Tras la representación de Fidelio de Beethoven en versión de concierto y en paralelo a las funciones de Orfeo y Eurídice, la ópera de La Monnaie programó un concierto especial a cargo del director de orquesta francés Alain Altinoglu, en el que se sirvieron las obras de Héctor Berlioz Harold en Italie, op.16 (1834) y la Symphonie fantastique, op.14 (1830).
La primera de ellas contó además con Renaud Capuçon, solista de lujo a la viola. El músico de Chambéry debutaba junto a la orquesta titular de La Monnaie y el resultado consiguió momentos emocionantísimos, de gran factura. Ofreció una inspirada interpretación, muy personal, que pudo aglutinar el sonido orquestal, algo deslavazado desde el comienzo. La obra es irregular y combina momentos brillantes con otros de un romanticismo de cartón-piedra, que al público actual poco le dice, más allá de la belleza de sus melodías. Aunque los programadores parecen darle a esta obra un segundísimo plano (el título del concierto es Symphonie fantastique), quizá sea la más interesante en cuanto a su relación con la polémica puesta en escena de Romeo Castellucci del Orfeo y Eurídice de Gluck. En ambas obras, la idea relativista posmoderna e individualista aparece como núcleo temático. Si en Harold se presenta a un viajero (personificado por la viola solista) en un mundo extraño con el que interactúa siempre desde fuera, la puesta en escena de Castellucci, con su retórica de la ética personal y existencialista, parece beber de la tradición romántica, adaptándola con habilidad a lo que voy preocupa al hombre del siglo XXI. Por tanto, por la calidad de la interpretación y por su unidad temática con la propuesta del teatro, esta versión ninguneada de Harold en Italia fue lo más interesante de la tarde.
La esperada Sinfonía Fantástica vino después del descanso. Aquí no estuvo al quite el pegamento de la viola de Capuçon, y una orquesta de La Monnaie irreconocible ofreció una versión vulgar de una obra, por otra parte, difícil de interpretar si no se ensaya a conciencia. El fallo principal fue la incapacidad para encontrar una personalidad sinfónica unitaria por parte de Altinoglu. Los movimientos se sucedían sin transmisión, y tras la última nota no quedaba nada. Todos los sueños se componen de imágenes heterogéneas, pero que de un modo instintivo llevan el marchamo del que las sueña. Así, lo inconexo se asocia para cobrar sentido completo en virtud de la materia misma de los sueños. Algo que los románticos veían tan claro, y que se materializó a través de esta obra maestra, no estuvo presente en el palacio de Beaux Arts de Bruselas. La respuesta del público belga fue fría, como no podía ser de otro modo.
El proyecto de acompañar las representaciones del Orfeo de Gluck con versiones de concierto de obras inmortales que inspiren a los espectadores de La Monnaie ideas complementarias a la visión de Castellucci ha contado con suerte desigual. No obstante, el esfuerzo de programación es encomiable, y demuestra una voluntad por enriquecer y contextualizar el discurso teatral, lo que va en favor tanto del público, como de la propia Ópera de La Monnaie.
Carlos Javier López
@CarlosJavierLS
Orquesta Sinfónica de La Monnaie
Alain Altinoglu (director de orquesta)
Renaud Capuçon (viola)