Svanda. Weinberger. Dresde

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Semperoper de Dresde. 27 Enero 2014.

Jaromir Weinberger es un compositor checo de origen judío, que vivió durante la primera mitad del siglo XX. Un auténtico niño prodigio, dedicó su labor a la enseñanza, fundamentalmente en su Checoeslovaquia natal y en Estados Unidos, a donde huyó en la época nazi. Su mayor éxito fue justamente la ópera Svanda, estrenada en Praga en 1927 y que se convirtió en el gran éxito de aquellos años, apareciendo en todos los grandes teatros, incluyendo el Metropolitan de Nueva York. También en España se representó por una compañía de aficionados en Barcelona. El éxito de Svanda fue muy importante, aunque efímero, ya que fue prohibida por los nazis y después de la guerra mundial no volvió a gozar de la popularidad que tuvo en los años posteriores a su estreno.

La ópera es ni más ni menos que un cuento muy divertido, en el que el gaitero Svanda tiene poderes especiales en sus interpretaciones, siendo los otros personajes fundamentales su mujer Dorotka y el divertido granuja Babinsky, quien, como Robin Hood, roba a los ricos para darlo a los pobres. El recién casado Svanda se va en busca de aventuras con Babinsky, apareciendo en la corte de una reina que está hechizada y tiene el corazón de hielo, hasta que la música de Svanda la convierte en normal, quedando la reina tan impresionada que decide casarse con él y hacerle rey, pacto que sellan con un beso, pero aparece Dorotka reclamando a su marido, lo que disgusta a la reina, que condena a muerte a Svanda. Cuando va a ser ejecutado, Babinsky se las arregla para cambiar al verdugo el hacha por una escoba. Al negar Svanda a Dorotka su compromiso con la reina, es llevado a los infiernos, pero Dorotka pide a Babinsky que lo saque de allí. El infierno es un sitio divertidísimo, al que llega también Babinsky, jugando en una partida de cartas con el diablo su alma y la de Svanda. Es una partida de dos tramposos, de la que sale ganador Babinsky, volviendo con Svanda a casa, donde se reúne con su ya envejecida mujer para encontrar finalmente la felicidad. Musicalmente es una obra muy bien construida con una importante orquestación y ritmos folklóricos checos. Apenas se puede echar sino algo más de inspiración, pero la obra se ve con agrado y resulta divertida.

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La producción de Axel Köhler se limita a narrar la trama y lo hace muy bien, teniendo que destacar las escenas de la corte de la reina de hielo y la del infierno, que son de lo más adecuadas y divertidas. La escenografía se deber a Arne Walther, mientras que el muy divertido y colorista vestuario es obra de Henriki Bromber. La iluminación de Fabio Antoci es un buen complemento a la producción. La dirección escénica está muy bien hecha, especialmente en las dos escenas antes referidas, en las que el espectador tiene ocasión de disfrutar y divertirse. La dirección musical se debió a Constantin Trinks, cuya labor me pareció francamente buena, aunque quizá hubo algún exceso de sonido en ocasiones. Este maestro está haciendo una carrera importante y sus actuaciones siempre tienen interés. Magnífica la Staatskapelle Dresden, una de las mejores orquestas de Alemania, a la que hoy podré juzgar mejor en manos de Christina Thieleman en la Elektra de Berlín. Magnífico también el Coro del teatro. El protagonista Svanda era el barítono Christoph Pohl, que tuvo una convincente actuación como el gaitero mágico. Irreprochable en escena, mostró una voz atractiva, aunque excesivamente engolada, lo que perjudica su emisión.

Muy bien el tenor checo Ladislav Elgr como Babinsky, personaje simpático donde los haya, una especie de Papageno. Su actuación fue modélica en escena. Vocalmente es un tenor lírico-ligero de voz atractiva, también un poquito engolada, pero canta bien y su voz corre con suficiencia. La soprano americana Marjorie Owens fue vocalmente lo mejor del reparto, aunque su personaje no tenga el brillo de los dos anteriores. Esta soprano tiene una voz de calidad notable, muy homogénea y canta francamente bien. Me dejó muy buena impresión el año pasado en Senta y lo ha corroborado ahora.

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La mezzo soprano americana Tichina Vaughn ofreció una voz de no mucha calidad en el personaje de la reina con el corazón de hielo. Muy adecuado el bajo Michael Eder en el simpático personaje del diablo. Bien. Tilmann Rönnebeck como el mago de la corte de la reina. La Semperoper ofrecía una entrada de alrededor del 85% del aforo. El público disfrutó con el espectáculo, dedicando una cálida acogida a los artistas. La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración de 2 horas y 42 minutos, incluyendo un intermedio. Duración musical de 2 horas y 13 minutos. Seis minutos de aplausos

La localidad más cara (palco central) costaba 86 euros. La mejor butaca de platea valía 71 euros, pero las había también por 56 euros. La entrada más barata costaba 17 euros.

José M. Irurzun