Spielberg lleva West Side Story a la realidad del NY de 1957, con coreografía de Justin Peck

Spielberg  West Side Story Por Cristina Marinero

Lo primero, decir que la nueva versión cinematográfica de West Side Story que Steven Spielberg ha dirigido es una gran película y hay que verla con una perspectiva equilibrada, tanto como remake de la original como creación totalmente nueva.

Y, en lo que nos ocupa, la danza, el coreógrafo es Justin Peck, artista surgido del New York City Ballet, criado, por tanto, en la esencia de movimiento del creador de West Side Story, el coreógrafo Jerome Robbins. Peck ha realizado un detallado trabajo en el que está en espíritu y estilo Robbins, que fue codirector de la considerada obra maestra del cine de 1961. El crítico de The New York Times, Alastair Macauly, lo calificó como “el tercer coreógrafo más importante surgido este siglo en el ballet clásico”.

En los primero planos, el director nos ofrece una información valiosa que internamente tiene a la danza como protagonista. Hace una panorámica vertical de los edificios que se están derrumbando para una nueva construcción y recorre el cartel del proyecto que irá ahí. Se trata del fastuoso Lincoln Center. Con este plano está enmarcando su West Side Story en el momento en que se rodó el original de 1961 (aunque luego un cartel visto durante la secuencia América da pistas para situar la película de Spielberg en 1957), ya que los productores pidieron a la alcaldía de Nueva York que se pararan estas obras para el rodaje de exteriores. Y en ese entorno un poco al norte de San Juan Hill, tan mencionado ahora en la cinta de Spielberg, en el entorno de la calle 68 y Amsterdam Street, bailaron los Jets y los Sharks coreografiados por Jerome Robbins. Spielberg  West Side Story

Ariana Debose (Anita) y David Alvarez (Bernardo) en ‘América’ de West Side Story  (c) 20th Century Fox-Niko Tavernise

Pues, curiosamente, en cuanto el Lincoln Center estuvo construido, allí se trasladó el New York City Ballet, al hoy llamado David H. Koch Theater –el nombre del millonario mecenas que ayudó a reformar el teatro–. Y Robbins, que rodó su película en esas calles, sería pieza indispensable de la compañía que hizo de aquel entorno su hogar. Es como un cierre de círculo perfecto con West Side Story y su creador como protagonistas.

No se pierdan esta majestuosa película. Véanla en pantalla grande, disfruten con la genialidad de Spielberg narrando con imágenes, protagonizada por Rachel Zegler (María), Ansel Elgort (Toni), David Alvarez (Bernardo), Ariana DeBose (Anita), Rita Moreno (en el papel creado para ella, Valentina) y Mike Faist (Riff). Todos cantan (acuérdense que tanto Natalie Wood como Richard Beymer, María y Toni en la versión de 1961, fueron doblados en esos momentos musicales; Moreno, también en otros) y los que deben bailar por imperativo de su personaje lo hacen y muy bien. Ariana DeBose es una fuerza de la naturaleza y, además de ser una genial bailarina, se come la pantalla con su brillo personal. Mike Faist es un carismático actor, con voz arratonada y un swing corporal muy de los años cincuenta. Incluso Elgort baila más que correctamente, lo que le ha permitido a Spielberg crear un número coreográfico con el tema Cool, con ellos dos frente a frente.

Con la dirección de fotografía de su inseparable Janusz Kaminski (¡esos colores!  Y, como contraste, ese ambiente gris de las calles con cascotes y esqueletos de edificios que parece estar diciéndonos que los Jets son los hijos de los hombres de Salvad al soldado Ryan…), esta versión cuenta con un trabajo impresionante de todos los departamentos, arte, vestuario y sonido encabezándolos. Tiene ya  cuatro nominaciones a los Globos de Oro, entre ellos el de mejor película de comedia o musical y dirección; también once a los Critics Choice Awards, entre otros. Spielberg  West Side Story

Y la música… Aquí con arreglos de David Newman, la composición de Leonard Bernstein, con letra del recientemente desparecido Stephen Sondheim, magistral, impresionante y siempre en nuestra memoria, lleva la dirección de Gustavo Dudamel al frente de las orquestas New York Philarmonic y Los Angeles Philarmonic.

Quizás el único –y discreto– “pero” a las decisiones directoriales del creador de E.T. y La lista de Schindler es haberse sumado a la actual necesidad de rodar y montar las secuencias coreográficas muy, muy dinámicas. Y en esto Spielberg podría haber equilibrado América y Baile en el gimnasio, tan llenos de planos, con un mantra proveniente de Fred Astaire, “o baila la cámara, o bailo yo”. Cuando ponemos movimiento –el montaje– al movimiento –la coreografía, espacial y de cada cuerpo– se neutralizan y lo que ocurre es que “no vemos” la danza ni a los bailarines. Y aquí a veces pasa. Spielberg, Spielberg…

Si Fred Astaire y Ginger Rogers se han quedado pegados a nuestra retina como iconos del cine es porque les hemos visto bailar sin ser fragmentados. Si el gran número coreográfico América es otro de los iconos del cine musical americano es porque Robbins era codirector y coreógrafo del West Side Story de 1961 y el montaje deja ver la danza (¡claro!). También, su decisión de qué planos rodar y cómo montarlos, caso del famoso momento en el que la cámara está a ras de suelo y permite el gran general por el que admiramos a Rita Moreno, George Chakiris y todos los bailarines-cantantes-actores que interpretan a los Sharks y a sus chicas en la mítica película.

Desde la primera secuencia, Steven Spielberg subraya su cambio de perspectiva respecto al arranque del clásico de 1961. Ya no vemos el plano cenital del flamante Nueva York en el inicio de la crucial década con que empezaba la película de Jerome Robbins y Robert Wise. Aquí la cámara viaja por una imagen más desoladora, donde las grúas con bolas de hierro están derribando los icónicos edificios de cuatro plantas con las escaleras de incendios en la fachada. Spielberg  West Side Story

La ciudad está cambiando, caen viejas estructuras y durante los años 60 y 70 su paisaje va a dejar el ladrillo rojo para plagarse de acero y cristal, culminando esta primera parte del proceso en las icónicas y hoy dramáticamente desaparecidas Torres Gemelas. Y ahora, cuando se han cumplido 20 años del atentado que las eliminó y 60 del estreno de West Side Story, Spielberg ha puesto a Jets y Sharks en mitad del asfalto, rodando entre polvo y cascotes la lucha de estas dos bandas, de estas dos culturas que quieren dominar el territorio. Sea muy bienvenida su aportación para comprender la banalidad del odio y denunciar lo nefasto de la lucha, en vez de la convivencia. Lo que plantea su personal Romeo y Julieta, más aún, en el siglo XXI sigue siendo absolutamente necesario.

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