Rusalka en la Opernhaus de Frankfurt del Meno

Rusalka en la Opernhaus de Frankfurt del Meno
Olesya Golovneva (Rusalka) y el coro. Foto: Barbara Aumüller

La puesta en escena que la Ópera de Fráncort tiene en repertorio es una propuesta del director holandés Jim Lucassen que fue estrenada en Nancy (Opera de Lorena) en 2010 y un año más tarde fue vista en Montpellier. En la ciudad del Meno se presenta desde la temporada 2013-14 y esta noche ha sido la duodécima representación desde el estreno de esta mise-en-scéne de Rusalka en la Opernhaus de Frankfurt. Lucassen, también encargado de la escenografía, eligió situar este cuento de hadas con final atípico, en un Museo de Historia Natural. Es una razonable manera de presentar el mundo dividido entre el frenético y (a veces) cegador mundo exterior y las tradiciones o costumbres amenazadas por la irrupción de esta nueva forma de vida. De esta manera los personajes sobrenaturales son trabajadores del museo (Ježibaba es la bibliotecaria, el genio de las aguas el conservador, el cazador y la cocinera son empleados de bata blanca que van reparando las piezas en exhibición, etc.) y Rusalka y las ninfas surgen de las vitrinas. ¿Quizá por el deseo del expectador de poseerlas? Aunque visualmente fuese atractivo, muchas veces la acción teatral era forzada hasta lo indecible o simplemente iba por un camino muy distinto al de la letra. Pero al público parece importarle poco y, además de que las localidades estaban ocupadas casi al completo, han aplaudido a todo. El diseño de iluminación (Andreas Grüter) sacó el mayor provecho de la bella escenografía y el vestuario (Amélie Sator) se instaló el simbolismo (el plástico vestido de novia que serviría para cubrir el cadáver del príncipe en el final, por ejemplo). La orquesta titular del teatro (Museumorchester) es una sólida y dúctil formación con un sonido redondo.

Rusalka en la Opernhaus de Frankfurt del Meno
Tanja Ariane Baumgartner (Fremde Fürstin), A.J. Gluckert (Prinz). Foto: Barbara Aumüller

En la decena de veces que he podido escucharles, esta fue la menos brillante. El director Christian Arming ralentizó en exceso, y buscó golpes de efecto que no cuajaron. Simplemente pareció no encontrar una vía para sacar a flote la delicada belleza de la obra de Antonín Dvořák. El elenco fue, como acostumbra esta casa, de muy buenas voces. La soprano rusa Olesya Golovneva compuso una Rusalka de fragilidad sólo aparente. Su timbre no me pareció especialmente bello pero canta con elegancia y su emisión es homogénea. El tenor AJ Glueckert (el Príncipe) mostró un instrumento más bello y que manejó con inteligencia, pero el caudal no es grande y tuvo problemas para imponerse a la orquesta . En otro tipo de repertorio podría lucir mejor. Estupenda la mezzosoprano Katharina Magiera en el papel de Ježibaba. Voz importante, redonda, con calidad y calidez tímbrica. El Vodník (el Genio de las Aguas) estuvo bien defendido con la voz y presencia del bajo Andreas Bauer, al igual que la interesante mezzosoprano Tanja Ariane Baumgartner. Las tres simpáticas ninfas del bosque (Katharina Ruckgaber, Elizabeth Reiter, Marta Herman) estuvieron bien empastadas y dieron frescura a la escena. El barítono Sebastian Geyer (Guardabosques/Un cazador) hizo suyo aquello de que no existen papeles pequeños, haciéndose notar sobre el escenario.

Federico Figueroa