Por Cristina Marinero. Lleva una década actuando en las más prestigiosas galas de ballet del mundo bajo la dirección artística y coreográfica de Ricardo Cué, su descubridor como primera figura. Sergio Bernal es ejemplo de que el talento, unido a una buena formación académica, convierten al bailarín educado en danza española en artista capaz de interpretar las más estilizadas creaciones patrias, junto a obras que parecen destinadas a bailarines “clásicos”. A artista tan completos, en siglos pasados se les denominaba “bailarín de todo rango”, pues lo mismo ofrecían con honores un baile español que uno de estilo francés, como se llamaba a la técnica que popularmente denominamos “ballet clásico”.
La presentación en Madrid de la Sergio Bernal Dance Company se ha celebrado en el Festival de Verano del Teatro Auditorio de San Lorenzo de El Escorial y es el preámbulo a las actuaciones programadas en Teatros del Canal para octubre. Ambas son bajo el paraguas gestor de CLECE, la empresa que prácticamente co-dirige el escenario de la Comunidad de Madrid (suya es la programación de varios meses al año; las compañías no son contratadas con un caché, sino que van a taquilla) y se encarga de este evento estival en el teatro cercano al monumental Monasterio de El Escorial.
En Volver. Del ballet clásico a lo último de la danza española, Sergio Bernal baila junto a Joaquín de Luz y Lucía Campillo. Es una gala especial que fue configurada por Ricardo Cué para la ciudad rusa de Sochi, titulada allí Una noche con Sergio Bernal, y con orquesta sinfónica situada detrás de ellos en el escenario. Entonces, la protagonista femenina fue la solista del Ballet Nacional de España Miriam Mendoza, pero aunque el BNE no está actuando, es más, sus miembros están de vacaciones, no ha recibido el permiso para bailar en esta gala. La vida de un bailarín es corta y cada día que no esté sobre un escenario, no se recupera.
Sergio Bernal será recordado como intérprete de la farruca de El sombrero de tres picos –genial en esta pieza de la coreografía maestra de Antonio Ruiz Soler-, pero también del solo El cisne. Impone su apolínea figura y emociona su mimo hacia el movimiento en esta coreografía ya emblemática de Ricardo Cue sobre la pieza de Saint-Saens que Michel Fokine coreografió para Anna Pavlova en el inicio del siglo XX y marcó su imagen. En este caso, lo mismo, pero para hombre. Cue también es el creador de El último encuentro, paso a dos sobre música de Alberto Iglesias, realizado en su estreno de hace una década para Lola Greco y Fran Velasco. En él asistimos a los últimos minutos de la ruptura de una pareja y el desamor se cuenta con el lenguaje de la danza española, vocabulario que le permite a Cue expresar la emoción del desgarro en este intenso duo que ya es un clásico.
Joaquín de Luz, exultante, realizando seis tour en l’air con pirueta como nadie, actuando con una alegría y vitalidad que ya quisieran muchos de veinte años (él ha cumplido 44), bailó una pieza de David Fernández sobre Bach, Cinco variaciones sobre un tema y, junto a Sergio Bernal, la estupenda Folía de caballeros. Este paso a dos basado en el virtuosismo de giros y saltos, a medio camino entre el ballet y la escuela bolera, es una joyita que han coreografiado ambos y que perfectamente podía estar en repertorio de las compañías nacionales. No llega a ese estatus el fragmento de Bolero, de Maurice Ravel, final que también han confeccionado ellos junto a Lucía Campillo y que se debería volver a pensar. La bailarina ofreció con poderío el solo Danza de la buenaventura, coreografía de Eduardo Martínez, que rescata a un compositor español algo olvidado, Simón Tapia Colman.
Que Sergio Bernal y Joaquín de Luz bailen juntos por primera vez en Madrid puede leerse, además, desde una perspectiva más profunda: la del exilio que siguen emprendiendo nuestros grandes bailarines para poder ser reconocidos como tales y que ni la aparición de los ballets nacionales hace cuarenta años ha podido frenar. Ambos han triunfado fuera antes que aquí.
Como director de la Compañía Nacional de Danza, de Luz tiene ahora la posibilidad de crear estrellas, lo que afianzará más al público. Con la versión que prepara de Giselle tiene la mejor de las oportunidades para ello.
Sergio Bernal comienza con esta actuación su camino independiente con compañía en España, mientras continúa bailando en las galas internacionales más prestigiosas. Deseamos que siga brillando su estrellato y nos ofrezca muchas noches iguales a ésta.