Bérgamo sigue fiel a su ilustre hijo y todos los años dedica en otoño un festival a su figura, que, con distintos cambios de nombre y contenido, no falta a su cita con los aficionados. El Festival ha sido bautizado ahora como Donizetti Opera y ofrece dos auténticas rarezas del gran compositor bergamasco, como son Rosmonda d’Inghilterra y Olivo è Pasquale, a las que se añaden un concierto con Riccardo Muti y otro con Leo Nucci.
Rosmonda d’Inghilterra se estrenó en Florencia en 1834, perteneciendo, por tanto, a la época de triunfos de Donizetti. Efectivamente, sigue cronológicamente a Lucrezia Borgia y no falta sino un año para que se estrene Lucia di Lammermoor en Nápoles. La ópera se inscribe en la moda de los dramas ingleses de aquellos años, en los que abundan las óperas ubicadas en Inglaterra. Tan de moda estaban que el libreto de Felice Romani había ya servido para otra ópera de Carlo Cocía y seguirá sirviendo para otros 3 compositores más, aunque con títulos distintos al que ahora nos ocupa. Rosmonda d’Inglhilterra no fue un éxito en su estreno e iba a ser repuesta (con cambios) en Nápoles, pero no llegó a tener lugar, habiéndose perdido la pista, recuperándose de modo casual en 1975, volviendo a los escenarios de la mano de Opera Rara en 1975.
La obra está basada en una leyenda del siglo XII sobre los amores de Rosmunda Clifford y Enrique Plantagenet, quien quiere romper con la reina Leonor para unirse a su amada, terminando todo con la muerte en escena de la protagonista a manos de su rival, la reina. En mi opinión no es una obra que merece estar en el olvido, ya que cuenta con música inspirada de su autor, destacando especialmente los dúos y concertantes, siendo obra de gran lucimiento para una soprano lírica belcantista. Para ser más popular le puede faltar algún aria adicional, especialmente para el final de la ópera. De hecho, en la reposición prevista para Nápoles en 1837 Donizetti añadía una cabaletta final para la Leonor.
El mes pasado se ofreció la ópera en forma de concierto en Florencia y con prácticamente el mismo reparto, cambiando únicamente el intérprete del Rey Enrique II.
En Bérgamo se ha ofrecido en versión escenificada, con una nueva producción de Paola Rota, que hace un trabajo aceptable y modesto, pero fiel a la trama original. La escenografía de Nicolas Bovey es muy simple, consistente en apenas dos paredes colgadas con sus puertas, que son movidas a derecha e izquierda para conformar las distintas escenas. El vestuario de Massimo Cantini Parrini resulta de época para los solistas, mientras que el coro va vestido de negro y en la primera escena incluso llevan paraguas. El ambiente es muy oscuro y saca buen partido la iluminación de Nicolas Bovey. La producción tiene el mérito de la simplicidad y de su supuesto bajo coste y no molesta.
La dirección musical ha estado encomendada, como el mes pasado en Florencia, al parmesano Sebastiano Rolli, que me ha vuelto a dejar la misma muy positiva impresión que me dejara hace 3 años dirigiendo un Falstaff en Busseto. Su lectura ha tenido siempre brío y ha apoyado muy bien a los cantantes. Me parece un muy adecuado director para este repertorio belcantista. La Orquesta Donizetti Opera cumplió bien, sin especial relieve de calidad. Lo hizo bien el Coro Donizetti Opera, que tiene bastante que cantar en esta ópera.
Rosmonda fue interpretada por la soprano australiana Jessica Pratt, que volvió a demostrar que en este tipo de repertorio se encuentra como pez en el agua. Su actuación fue impecable en todos los sentidos, digna de una consumada belcantista, que además no tiene problemas para ascender a las nota más altas. Brilló con luz propia en todas sus intervenciones y fue la gran triunfadora de la representación.
El rey Enrique II había sido interpretado en Florencia por Michael Spyres, pero aquí hemos tenido un tenor diferente, el argentino Darío Schmunk, y la diferencia es notable. Tiene mucho que cantar y expresar y no es parte para un tenor ligero, sino que necesita un cierto espesor vocal. Dario Schmunk tiene una voz de tamaño reducida y su proyección deja que desear. Digamos que cumplió, pero se necesita más consistencia vocal en el personaje.
La reina Leonora era la soprano italiana Eva Mei, a quien he encontrado en mejor forma de lo que me suponía, teniendo en cuenta pasadas experiencia con ella. La he encontrado con la voz más ancha y más capaz de transmitir emociones que en mis últimas experiencias con ella. Aunque puede que el personaje requiera algo más de anchura, su actuación fue convincente.
Sorpresa agradable fue la actuación de la mezzosoprano Raffaella Lupinacci en la parte del paje Arturo. Mostró una voz atractiva y cantó con gusto y emotividad.
Finalmente, Nicola Ulivieri fue un adecuado Clifford, el padre de Rosmonda.
El Teatro Donizetti estaba prácticamente lleno. El público aplaudió con fuerza a escena abierta, dedicando las mayores ovaciones en los saludos finales a Jessica Pratt, no faltando bravos para Eva Mei, Raffaella Lupinacci y para el maestro. El equipo artístico fue recibido con algunos abucheos.
La representación comenzó con nada menos que 9 minutos de retraso y tuvo una duración de 2 horas y 48 minutos, incluyendo un intermedio. Duración musical de 2 horas y 21minutos. Seis minutos de aplausos.
La localidad más cara costaba 75 euros, habiendo butacas de platea al precio de 65 euros. La localidad más barata costaba 30 euros.
José M. Irurzun