana de Rienzi, y su actuación escénica fue mejor que la vocal. Si el instrumento tiene anchura suficiente,  su canto es bastante descontrolado, siempre con tendencia al forte y al fortísimo, y con los agudos al borde del grito, cuando no lo sobrepasaba. Si fuera capaz de controlarse, todos saldríamos ganado.

Escena

Adriano Colonna es sin duda el personaje más agradecido de esta ópera y al que dedica Wagner las mejores oportunidades de lucimiento vocal.  Daniela Sindram tuvo una notable actuación, cantando con convicción y actuando de manera desenvuelta en escena. Era ésta la primera representación en la que actuaba, ya que en las anteriores el personaje de Adriano había sido cubierto por la francesa Geraldine Chauvet, menos convincente según las críticas.


El resto de personajes estuvieron cubiertos de manera correcta. Eran el bajo Richard Wiegold como Steffano Colonna, el barítono Stefan Heidemann como Paolo Orsini, el tenor Marc Heller como Baroncelli y el barítono Leonardo Neiva como Cecco del Vecchio. A ellos hay que añadir un muy adecuado Robert Bork como Cardenal Orvieto y una notable Jennifer O’Loughlin como Mensajera de la Paz.


El Capitole ofrecía una entrada de alrededor del 90 %, con bastantes huecos ocupados por cámaras de televisión, que filmaban la representación para ofrecerla en diferido por la televisión francesa. La recepción del publico fue de entusiasmo, con sonoros bravos dedicados a Torsten Kerl, Daniela Sindram y Pinchas Steinberg, además de al numeroso Coro.


La representación comenzó con 4 minutos de retraso y tuvo una duración total de 3 horas y 50 minutos, incluyendo un intermedio de 47 minutos y tres breves paradas entre actos. La duración estrictamente musical fue de 2 horas y 47 minutos. Diez minutos de aplausos al final de la representación.


El precio de la localidad más cara era de 100 euros, habiendo entradas en pisos superiores por 78 y 48 euros. Las de visibilidad escasa o nula valían 10 euros.


Fotos: Tommaso Le Pera.

José M. Irurzun