Por Cristina Marinero / OW
En el Centro Condeduque de Madrid se ha representado al aire libre, el viernes 17 y sábado 18 de mayo, Tablao, espectáculo creado para la obra arquitectónica-escultórica de Ernesto Artillo, expuesta los días anteriores, tras su exhibición del año pasado en el Museo Centro de Arte Dos de Mayo de Móstoles, que lo ha producido con el título de Tablao. Un archivo para el cuadro.

El artista malagueño creó esta réplica en blanco de El Corral de la Morería como continuación de su investigación sobre el folclore y el flamenco, y en estas representaciones se ha visto cómo esta instalación se iba desmoronando rodeada del baile, cante y toque de Niño de Elche, con quien va de la mano en la propuesta, Rocío Molina, Andrés Marín y Raúl Cantizano. El humo blanco que subrayaba esta puesta en escena como de otro mundo se vio por unos instantes atizado por una lluvia fugaz que no desvió el foco de los espectadores, ni la continuidad de los intérpretes.
La atmósfera era fantasmal, como si entrásemos en un mundo espiritual que guarda la esencia del arte mostrado durante tantas décadas en ese pequeño pero gran escenario. Rocío Molina, como una aparición, caminó lentamente entre el público, para subirse el ya desvencijado escenario y volver a vestirse con traje de volantes desde su movimiento contemporáneo. La internacional bailaora volvió por esa hora y pico a bailar la tradición, con Andrés Marín –con quien se emparejó para las sevillanas-, el cantaor Niño de Elche y el guitarrista Raúl Cantizano rodeando su movimiento. Explayó sus brazos, elevó su torso y se alimentó de tantos años mostrándose por los palos más arraigados, con su fino zapateado resonando en el tablao que tanto y a tantos ha elevado en su arte.
Un día antes, el jueves 16 de mayo, la cita había sido en el tablao real, en El Corral de la Morería. Decía el director del Ballet Nacional de España (BNE), Rubén Olmo, durante la celebración del 68º aniversario del especial enclave que cuando alguna vez se le caía alguna gira, llamaba a Blanca del Rey para poder bailar allí y ella le decía sin pensarlo dos veces, “vente esta noche”. Para Olmo, el cariño y ayuda de la gran bailaora, directora artística del restaurante-tablao que fundó su marido, Manuel del Rey, en 1956, ha sido vital en su carrera artística “y para llenar la nevera”, puntualizó subrayando lo terrenal, al fin y al cabo, de lo que a veces solo vemos como sublime.

El cumpleaños de El Corral de la Morería reunió (como solo los del Rey y su equipo pueden hacerlo: es lo que tiene el cariño y el respeto, cuando lo das, lo recibes) a un nutrido y numeroso grupo de personas relacionadas con el tablao situado en Las Vistillas que figura en el top recomendado al viajar a Madrid, por el New York Times y las publicaciones más prestigiosas del mundo. Blanca del Rey, que atesora una intensa lista de grandes galardones a su baile –su Soleá del mantón es historia de nuestra danza- recibió también en 2016 la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes.

En el escenario pudimos ver el baile de una de las genias del momento, Belén López, junto al otro grande que es Eduardo Guerrero y el mencionado Rubén Olmo, quien sigue en activo en equilibrio con sus responsabilidades directivas con el BNE. Antes, cada uno de ellos hablaron recordando –de corazón, así se sintió- sus inicios en este sagrado escenario de poco más de seis metros que ha sido pisado y acariciado por tantos y tantos nombres de nuestro baile español. Desde Antonio Gades, Canales o La Lupi, a Jesús Carmona, pasando por los mencionados, el homenajeado hace dos semanas, Angel Rojas, el ex director del Ballet Nacional, Antonio Najarro, también presente, o bailarinas de danza española como Estela Alonso, con su buen hacer en Escuela Bolera.
Blanca del Rey, junto a sus hijos Juan Manuel y Armando del Rey, siguen recibiendo y considerando a cada una de las personas ligadas con El Corral de la Morería, de una u otra forma, como si fuera el ser más importante de ese momento . Su amor por el arte, por este tablao cuyo restaurante tiene una estrella Michelín y dos soles Repsol, entre otros reconocimientos, encabezado por el chef David García, y por respeto a una tradición familiar, les han convertido en lo que son. Grandes por dentro y por fuera.