Rolando Villazón .MET. Nueva York

Es la pesadilla de cualquier cantante de ópera: a la mitad de una presentación su voz deja de responderle y, en vez de una nota alta, el público escucha un doloroso graznido.

Es lo que le sucedió al tenor mexicano Rolando Villazón en el escenario de la Opera Metropolita de Nueva York hace casi cinco años durante una función de «Lucia di Lammermoor» de Donizetti.

En un punto climático del segundo acto, su voz se quebró. Quedó petrificado frente a unas 4.000 personas, dejó de cantar por varios segundos, se aclaró la garganta y después repitió su nota.

El incidente dejó en claro los problemas vocales que habían afectado al tenor mexicano por dos años, problemas que eventualmente fueron diagnosticados como un quiste congénito alojado dentro de su cuerda vocal izquierda. Tras una peligrosa pero exitosa cirugía, Villazón tuvo que aprender a hablar y cantar y lentamente retomó su carrera, tratando de reconstruir su técnica, su confianza y su fortaleza.

Ahora regresará al Met, el lugar donde dice con humor que «tuve mi gran momento, mi momento dramático de silencio», para interpretar cinco presentaciones como el poeta Lenski en una nueva producción de «Eugene Onegin» de Tchaikovsky, a partir del sábado.

«Lo primero que hice cuando llegué para los ensayos fue que dejé mis cosas ahí», dijo Villazón, originario de la Ciudad de México, durante una entrevista en el apartamento donde se aloja cerca del Lincoln Center. «Y caminé para ver la ópera, hice lo mismo en Vienna, cada vez que regreso a un teatro voy a verlo y lloro».

Los detalles de la carrera de Villazón son famosos, comenzando con su ascenso meteórico a la fama en 2004 a los 32 años, su debut en la Opera Real de Londres con «Los cuentos de Hoffmann» de Offenbach y en la Opera Metropolitana con «La Traviata» de Verdi. Su sonido potente combinado con su estilo carismático y apasionado lo convirtieron en uno de los jóvenes tenores más solicitados. Al año siguiente llegó la producción de la «Traviata» en Salzburgo dirigida por Willy Decker, en el que su compañera de elenco era la soprano Anna Netrebko, con la cual se convirtió en una sensación internacional.

Pero tras un año el quiste comenzó a cobrarle la factura. Canceló los planes para protagonizar una nueva producción de «Romeo y Julieta» de Gounod en la Met, se tomó un tiempo fuera y consultó a un médico tras otro para encontrar una explicación. Como el quiste era interno sólo se manifestaban los daños, pero los doctores no podían ver de qué se trataba.

Para cuando llegó la pesadilla en Nueva York con «Lucia», sus cuerdas vocales estaban tan inflamadas y dañadas que un doctor le dijo «estas no son cuerdas, son salchichas mal rellenadas».

Todos los médicos, cuenta, pensaban que nunca podría retomar su carrera. A excepción de dos médicos franceses, una que logro encontrar el quiste interno y el cirujano que lo retiró.

Eso fue casi un año antes de que regresara a la ópera en «L’Elisir d’Amore» de Donizetti en marzo de 2010 en Viena.

«El principio fue bastante difícil», dijo Villazón. «Fue un gran reto regresar y lidiar con la presión. Hubo grandes presentaciones y otras que realmente fueron malas. En un momento en que tenía un poco de flema entré en pánico, todo se derrumbó».