Termina este viaje a Berlín con esta representación de la ópera más conocida de Luigi Cherubini, que se ofrece en la versión original francesa. Tengo que decir que es la primera vez que veo esta versión original de la ópera, ya que hasta ahora siempre había asistido a representaciones en la versión italiana de la ópera. No sé si la razón estriba en la influencia de María Callas a lo largo de muchos años, pero la verdad es que me resulta más redonda la versión no original, que me parece más dramática que la que ahora nos ocupa.
El resultado de la representación ha sido en conjunto un tanto irregular, habiendo contado con una nueva producción escénica que poco de positivo ha aportado, una dirección musical que fue a más conforme avanzaba la ópera, y un reparto vocal, en el que ha destacado de manera clara la protagonista que da título a la ópera.
La Staatsoper de Berlín ha ofrecido una nueva producción del mito de Medea, habiendo encargado la parte escénica a Andrea Breth, que suele colaborar con cierta frecuencia con el teatro berlinés. La producción me ha resultado bastante decepcionante y hasta un tanto ramplona. Cuenta con una escenografía de Martin Zehetgruber, consistente en un escenario giratorio que va ofreciendo una serie de espacios siempre con cajas de madera en el suelo, pareciendo más almacenes que cualquier otra cosa. Ni siquiera para la ceremonia de esponsales de Jason y Dircé nos ofrece algo distinto. La acción se traslada a tiempos modernos, lo que poca importancia tiene, ya que estamos ante un mito y bien sabido es que lo mitos son atemporales. El vestuario es obra de Carla Teti y llama la atención que viste a Medea y a Neris como pertenecientes a alguna secta religiosa, seguramente para significar que ellas no son griegas y de Corinto. La iluminación de Olaf Freese tampoco resulta nada excitante.
En suma, es una producción que no molesta, bastante poco atractiva a la vista, y que no va más allá de narrar la trama. Tampoco la dirección escénica tiene nada de particular, si exceptuamos a la protagonista, que es un animal de escena.
Al frente de la dirección musical estaba el titular de la casa, es decir Daniel Barenboim, a quien me resultaba curioso ver dirigir una ópera del siglo XVIII, como me ocurriera también con Zubin Mehta, cuando dirigió esta ópera en Valencia. No descubro nada diciendo que Daniel Barenboim es uno de los grandes directores de hoy en día. Eso significa que, cuando uno va al teatro y dirige él, las expectativas son muy altas. Eso ocurría claramente en este caso y el resultado no ha llegado a la altura esperada. Su dirección me ha parecido muy solvente, pero no extraordinaria durante los dos primeros actos de la ópera. Nos ofreció lo mejor musicalmente en el tercer acto, en el que pudimos disfrutar de un magnífico preludio, que fue quizá lo mejor de toda la noche, y que fue ni más ni menos que el inicio del estupendo último acto que nos ofreció. A sus órdenes estuvo una estupenda Staatskapeelle Berlín, haciéndolo también de manera notable el Staatsopernchor.
La protagonista Medea fue interpretada por la soprano búlgara Sonya Yoncheva y su actuación hay que considerarla como digna de elogio en todas sus facetas. La voz de esta soprano se ha oscurecido notablemente en los últimos años, manteniendo todo el atractivo de su timbre y cantando y moviéndose en escena con gran seguridad. Hizo una muy buena Medea y fue el centro de atención de los espectadores desde el momento en que apareció en el escenario. Ella vive con gran intensidad la tragedia del personaje y únicamente deseo que no lo frecuente en exceso, ya que es muy exigente y con una tesitura complicada. No hay que olvidar que hasta mezzo-sopranos se han encargado de dar vida en escena al personaje. En cualquier caso. un muy buena Medea por parte de la búlgara.
El tenor americano Jasón fue interpretado por Charles Castronovo y su actuación me pareció correcta, pero no particularmente destacable. Nunca me ha entusiasmado este cantante y sigue sin hacerlo. Prefiero una voz más dramática que la suya en el personaje.
La mezzo-soprano Marina Prudenskaja lo hizo bien en la parte Neris, cantando con gusto su aria del segundo acto, que es una de las más interesantes de toda la ópera.
Dircé era la soprano Elsa Dreisig, que mostró una voz atractiva de soprano ligera en su corta intervención en el primer acto de la ópera.
El Rey Créon era el barítono Iain Paterson, cuya actuación me resultó poco convincente. Tengo que decir que a mi parecer el personaje requiere un auténtico bajo, y él es justamente barítono.
Adecuadas las dos criadas de Dircé, interpretadas por Sarah Aristidou y Corinna Scheurle.
El teatro había agotado sus localidades para esta primera representación del ciclo. El público se mostró un tanto frío durante la representación y mucho más cálido en los saludos finales, siendo los mayores aplausos para Sonia Yoncheva y Daniel Barenboim. El equipo artístico recibió algunos abucheos.
La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración de 2 horas y 49 minutos, incluyendo un intermedio. Duración musical de 2 horas y 16 minutos. Diez minutos de aplausos, que se prolongaron indebidamente.
El precio de la localidad más cara era de 162 euros, costando la más barata 37 euros.
José M. Irurzun