La Sinfónica Juvenil de Caracas invadió el escenario del Palau de la Música con un magnífico concierto dentro del ciclo Tardes al Palau dirigido por el carismático Dietrich Paredes con un programa monográfico del s.XX. Aire fresco y de calidad en la música clásica.
El maestro Jose Antonio Abreu debe de estar muy satisfecho de los frutos de tantos años cuando ve y escucha sus orquestas y cómo sus alumnos se van colocando en las mejores orquestas del mundo como instrumentistas o directores.
Este hombre de estatura media, de mirada seria y penetrante que la sabe combinar con una voz dulce y pausada ha sabido conformar y dar vida a la idea de la capacidad transformadora de la música en la vida de tantos niños y adolescentes con una perspectiva vital bastante deficiente y que gracias al proyecto de el Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e infantiles de Venezuela les ha ofrecido una dignidad y un futuro profesional diferente y mejorado al de la media.
El compositor venezolano Inocente Carreño escribió como homenaje a su Isla Margarita natal una suite sinfónica llamada “Margarita, glosa sinfónica” estrenada en 1954 que fue la pieza que abrió el programa del concierto con una música muy accesible para público y orquesta con motivos inspirados en melodías y tonadas tradicionales venezolanas, y que ya nos mostró la calidad de las diferentes familias y solistas especialmente del solista de trompa.
En 1910 se estrenaba en París el ballet “El pájaro de fuego” con los ballets de Diaghilev y la partitura de un joven y prometedor Stravinsky. De toda la partitura se realizaron tres suites sinfónicas siendo la segunda la escogida para este concierto y que mostro la sutileza de las cuerdas en los números más delicados como la “Ronda de las Princesas”, o “Berceuse” y la potencia de todos los efectivos en el brillante final in crecendo que Dietrich Paredes supo controlar hasta el detalle.
La segunda parte del concierto fue dedicada al compositor igualmente ruso Dimitri Shostakovitch con una de sus obras más conocidas, la sinfonía n.5 en Re menor Op.47, donde muestra su ironía y crítica desde un lenguaje musical mordaz con las autoridades stalinistas que habían acabado con su nuevo lenguaje en su ópera” Lady Macbeth” y la sinfonía precedente.
La versión ofrecida por los más de 150 instrumentistas que llenaban el escenario contuvo todos los matices de esta partitura, dramatismo del primer tiempo, lirismo y poesía del tercero, Largo; y por supuesto la contundencia de una irónica visión de la música militar en el segundo y la recapitulación de todos ellos en el movimiento conclusivo, con las brillantes participaciones del concertino, cuarteto solista de la madera, la precisión de los metales y la exactitud de la percusión.
Ante la insistencia de un público encantado con música e intérpretes el director titular Dietrich Paredes ofreció dos bises ya de un carácter más ligero de música nuevamente venezolana donde el ambiente creció en emoción sin perder calidad musical.
Un Palau con una capacidad prácticamente llena que disfruto de un trabajo bien hecho y que trasciende más allá del hecho musical, con un proyecto social y humano que en América ya es una realidad y que ojalá se pudiera implementar en nuestras latitudes en los barrios más desfavorecidos de nuestras poblaciones. Cantera hay, …sensibilidad política??
Robert Benito
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