Rigoletto en el Met de Nueva York Por Carlos Javier López Sánchez
La Metropolitan Ópera de Nueva York cierra el año operístico con Rigoletto de Verdi, en el revival de la producción de Bartlett Sher, en esta ocasión dirigida musicalmente por la italiana Speranza Scappucci, al frente de un reparto encabezado por Michael Chioldi como Rigoletto, Lisette Oropesa como Gilda y Stephen Costello como el Duque de Mantua. Un momento muy sensible para la compañía neoyorkina, ya pasado el bache pandémico, en el que ha de decidir cómo quiere que sea su futuro, en un entorno desafiante con menos público y financiación, pero la misma exigencia artística de siempre.
Cada vez que asistimos a una nueva reposición de la puesta en escena del director americano Bartlett Sher, queda más claro que su propuesta de transportar la acción de Rigoletto a la República de Weimar es tan válida como problemática. Sher plantea un primer acto espléndido, en el que las dinámicas sociales y políticas saltan a la vista sin entorpecer el drama. Este primer cuadro del primer acto, que orbita entorno a la caja rotatoria que es la sala de fiesta del palacio del duque, lo tiene todo. La ópera, por desgracia, va de más a menos, con un segundo acto en el que las actitudes y los movimientos del coro de cortesanos no termina de recoger con claridad las corrientes soterradas de la Alemania de entreguerras. ¿Es acaso Monterone un comunista represaliado? El tercer acto no remonta, con episodios fallidos como el momento en el que Rigoletto se da cuenta de que la víctima de su venganza no es el duque, sino su propia hija. La puesta en escena coloca la agnición decalada de la música, lo que además provoca que Gilda tenga que salir sola de su propia mortaja. Es tan solo uno de los momentos extraños de la puesta en escena. Así, lo más valioso de la idea de Sher es lo estético. Tal vez esta gran idea del Rigoletto de Weimar sea incompatible con la música y el libreto, y por tanto, imposible de materializar con éxito, a pesar del titánico esfuerzo del equipo de Sher.
La directora de orquesta italiana Speranza Scappucci sigue sumando horas de vuelo en el Met. Scappucci cuenta con el favor del público. Su lectura de la partitura es cada vez menos rígida y más personal, con tempi más arriegados, pero siempre precisa y verdiana.
El Met sigue rotando sus elencos, siempre tratando de rellenar los papeles principales con grandes voces. Hay que destacar al barítono americano Michael Chioldi, que aparecía en el Met en sustitución del anunciado Luca Salsi. Ya hablamos aquí del Rigoletto de Chioldi, cuando el artista sustituyó a Quinn Kelsey a principio del año, con un resultado análogo. Chioldi sigue creciendo como intérprete y la respuesta del público apuntala su candidatura a cantante titular. Chioldi canta sin esfuerzo, cubriendo el sonido sin descuidar el centro de la voz, que suena limpio y fulgurante. Chioldi tiene un timbre bello y una línea de canto recia y bien presentada, algo falta de legato. Fantástico en los dúos con Sparafucile y Gilda. Si continúa limando el estilo, Chioldi puede situarse muy arriba en el escalafón de su cuerda.
No es sorprendente a estas alturas que Lisette Oropesa coseche un gran triunfo en Nueva York. La célebre soprano sabe lo que es salir a hombros de las mejores casas de ópera del mundo. Oropesa está fantástica en este Rigoletto, con una línea tersa y emocionante, muy en el papel de la frágil Gilda, cantando legato y trinando como se debe – una refrescante novedad en el Met. Oropesa es una artista que muy pocas veces falla. Tal vez el secreto de su técnica sea la eficacia de su proyección, en combinación con un fiato poderoso, y sorprendente dada la poca corpulencia de la cantante.
El tenor Stephen Costello es muy conocido en Nueva York. El de Filadelfia cuenta con el favor del público, que agradece su refinada línea, siempre estilizada y poética, al servicio de sus personajes, y que perdona un vibrato perenne, algo molesto en el agudo, que por lo demás no es tan redondo como habría de esperar en uno de los tenores que más canta en el Met. Así las cosas, Costello conoce la compañía y sus mecanismos, y siempre ofrece creaciones honestas y creíbles.
La mezzo rusa Aigul Akhmetshina fue una Magdalena sensual y muy eficaz. La voz le corre con facilidad, y sabe usar los claroscuros de su timbre para dar relieve al personaje. Fue la voz más musical del cuarteto del tercer acto. Por su parte, el bajo-barítono John Relyea, fijo en el Met, volvió a demostrar su versatilidad con un Sparafucile rocoso y enigmático, que va de lo siniestro en el primer acto a lo prosaico en el tercer acto, sin perder calidad en su actuación. La mezzo Eve Gigliotti presentó una Giovanna creíble pese a que esta producción le reserva su personaje alguno de los momentos más incómodos actoralmente, como en el dúo de amor del primer acto entre el duque y Gilda, en el que Giovanna no sabe muy bien dónde meterse.
La Metropolitan Opera de Nueva York trabaja unida entorno a un objetivo común: mantener la calidad y la viabilidad de la compañía de ópera más importante del mundo, y también la más cara de mantener. Para Peter Gelb, director del Met, tal vez es el momento de variar el rumbo y cambiar de modelo, y asegurar así el futuro de la institución.
Metropolitan Opera de Nueva York, a 20 de diciembre de 2022. Rigoletto, ópera en tres actos de Giuseppe Verdi, con libreto de Francesco Maria Piave, basado en la obra de teatro de Víctor Hugo Le Roi s´amuse.
Dirección Musical: Speranza Scappucci. Orquesta y coro de la Metropolitan Opera (director del coro: Donald Palumbo). Producción: Bartlett Sher, Diseño escénico: Michael Yeargan, Vestuario: Catherine Zuber, Iluminación: Donald Holder. Directora del revival: Gina Lapinski.
Reparto: Stephen Costello, Lisette Oropesa, Scott Scully, Susanne Burgess, Michael Chioldi, Hans Tashjian, Craig Colclough, John Relyea, Andrea Coleman, Aigul Akhmetshina, Hyung Yun.