Ficha técnica
Madama Butterfly, ópera en tres actos
Música: Giacomo Puccini. Libreto: Giuseppe Giacosa y Luigi Illica.
Dirección Musical: Pedro Halffter.
Dirección de escena: Mario Gas Iluminación: Vinicio Cheli. Vestuario: Franca Squarciapino. Escenografía: Ezio Frigerio. Director del coro: Íñigo Sampil. Reposición de la puesta en escena: José Antonio Gutiérrez. Intérpretes: Amarilli Nizza (Madama Butterfly), Javier Palacios (B. F. Pinkerton), Luis Cansino (Sharpless), Manuela Custer (Suzuki), Mikeldi Atxalandabaso (Goro), Fernando Radó (Tío Bonzo), Fernando Latorre (Príncipe Yamadori), Inmaculada Águila (Kate Pinkerton). Real Orquesta Sinfónica de Sevilla y Coro de la A.A. del Teatro de la Maestranza. Teatro de la Maestranza, viernes 15 de junio de 2012.
El Teatro de la Maestranza de Sevilla acogió una magnífica realización de la ópera de Puccini Madama Butterfly, en una producción del Teatro Real de Madrid. A través de las ocho representaciones que se han sucedido desde su estreno el pasado 5 de junio hasta su cierre diez días después el patio de butacas ha aplaudido hasta la saciedad el que ha sido, sin duda, uno de los mejores montajes que se han hecho de esta joya del verismo en la última década. Un doble reparto de probado crédito y equilibrio ha defendido una puesta en escena original y muy efectista, fruto de la imaginación de Mario Gas, que se vio reforzada por el buen hacer de Pedro Halffter al frente de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla.
Cuando uno acude a valorar una pieza de la lírica tan conocida como Madama Butterfly corre el peligro de dejarse condicionar por tantas buenas versiones que se han realizado, muchas de las cuales se pueden encontrar en el mercado. No en vano, es una de las óperas más grabadas de todos los tiempos, con más de ochenta registros discográficos dispersos durante nueve décadas de actividad fonográfica. Precisamente por este motivo no es fácil innovar en su montaje, lo cual ha tenido que suponer un reto a la par que un aliciente para el director de escena Mario Gas. Sin embargo, una vez más ha conseguido sorprender a legos y expertos con una idea singular: mostrar la ópera como si de un rodaje cinematográfico de los años 30 se tratase, haciendo al mismo tiempo un homenaje a Harakiri de Fritz Lang (Decla-Film, 1919) y un guiño a la película de Jack Cardiff My Geisha (Paramount, 1962). El montaje escénico de Gas sitúa en torno a la acción una serie de cámaras que, en una perfecta realización en blanco y negro, emiten en tiempo real lo que está pasando en la escena a través de varias pantallas de gran formato situadas en el patio de butacas. Así, el medio lírico se inserta en un segundo “teatro” de técnicos y cámaras, que tiene un resultado enormemente efectista.
El escenario se configura como un rico pabellón oriental, situado en el centro de la escena sobre una plataforma giratoria que permite contemplar de forma global la estructura. Los personajes, a lo largo de la ópera, circulan con total libertad por este pabellón entrando en las distintas estancias o saliendo al mirador que se abre sobre la bahía de Nagasaki, mientras el movimiento giratorio de la plataforma guía al espectador por este devenir sin que la estructura permita en ningún momento que el más mínimo detalle se pierda de vista. En este sentido, el montaje resulta muy apropiada para una ópera como Madama Butterfly, en la que Puccini puso especial atención por los detalles. Un esmerado vestuario y una sugerente iluminación completan el cuadro como si de una chinoiserie se tratase.
El día del cierre de esta producción el papel protagonista lo interpretó maravillosamente Amarilli Nizza, una voz de probada solvencia cuya carrera está ligada a Madama Butterfly desde sus inicios. Si bien en las producciones más recientes suele acudirse a una soprano oriental (sin ir más lejos, la Maestranza presentó en 2005 a la soprano Xiuwei Sun), lo cierto es que Butterfly canta con el espíritu italiano del verismo de finales del XIX. Así pues, la opción de Amarilli Nizza resulta muy oportuna, como ella misma se encargó de demostrar con una sobrecogedora interpretación llena de entrega al personaje y de un esmerado cuidado por los detalles. La cantante moduló magníficamente su interpretación, ofreciendo un discurso lírico emotivo y veraz. Destacamos la expresividad y complicidad del dúo final del primer acto con Pinkerton, o la sobrecogedora escena “Un bel dì vedremo”, en el que la ductilidad vocal y la capacidad dramática de Amarilli Nizza se mueven entre la ingenua enajenación y la sospecha de un dramático destino.
Junto a Butterfly encontramos varios personajes que contribuyen a llenar la escena. El primero de ellos es su interesado marido, Benjamin Franklin Pinkerton, que interpretó con voz timbrada Javier Palacios. También encontramos a la fiel Suzuky, espléndida en la voz de la mezzosoprano Manuela Custer; su oración al comienzo del segundo acto, así como los diálogos con Butterfly (particularmente el dúo de las flores), están cargados de enorme expresividad y semántica, elementos que supo aprovechar al máximo la mezzosoprano para brillar en la escena. Igualmente buenos fueron los personajes secundarios, como es el caso del cónsul de los Estados Unidos, Sharpless, cuya controvertida personalidad construyó con gran solvencia y riqueza armónica el barítono Luis Cansino; o el casamentero Goro, un papel de tenor que se mueve por su carácter en registros poco cómodos de obligada presencia, y que defendió a la perfección Mikeldi Atxalandabaso.
Al notable elenco de cantantes hay que unir la gran labor de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla, bajo la atenta y precisa dirección de Pedro Halffter. También es digno de mención el Coro de la Maestranza, que en sus breves intervenciones actuó con la presencia adecuada. Cabría destacar el coro a bocca chiusa de la escena de la vigilia, al final del segundo acto, un complicado número que no todas las formaciones interpretan con el clima psicológico adecuado.
En definitiva, la producción de Madama Butterfly presentada esta temporada por el Teatro de la Maestranza es, por las razones expuestas y otras muchas que escapan a los limites de esta crónica, una versión que merece entrar en los anales de la ya dilatada lista de acercamientos a esta ópera, y que desde luego brillará en los carteles del teatro sevillano por mucho tiempo.
Gonzalo Roldán Herencia