Simon Boccanegra. Verdi. Dresde

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Semperoper de Dresde. 3 Junio 2014.

El gran atractivo de este viaje era precisamente este Simón Boccanegra en Dresde, al contar con un excelente reparto vocal y, sobre todo, con la presencia de Christian Thielemann en el podio. La ocasión ha merecido la pena y el resultado ha sido un Simón Boccanegra excepcional.

No son muchas las oportunidades que a uno se le ofrecen de poder asistir a una ópera italiana dirigida por Christian Thielemann. Que yo recuerde la única excepción fue la Manon Lescaut que dirigió en Dresde el año pasado. Habría que echar la moviola para atrás bastantes años para encontrarnos a este excepcional director alemán dirigiendo una ópera de Giuseppe Verdi. Confieso que acudía al teatro un tanto expectante con lo que nos pudiera ofrecer, ya que, al no haber podido asistir a Manon Lescaut, era ésta la primera vez que veía a Thieleman enfrentarse a una ópera italiana.

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El resultado ha sido inmejorable. Un director excepcional lo es siempre y pocas veces he asistido a un Verdi tan bien servido. Habrá quien siga creyendo que un director alemán no puede tener sitio en el olimpo de los grandes directores verdianos actuales y pasados, pero eso no es sino una opinión bastante apriorística. Tras este Simón Boccanegra ya puede el Olimpo verdiano dejar un sitio libre para un director excepcional. Que sea Wagner, Strauss, Puccini o Verdi poco importa. La lectura de Thielemann ha sido de una claridad, una matización y una fuerza impresionantes. Ya desde las primeras notas del Prólogo aquello era diferente. Si no hubiera sido más que su interpretación, ya habríamos tenido muchísimo, pero hubo más. No creo que pueda considerarse una casualidad que los cuatro protagonistas de la ópera nos ofrecieran la mejor de sus actuaciones individuales que yo les haya visto en cualquier teatro. En ello mucho tuvo que ver Christian Thielemann, ya que no suelo creer en las casualidades. Ahí es donde se demuestra la inmensa categoría de un director, cuando consigue de todos los elementos a sus órdenes que den lo mejor de sí mismos, y eso incluye también a los cantantes. Con los músicos de la Staatskapelle Dresden eso es de sobra conocido, ya que a sus órdenes esta orquesta se convierte en algo espectacular y así ocurrió también en esta ocasión. ¡Qué gran diferencia entre lo que escuchaba en la Semperoper ayer y lo que escuché el día anterior! Algo parecido puedo decir del Staatsopernchor Dresden, que estuvo magnífico en toda la representación.

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En resumen, un Simón Boccanegra excepcional para una ocasión única, que espero que tenga continuación en el futuro.

El protagonista de la opera era el barítono serbio Zeljko Lucic, sin duda uno de los mejores barítonos de la actualidad. Su adecuación a los grandes barítonos verdianos y su poderío vocal lo ha demostrado en muchas ocasiones. En esta ocasión se ha superado a sí mismo. He tenido la fortuna de verle en este mismo personaje en teatros como Munich o Frankfurt. La diferencia con su actuación en Dresde ha sido su capacidad para matizar y expresar, muy superior a lo que le he podido escuchar en otras ocasiones. Hoy Lucic ha demostrado que es más que una estupenda voz de barítono.

La soprano italiana Maria Agresta se ha convertido en una de las mejores sopranos líricas de la actualidad y todo ello lo ha conseguido en un período de tiempo muy breve. Hace 4 años era una perfecta desconocida y casi otro tanto lo era hace apenas dos años, cuando Helga Schmidt la hizo debutar en Valencia. Hoy es casi una soprano de referencia en el repertorio puramente lírico. Es difícil encontrar una soprano tan adecuada para la parte de Amelia Grimaldi. Voz preciosa, muy homogénea y una cantante que domina perfectamente su instrumento. No pueden ponerse pegas a su prestación y quedará para el recuerdo su actuación en la gran escena del Consejo.

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Kwanchul Youn fue un irreprochable Jacopo Fiesco, que cantó de manera sensible y emocionante durante toda la representación. Ni siquiera el vibrato, que tanto se hace sentir en su voz, se notaba en esta ocasión. Desde el Lacerato spirito hasta el dúo final con Boccanegra, su Fiesco fue impecable.

De Ramón Vargas tengo que decir que es la actuación más convincente que jamás le he escuchado en un personaje verdiano. Que la voz es bella está fuera de discusión. Su Gabriele Adorno tuvo entrega, calidad y matización de principio a fin. Me he reconciliado con el mejicano.

Buena también la actuación de Markus Marquardt como Paolo Albiani. Casi puede considerarse un lujo su presencia en este personaje, ya que suele cantar personajes protagonistas en este teatro. Cumplió Andreas Bauer como Pietro.

Para esta excepcional ocasión Dresde nos ha ofrecido una nueva producción, que lleva la firma de Jan Philipp Gloger, cuyo trabajo resulta un tanto confuso, aunque narra bien la trama. La escenografía de Christof Hetzer ofrece un escenario giratorio, con diferentes módulos, en los que se desarrollan las escenas. No resulta particularmente brillante, pero funciona bien. El vestuario (Karin Jud) ofrece una mezcla de épocas, queriendo significar que las ambiciones, las intrigas y la lucha por el poder son tan actuales ahora como en la Génova del siglo XIV. La iluminación de Bernd Purkrabek saca buen partido del ambiente oscuro de la producción.

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Jan Philipp Gloger nos ofrece unas visiones fantasmagóricas por parte de los distintos personajes de la ópera, haciendo aparece personajes mudos, cuando el libreto hace referencia a ellos, como es el caso de María Grimaldi, la propia Amelia de niña, Gabriele Adorno también de niño, y hasta la vieja Giovanna , que cuidaba a la hija de Boccanegra. No está mal traído, si no fuera por el hecho de abusar de las apariciones en escena de todos esos personajes. Lo más logrado de la producción fue la segunda parte de la escena del consejo, que Gloger la saca a la calle y resulta espectacular.

La sorpresa de la noche no fue tanto el resultado de la representación, sino la ocupación del teatro, que sobrepasaba escasamente el 80 % del aforo. El patio de butacas ofrecía huecos difíciles de creer. Está claro que en Dresde el público no es muy verdiano. No hubo aplausos durante la representación, ya que Thielemann no paró la orquesta en ningún momento, queriendo dar fluidez al discurso musical. La acogida final fue triunfal para los cuatro solistas, así como para Thielemann, orquesta y coro.

La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración 2 horas y 39 minutos, incluyendo un intermedio. Duración musical de 2 horas y 10 minutos. Nueve minutos de ovaciones y bravos, que pudieron ser más, ya que se bajó el telón, cuando las ovaciones estaban en pleno apogeo.

La entrada más cara – palco central – costaba 113 euros, mientras que la butaca de platea costaba 94 euros, con las filas de atrás al precio de 70 euros. La entrada más barata costaba 27 euros. Como dice Ford en Falstaff: ¿Es sueño o realidad?

 

José M. Irurzun