Sigfrido en el Teatro Real o la anulación del medio natural

Sigfrido, ese héroe mitológico que no conoce el miedo y que Richard Wagner encumbró, utilizándolo para sublimar sus revolucionarios ideales dramáticos. Y es que de heroicidades va el asunto. En la presente época de restricciones sanitarias y toques de queda, el Teatro Real se la ha jugado y ha apostado por seguir con su ciclo anual de la Tetralogía wagneriana subiendo a escena Siegfried, la segunda jornada de El anillo del nibelungo. Decisión harto arriesgada no sólo por el despliegue de medios que hace falta para que tan ambiciosa empresa pueda llevarse a cabo con un mínimo de calidad artística, sino para que musicalmente se ofrezca con todas las garantías que requiere la actual situación, como es la distancia de seguridad, para lo que algunos de los profesores de la Orquesta Titular del Teatro (entre arpas, percusión y parte de los metales) ocupan los palcos de platea, en una decisión bastante acertada para poder conseguir el equilibrio de fuerzas de un proyecto nada baladí que el coliseo madrileño se ha resistido a aplazar. Y todo pese a la larga duración (casi 5 horas) de cada función, un hecho que entraba en conflicto con las restricciones a la movilidad nocturna, lo que ha llevado a un adelanto horario sin precedentes, comenzando a las 16:30, con lo que, vivan las casualidades, nos hemos situado al nivel del mismísimo Festival de Bayreuth, el certamen wagneriano por excelencia. Sigfrido en el Teatro Real

"Siegfried" en el Teatro Real. Sigfrido en el Teatro Real
Un momento en la representación de «Siegfried» en el Teatro Real. Sigfrido en el Teatro Real

Así las cosas, y al margen de la conveniencia o no de haber seguido adelante con la programación de este título, una decisión que para algunos puede resultar errónea o cuanto menos bastante pretenciosa para los tiempos que corren, lo cierto es que el que quiere puede, a pesar de los pesares. Y esos pesares no son sólo la dichosa pandemia y las restricciones que genera para, en este caso, la vida cultural –que sobrevive y prevalece entre mascarillas y geles-, sino la puesta en escena de índole medioambiental de Robert Carsen, con cuyos pedestres planteamientos, el espectador madrileño, aunque le pese, empieza ya a familiarizarse en el tercer año de esta producción, de longeva década, de la Ópera de Colonia. Ese ambiente marginal que vimos tanto en El oro del Rin como en La valquiria vuelve a convocarse aquí, en ese campamento improvisado en el que el enano Mime sufre los maltratos del impetuoso Siegfried, anhelante de libertad y de conocimiento verdadero. La encontrará aparentemente en ese remedo de bosque con troncos tronchados del segundo acto, un entorno más disecado que natural, como ese volátil que lleva siempre en su macuto, cuyo canto comprenderá tras clavar la afilada punta de Nothung en el brazo de la excavadora que hace las veces de dragón Fafner. Porque esa simbiosis entre el héroe aún inocente, balbuciente de aprendizaje, y la naturaleza circundante queda bastante anulada en la propuesta de Carsen, que se queda con la faceta más temeraria y bravía del joven, como se muestra en todo el acto primero. O la anulación del halo divino y legendario de la roca rodeada de fuego donde yace dormida Brunilda, que no es tal, ya que vemos un campo de batalla desolado propio de Appocalipse Now. Como comprobamos, una reconversión mundana del medio natural que dio inicio con los residuos que rodeaban a las Hijas del Rin en el prólogo de la Tetralogía. Sigfrido en el Teatro Real o la anulac

"Siegfried" en el Teatro Real. Sigfrido en el Teatro Real
Andreas Schager como Siegfried. Sigfrido en el Teatro Real

En el único reparto presentado, tuvo Siegfried un firme e implacable defensor en el tenor Andreas Schager, un cantante incombustible que lo dio todo de principio a fin de la representación. Su temple vocal de gran proyección y su vigor físico le hicieron imponerse a las continuas inclemencias de una parte que no le deja respiro. Sin deslices en la afinación, el austriaco no muestra señales de agotamiento ni fatiga vocal en ningún instante. Pocos cantantes son capaces de lograr lo que Schager en un personaje de tal dificultad por su extenuante duración y exigencia, con ese nivel interpretativo y con tal nivel de elocuencia vocal. El Mime de su tocayo, el tenor germano Andreas Conrad, es un dechado de intencionalidad y matización en cada frase que emite y delinea sutilmente, pues reviste al sibilino nibelungo de toda la carga teatral que requiere, una materialización vocal antológica que consigue plena verosimilitud. Aunque irreprochablemente cantado, el Caminante del bajo polaco Tomasz Konieczny no es tan rico en detalles, pues su canto sigue siendo parejo en escasez de variedad, cuando no un tanto monótono, que cuando lo vimos en La valquiria. Severidad y aspereza definen su prestación. Excelente en todos los sentidos el malévolo Alberich del bajo austriaco Martin Winkler, pese a su absurda y desacertada concepción escénica, así como el cavernoso Fafner del coreano Jongmin Park, poco favorecido en escena como operario moribundo. En el incandescente dúo final de la ópera, la soprano teutona Ricarda Merbeth brinda a nivel vocal una Brünnhilde que sigue la línea del año anterior, pues redunda de nuevo en el agudo de emisión gritada (es más spinto que dramática), con un registro grave sin brillo, pese a las satisfactorias intenciones teatrales de una cantante que sabe lo que tiene entre manos y se mueve con intención por su personaje. Por su parte, eficaz y contenida es la Erda de la también alemana Okka von der Ramerau, mientras que fuera de escena la española Leonor Bonilla como el pájaro del bosque muestra una voz muy grata pero con ciertas reservas en la ligereza de la línea.Sigfrido en el Teatro Real o la anulación del medio natural

"Siegfried" en el Teatro Real. Sigfrido en el Teatro Real
Ricarda Merbeth y Andreas Schager en un momento de la representación de «Siegfried». Sigfrido en el Teatro Real

Se percibe que un aplicado director como es Pablo Heras-Casado va aprendiendo cada año (y nos atrevemos a decir cada día que pasa) a través de este magno proyecto artístico, y su nada desdeñable visión del Anillo va enriqueciéndose cada vez más a nivel de profundidad sonora y también intelectual, para lo que se ve apoyado en una orquesta disciplinada y vigorosa, si bien queda aún por detallar en las múltiples y complejas capas de significado que encierra la Tetralogía. Como las que nos arrebata la escenografía de Robert Carsen, y que en algunos casos revelan una falta de imaginación notable, como resulta el hecho de dejar el telón bajado mientras suena el maravilloso interludio orquestal del tercer acto en el que Sigfrido cruza el fuego mágico. No hay mal que por bien no venga, al menos salimos ganando con la poderosa carga evocativa de tan excelsa y celestial armonía.

Germán García Tomás


Miércoles, 17 de febrero de 2021. Teatro Real de Madrid. Siegfried (Richard Wagner). Segunda jornada del festival escénico El anillo del nibelungo. Producción de la Ópera de Colonia. Dirección escénica: Robert Carsen. Dirección musical: Pablo Heras-Casado. Estenografía y figurines: Patrick Kinmonth. Iluminación: Manfred Voss. Reparto: Andreas Schager (Siegfried), Andreas Conrad (Mime), Tomasz Konieczny (Caminante), Ricarda Merbeth (Brünnhilde), Martin Winkler (Alberich), Jongmin Park (Fafner), Okka von der Damerau (Erda), Leonor Bonilla (Pájaro del bosque).