Romeo y Julieta, en ballet de hoy en el MET

Romeo y Julieta, en ballet de hoy en el MET
Romeo y Julieta, en ballet de hoy en el MET

El American Ballet Theatre (ABT) se adueña de aquí al final del verano del escenario de la Metropolitan Opera en el Lyncoln Centre de Nueva York. Ofrecemos aquí el comentario al ballet Romeo y Julieta, de Sergei Prokofiev, en la coreografía creada por Kenneth MacMillan con escenario y vestuario de Nicholas Georgiadis e iluminación de Thomas Skelton.

La historia de Romeo y Julieta sigue generando interés y demuestra ser una fuente inagotable de inspiración también para las nuevas generaciones de bailarines que, si bien fieles a la inevitable tradición, no claudican en su empeño de alumbrar nuevas facetas de los malogrados amantes de Verona. De ahí que, en la representación del pasado viernes, el teatro estuviera repleto, y se viviera entre los espectadores una ilusión inusitada en un clásico como el que nos ocupa.

Los propios profesores de la orquesta del ABT, dirigidos por Charles Barker, sonaron en ocasiones como imbuidos de una energía especial, acaso primaveral, como reacción necesaria al calor del público. Lástima que este germen de creatividad no se viera encauzado hacia cotas más altas, pues Barker ofreció una lectura sólida aunque muy poco estimulante.

La emoción no hubo de encontrarse pues en el foso, sino en las tablas, donde la puesta en escena, si bien algo estereotipada, agradó al público neoyorkino. Los bailarines solistas, Hee Seo (Julieta) y Cory Stearns (Romeo) sacaron partido a sus fortalezas. En la bailarina de Seúl, Hee Seo, descubrimos a una intérprete segura técnicamente que compensa su falta de altura con el uso exquisito de cabeza y brazos y, ante todo, con un movimiento tan eficaz como expresivo. Fue el personaje más expresivo de la velada, celebradísima por el público. No es para menos, pues la emoción que trasmite su Juileta es de las que se recuerdan.

También ofreció espectáculo el solista neoyorkino Cory Stearns. Con un físico sobrado de medios, hizo disfrutar al MET con sus evoluciones en diagonal, saltos altísimos y encadenados con musicalidad, y también con la calidez romántica que a veces se echa en falta en los bailarines norteamericanos.

Ambos sufrieron para aportar plasticidad a una coreografía que desnuda mucho a los bailarines en los dúos, acosaron la diferencia de altura, pero supieron sobreponerse presentando esa diferencia con la naturalidad con la que pasean por Manhattan las ahora tan comunes parejas entre asiáticos y norteaméricanos. Al público no le resultó complicado, por tanto, abstraerse de los tecnicismos  y disfrutar de la química entre estos artistas.

Es de justicia subrayar el trabajo de Gabe Stone Shayer en el papel de Mercutio. Inspiradísimo y chispeante durante toda la velada, atrajo la atención siempre que salía a escena. Pese a que la coreografía de MacMillan le reserva una muerte demasiado patética, su Mercutio por sí solo bien mereció la asistencia al ballet.

Como de costumbre en el ABT, los comprimarios cumplieron con aseo sus cometidos, en esta ocasión sin grades lujos, más allá de lo ya expuesto. Las escasas faltas de sincronía, concentradas en los primeros cuadros, se encauzaron gracias al esfuerzo de los líderes de cada sección, y al trabajo de equipo de la compañía.

Con veladas como las del pasado viernes en Nueva York, no sorprende que el ABT siga llenando el MET hasta final de temporada.

Carlos Javier López