Stabat mater. Rossini. Madrid

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Zedda triunfa en Madrid
El Teatro de la Zarzuela de Madrid volvió a ofrecer una de sus veladas líricas el pasado 10 de mayo. Esta vez, el maestro Alberto Zedda dirigió un programa basado en obras de Gioachino Rossini. En la primera parte se interpretaron la Sinfonía e introducción para mezzosoprano, coro masculino y orquesta, de Ermione (1819) y La morte de Didone (1818), Escena lírica para soprano, coro masculino y orquesta. En la segunda, sonó el Stabat Mater (1833, 1842). Junto a la Orquesta de la Comunidad de Madrid y el coro del Teatro de la Zarzuela (preparado por Antonio Fauró) se presentaba un atractivo elenco de voces que incluyó a los españoles Clara Mouriz (mezzo), Carmen Romeu (soprano), Rubén Amoretti (bajo) y el ruso Dmitri Korchack (tenor, que cantó en sustitución de Celso Albelo).
La primera parte fue un duelo entre las solistas femeninas que se saldó con el éxito de Carmen Romeu. Aunque su voz llega algo más pesada y acusaba el cansancio de toda la temporada, concitó el favor del público del Teatro de la Zarzuela, y su interpretación de Dido fue musical, delicada, creíble. La Romeu tiene un timbre complejo, de los que no deslumbran en la primera nota, pero que son capaces que atrapar poco a poco al espectador, subyugándolo gracias al embrujo de una voz que aparece tersa y dúctil, con matices, que dice cosas. Su técnica, que parece hecha para este repertorio, permite escucharla con deleite y sin sobresaltos. La soprano valenciana se presentará en Pésaro en el papel de Armide, dirigida por Carlo Rizzi. Si despliega el nivel canoro actual (que ya pudimos disfrutar en la Desdémona que cantó en Flandes), puede ser una de las triunfadoras del delicioso festival italiano.

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Clara Mouriz, mezzosoprano guipuzcoana, se enfrentaba a una dura prueba en estas páginas de Ermione (ópera rara de Rossini rescatada recientemente por el propio Zedda). Con su timbre oscuro y mate, sorteó con oficio los intrincados desafíos de la coloratura. Sin embargo, su emisión resultaba irregular y acomodaticia en los agudos, y adoleció de falta frescura y precisión en las agilidades. El resultado final, no obstante, no es malo, pues sabe adaptarse a la música, y ayudarse del sonido orquestal para construir un todo con sentido estilístico.
Tras el descanso, pudimos escuchar de nuevo a ambas artistas: la Romeu, en su línea, sonó cálida y espiritual; la Mouriz, coloreó con sus tonos oscuros una interpretación del stábat mater que superó en calidad a lo ofrecido en la primera parte. Ambas demostraron un entusiasmo muy celebrado por el público.
El tenor ruso Dmitri Korchak sustituía a Celso Albelo, y demostró que domina la pieza. Cantó con claridad, gusto e intención. Su voz parece más sujeta a una idea central, y suena más sobria que en épocas anteriores, donde sonaba incierta. La falta de ensayo le hizo mantenerse en la discreción de un canto conservador aunque muy profesional. Aporto equilibrio y calidad al cuarteto vocal, y supo imbuirse de la calidez latina de un elenco puramente español. En cuanto al bajo (antes tenor) burgalés Rubén Amoretti, debemos destacar su empaque y precisión. Con una voz de timbre oscuro y emisión algo hosca, convenció en su parte, sobretodo en su duo a capella con el coro masculino “Eja mater fons amoris”.
Los profesores de la Orquesta de la Comunidad de Madrid disfrutaron a las órdenes del maestro milanés. Brillaron las flautas y los clarinetes solistas, básicos para que el resultado orquestal fuera sugestivo. Titubearon las cuerdas en ciertos momentos, cosa menor. Aunque empezó algo robótico y anquilosado, Alberto Zedda se fue creciendo a lo largo de la tarde, y firmó una versión del Stabat Mater inspiradísima, muy personal, con una fuerza muy teatral, íntima a veces, recogiendo la sensibilidad adquirida con los años. Lo de Zedda, al que podemos considerar el triunfador de la noche, es sorprendente, por cuanto que se reinventa en cada representación, y trata con mimo la partitura, de la que se retroalimenta. Un lujo tenerlo en Madrid.
Los artistas tuvieron que saludar cuatro veces tras la representación, y fueron braveados con entusiasmo por un público que supo escuchar con recogimiento y celebrar con alborozo.
Carlos Javier López Sánchez
@CarlosJavierLS

FICHA ARTÍSTICA
Dirección musical: Alberto Zedda
Director del coro: Antonio Fauró
Orquesta de la Comunidad de Madrid, Coro del Teatro de La Zarzuela
Solistas:
Carmen Romeu, soprano
Clara Mouriz, mezzosoprano
Dmitry Korchak, tenor
Rubén Amoretti, bajo