Rossini es la mejor terapia para curar el alma de la nostalgia y la melancolía

n La scala di seta (La escalera de seda) y L´occasione fa il ladro (La ocasión hace al ladrón)
La scala di seta (La escalera de seda) y L´occasione fa il ladro (La ocasión hace al ladrón)

Me propongo ponerme a escribir mis impresiones de la rossiniana tarde de ayer. Es para mi siempre, suceda lo suceda y pase como pase, que la música del genio italiano queridísimo, tiene la magia terapéutica de hacerme feliz. Las buenas, las maravillosas y hasta las malas y malísimas funciones a las que asistido, causan en mí un efecto de benefactora beatitud. Lo más cercano al gozo y al placer. No hay mejor remedio que su música para terminar con la nostalgia y la melancolía, el dolor y la tristeza, el tedio y el hastío. Asistir al añejo Teatro de la Ciudad Esperanza Iris, en la calle de Donceles del centro histórico de la CDMX, que este 2018 esta celebrando su Centenario, me da la oportunidad de hacer una reflexión de la experiencia vivida luego de asistir y gozar y sufrir las delicias y los padecimientos que nos provocaron las puestas en escena y música de dos títulos que en si mismos reúnen eso que se ha dado en llamar “el estilo rossiniano” sea esto no tan fácil ni sencillo de definir. Las obras presentadas fueron La scala di seta (La escalera de seda) y L´occasione fa il ladro (La ocasión hace al ladrón) estrenada la primera el 22 de mayo y la segunda el 24 de noviembre de 1812, ambas en el Teatro San Moisé de Venecia.

«La escalera de seda» de Rossini. Teatro de la Ciudad Esperanza Iris.

Giulia, caracterizado por la soprano Angeles Arévalo Ces una jovencita que se ha casado en secreto con Dorvil, su pretendiente, el tenor Mauricio Esquivel , sin decir una palabra a su tutor, el viejo Dormont, Rubén Cosme. Este la ha ofrecido en matrimonio a un tal Biansac, el bajo Sergio Meneses, quien es un vulgar aventurero. A este triángulo amoroso se sumará la prima Lucilla, la mezzosoprano Norma Vargas, que gusta coquetear con el supuesto pretendiente. Un torpe criado, llamado Germano, el barítono Ricardo Galindo, será el responsable de una serie de malentendidos disparatados y retorcidos. Las dificultades vocales e histriónicas permiten el lucimiento de los actores cantantes pero también los meten en problemas a veces irresolubles con las coloraturas endemoniadas que tienen que superar. El título de la obra, “la escalera de seda” se refiere a la que colgada del balcón a una ventana que da a los aposentos desde el jardín, lo que permite miles de artificios y sutilezas amorosas. Como sirvientes, actuaron muy bien Gabriela Thierry y Martín Morales.

La scala di seta (La escalera de seda) y L´occasione fa il ladro (La ocasión hace al ladrón)

Mejor resultado tuvo la segunda ópera, “La ocasión hace al ladrón”, pues contó con cantantes especialistas en esos menesteres de canto y actuación, con más tablas y experiencia, en otra historia llena de enredos y divertimientos humorísticos. Una característica tempestad rossiniana introduce al espectador en una posada camino a Nápoles en la que se ha refugiado Don Parmenión, un aventurero jactancioso y atrevido, de quien hace una soberbia creación el barítono Edgar Gil, quien se luce con un personaje que le viene perfectamente a su bella voz, presencia y gran personalidad, para quien parecieran no existir arias difíciles, su criado Martino, el bajo Luis Rodarte, actor consumado y dueño de ángel y colmillo, simpático y atrevido, y el Conde Alberto, el tenor Gustavo Cuautli de gran presencia escénica, noble refinado que crea a un personaje conmovedor. Los personajes femeninos, deliciosos, son Berenice, la soprano Ekaterina Tikhontchouk, la mujer que el padre de Alberto, en su lecho de muerte, le ha destinado como esposa y que todavía no conoce. Ernestina, la hija de un amigo que ha huido con su amante, la mezzosoprano internacional Grace Echauri que participará activamente en la serie de confusiones de la historia. Completa el elenco Don Eusebio, con el tenor Ángel Angel Ruz que ha ganado experiencia en su trabajo. Reaparecen como sirvientes Gabriela Thierry y Martín Morales extraordinarios en su divertida actuación muda. 

Debemos destacar el trabajo riguroso e inspirado, conocedor y estudioso del estilo rossiniano, atento a las variantes rítmicas y a las sutilezas secretas de una partitura cuajada de perlas y joyas sonoras, del director ya nombrado Christian Gohmer quien ha hecho vibrar y vivir esta música de prodigios y ha sabido solventar y apoyar el trabajo de los intérpretes. De buena escuela teatral, ingenioso y pleno de ideas teatrales, César Piña ha crecido y ganado eficacia en el juego teatral para el que esta particularmente dotado. Se agradece el esfuerzo, el entusiasmo y la entrega siempre apasionada de esta compañía. Rossini seguirá vivo mientras sigamos acercando a su música con amor y devoción.

Manuel Yrízar