Con una versión musical impecable Rinaldo Alessandrini y su formación Concerto Italiano nos ofreció el Orfeo monteverdiano lleno de vida y sin fisuras con un cierto desequilibrio entre el elenco vocal y una muy poca cuidada puesta en escena.
En las últimas temporadas el Auditori de Barcelona se está alzando como un pilar imprescindible en la oferta musical de la ciudad condal cuidando la paleta estilística musical con diversos ciclos a cada cual más interesante.
Uno de ellos que cada año va cogiendo más empuje y más respuesta por parte del público con una variada franja de edad es el de Música Antigua en el que podemos encontrar desde solistas jóvenes a grupos consagrados como el caso del ofrecido esta semana.
La favola in música de Monteverdi que dedica al mito órfico lleva cosechando éxitos desde el día de su estreno en Mantua en 1607 y en esta ocasión se ha programado para celebrar el 450 aniversario del nacimiento de su compositor el cremonés Claudio Monteverdi con un resultado muy notable.
Hablar de la calidad de un grupo instrumental como el Concerto Italiano sobra tras sus tres décadas de estar en el candelero de la música de intepretación con criterios históricos siendo su fundador y director Rinaldo Alssandrini uno de los pilares de la segunda generación de intérpretes entregados al repertorio que va del Renacimiento al s.XVIII con criterios musicológicos contrastados.
Si tuviéramos que resumir con tres cualidades la versión de la ópera monteverdiana escuchada serían: fresca, sincera y sentida, resumiendo los afetti propios de la partitura y los diferentes pathos que recorren los cinco actos de la ópera.
Destacó más la parte instrumental sobre la vocal en la que los diferentes solistas se movieron entre lo correcto y lo notable, mientras que el conjunto instrumental estuvo siempre brillante en las diferentes secciones.
Destacó el metal en sus diversas sinfonías y ritornelos del primer y tercer acto con un sonido redondo, empastado. Igualmente la cuerda estuvo dúctil, equilibrada en cada una de sus secciones y con unos primeros atriles que nos mostraron los juegos de tema y eco tan típicos de la semántica del primer barroco con virtuosismo comedido pero muy original en las ornamentaciones. Igualmente destacó la parte del bajo continuo realizado por el mismo Alessandrini desde la dirección junto con Francesco Moi al Clavecín o los miembros de cuerda pulsada apoyados por Riccardo Balbinutti desde un cuidado y efectivo acompañamiento desde la percusión.
Los once solistas vocales conformaban el ensemble coral en el que se apreció el desequilibrio de la propuesta. Este desequilibrio de calidad se hizo más evidente entre la parte masculina que en la femenina donde en general sus prestaciones eran más adecuadas destacando la Proserpina de Silvia Frigato y la Mensajera de Francesca Cassinari que ofreció uno de los momentos más impresionantes de la sesión.
Entre las voces masculinas destacar el protagonista Valerio Contaldo con un Orfeo expresivo aunque corto de graves y un registro medio pobre en proyección pero con muy buena línea. Salvatore Vitale fue tal vez la voz más impresionante en prestaciones de volumen y adecuación al personaje con un “O tu ch’innanzi mort’a queste rive” poderoso, muy bien cantado y con un aporte dramático con un timbre oscuro verdaderamente cavernoso como pide su personaje.
El resto de los cantantes masculinos se movieron entre lo correcto y lo escaso aunque como labor de conjunto fue interesante.
Otro de los puntos cuestionables de la propuesta era su estatismo escénico que ni era rigurosamente en concierto pero tampoco tenía ningún atractivo movimiento escénico ni interrelación entre los personajes.
El concierto se publicitaba como la versión escénica de éxito de Robert Wilson vista en Milán y otros teatros pero aquí no hubo nada de escena trabajada lo que afeó esta propuesta.
Igualmente el que escribe estas líneas no se explica porque si el Auditorio con buen criterio ofrece en el programa de mano el libreto original y la traducción al catalán del mismo después durante el concierto la iluminación no permitía poder seguir el programa de mano y además con una tipografía que pide a gritos ponerse gafas a la mayoría de los presentes por su edad visual avanzada. Si se cuidan estos detalles la experiencia musical crece exponencialmente sino quedan en buenas intenciones inútiles.
El público aplaudió generosamente este nueva lectura de la partitura monteverdiana demostrando una vez más que no hay músicas pasadas de moda o de difícil escucha sino buenas o malas interpretaciones. En este caso una muy buena interpretación que ojalá abra un proyecto con otras óperas del mismo compositor con este grupo de referencia.
Robert Benito