Sonya Yoncheva triunfa sin arriesgar en el Met, aupada por el piano de un impecable Malcolm Martineau

                                   Sonya Yoncheva en el Met Por Carlos Javier López Sánchez

La soprano búlgara Sonya Yoncheva se presentó en solitario en un recital en la Metropolitan Opera de Nueva York, acompañada al piano por el escocés Malcolm Martineau. El programa incluyó canciones líricas del repertorio romántico francés en la primera parte, e italiano tras el descanso.

La tarde se abrió con piezas de Henri Duparc, como la amable L´invitation au voyage, donde Yoncheva se mostró intimista y contenida, empleando el portamento con gusto y poesía. Le siguieron Au pays où se fait la guerre y La vie antérieure, con gran limpieza en la entonación y el vibrato justo. Sonya Yoncheva en el Met

Ya desde el inicio, Martineau sobresalió en su cometido como acompañante. Siempre pegado a la cantante, siempre poético, preciso, musical e inspirado. Sin duda un gran apoyo sobre el que Yoncheva pudo construir su arte. El bloque dedicado a Duparc se cerró con una perfumada versión de Chanson triste, acaso algo afectada en la expresión, pero en todo caso muy emotiva. Sonya Yoncheva en el Met

El primer gran aplauso del público vino tras Haï Luli! de Pauline Viardot-García, la pieza más expresiva hasta ese momento, llena de color y efluvios amorosos. “Mon bon ami devait venir et je l´attends ici seulette”, cantó Yoncheva en una línea fenomenal.

La soprano Sonya Yoncheva (c) Ken Howard / Met Opera 2022

A continuación, tres canciones de Ernest Chausson trajeron aires de mayor expansión lírica. Poco después, en Depuis qu´une autre a su te plaire de Gaetano Donizetti, Yoncheva regaló un sonido muy redondo con gran lustrosidad en el agudo. En concreto al cierre de la pieza, la Yoncheva sorprendió con la frase “Alors j´aurai cessé de vivre”, con un apoyo soberbio incluso en la franja alta de la tesitura.

La cantante, alzada siempre sobre el pedestal del piano de Martineau, cerró el ciclo francés con una graciosa versión de Les filles de Cadix de Léo Delibes, a la que solo le faltaron las castañuelas y en la que la cantante estuvo impecable en las agilidades y se mostró seductora sin perder su natural elegancia.

La de Yoncheva es una voz de timbre aterciopelado, con un centro terso y sonidos muy cubiertos, como es típico en las voces del este. Un instrumento de línea más bien pesada por su tamaño, con lustroso ropaje de lírica pura. La línea de canto se desarrolla equilibrada hasta el paso de registro, a partir del cual se desborda en el agudo con sonidos más abruptos y empujados, menos acariciadores. En sus inicios destacó en el repertorio barroco de la mano de William Christie y Les Arts Florissants, manejando con habilidad su gran dotación vocal, aunque tal vez un tanto heterodoxa en cuanto al estilo. La escuela barroca se manifiesta incluso en otros repertorios, donde Yoncheva sabe emplearse con precisión y limpieza en las agilidades.

La soprano parece inmersa en una rápida evolución hacia terrenos cada vez más dramáticos. Tras atreverse con Tosca, Imogene de Il Pirata y Abigaille de Nabucco, para este año tiene programado meterse en la piel de Anna Bolena en París, la Gioconda en Milán, Iolanta en Alemania, Stephana en Madrid (protagonista de Siberia, de Umberto Giordano) y Norma en el Liceu. Pronto volverá también a Nueva York con la Leonora de Il Trovatore. Una excitante aunque arriesgada lista de personajes que pondrá a prueba su arte en los próximos años. Sonya Yoncheva en el Met

Después del descanso, escuchamos canciones de Giacomo Puccini, en las que Yoncheva tiró de los moduladores para exprimir la expresión de la línea. Se intuye un trabajo concienzudo de ensayos con Martineau, pues ambos articularon un discurso unitario que marcó de manera sobresaliente la diferencia entre distintos compositores. Así se puso de manifiesto con Al foto bosco, placida ombria de Giuseppe Martucci, cantada con la emoción del descubrimiento y con el abandono de la pasión juvenil.

La canción napolitana siguió la estilizada línea del resto del recital. En L´ultimo bacio e Ideale de F. Paolo Tosti, encontramos una Yoncheva demasiado exquisita y alambicada. Así, el público se perdió la emoción de unas piezas destinadas a cantarse de manera más descarnada. Tampoco contribuyó al resultado final la regular dicción de la búlgara.

La soprano Sonya Yoncheva acompañada del pianista Malcolm Martineau (c) Ken Howard / Met Opera 2022

De Giuseppe Verdi, el dúo de artistas interpretó In solita Stanza, Ad una stella y L´esule, de creciente carácter operístico. Para entonces, el entendimiento entre Martineau y Yoncheva era pleno, y pudimos disfrutar de frases de gran factura lírica.

Tras una fenomenal ovación, la soprano cantó tres propinas. La más jugosa, el aria ‘Donde lieta usci’ (La Bohème), en la que Yoncheva cantó con el corazón y dejó detalles de una gran Mimí. Le siguieron para cerrar el recital la sensual ‘Habanera’ de Carmen, en la que Yoncheva no escatimó en requiebros hacia Martineau, y un pequeño fragmento de ‘Adieu notre petite table’ de la Manon de Massenet, a modo de sentida despedida.

Podemos decir que Yoncheva escogió el repertorio de su recital en Nueva York de manera inteligente, aunque conservadora. La soprano salva de manera aseada el compromiso, sin enloquecer a sus seguidores, ni sorprender a los más escépticos. Si bien la artista desarrolló plenamente sus cualidades expresivas y el resultado contó siempre con una atractiva aura poética, no pudimos comprobar la forma en que se encuentra la artista en un momento clave de su carrera. Sonya Yoncheva en el Met

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Metropolitan Opera de Nueva York, 23 de enero de 2022. Recital de la soprano Sonya Yoncheva y el pianista Malcolm Martineau, con obras del repertorio romántico francés e italiano de los compositores Henri Duparc, Pauline Viardot-García, Ernest Chausson, Gaetano Donizetti, Léo Delibes, Giacomo Puccini, Giuseppe Martucci, Paolo Tosti, Giuseppe Verdi, Georges Bizet y Jules Massenet.  Opera World