Tamara Rojo se estrena como coreógrafa en Londres con una ‘Raymonda’ femenina y feminista

                          Tamara Rojo coreógrafa con Raymonda Por Cristina Marinero

London Coliseum. Londres. 21 de enero de 2022. La noche de la cuarta función de Raymonda, la primera coreografía que realiza Tamara Rojo en su vida y para la compañía que dirige, el English National Ballet, fue también la de la sorpresa para sus dos protagonistas. Cuando terminó la representación, la bailarina española apareció en un lateral del escenario, en medio de los aplausos, que se intensificaron con su presencia. No pretendía cortarlos, dijo, porque si aparecía allí era para anunciar que tanto Emma Hawes como Aitor Arrieta ascendían desde ese momento a ‘principal dancers’, se iniciaba su primer minuto, por tanto, como primeros bailarines.

Después, confirmábamos con Tamara Rojo que Arrieta es el primer bailarín español que llega a este puesto, mientras que la propia Rojo sería la tercera bailarina española en hacerlo en el English National Ballet, tras Trinidad Sevillano y Arancha Argüelles.

Aitor Arrieta, ascendido ayer a primer bailarín del English National Ballet tras la función de Raymonda (c) Ian Gavan

El estreno absoluto de Raymonda, el pasado martes 18 de enero, retrasado cinco días por las vicisitudes de la pandemia, llegó también envuelto en otra sorpresa. Tamara Rojo ha sido nombrada directora del San Francisco Ballet, anunciaba en nota de prensa la compañía fundada hace setenta y dos años, y dejará Londres a final de año. Rojo nos concretó que será en octubre cuando vaya a la ciudad del Golden Gate para empezar a trabajar en su nuevo puesto desde diciembre. Tamara Rojo coreógrafa con Raymonda

Helgi Tomasson, el director al que releva, que en octubre cumplirá ochenta años, islandés y en esa responsabilidad desde 1985, deja confeccionada la temporada 2022-2023, por lo que la española trabaja para las futuras. En este sentido, nos cuentan en círculos balletísticos, ha sido tan exigente el proceso de selección para los cuatro finalistas a dirigir la históricamente primera compañía fundada en Estados Unidos -en 1933 por Adolph Bolm, después liderada por William Christensen y sus hermanos Harold y Lew-, que la elección de Tamara Rojo como directora del San Francisco Ballet lleva implícita su propuesta de programación diseñada para los próximos años.

Tras resultar victoriosa en ese duro concurso público de los pasados meses, Rojo se erige como la primera mujer en ponerse al frente de la compañía californiana, lo que refrenda el carrerón artístico y directorial de quien ahora se estrena como coreógrafa en el magnífico London Coliseum, sede de la English National Opera, y sede oficiosa del English National Ballet. A todo esto hay que sumar que, en marzo de 2021, tuvo a su primer hijo, fruto de su unión con el primer bailarín Isaac Hernández (él interpretó el papel de John de Bryan la noche de estreno), quien también baila con el San Francisco Ballet, mientras ha tenido que hacer frente a los problemas económicos y de gestión de la compañía londinense a causa de la pandemia. Lo cierto es que es un ejemplo para toda niña que quiera buscar referentes artísticos y de liderazgo femeninos. Tamara Rojo es una mujer que sigue haciendo historia. Tamara Rojo coreógrafa con Raymonda

Emma Hawes y Aitor Arrieta, tras anunciar Tamara Rojo su ascenso a primeros bailarines  (c) Ian Gavan

Lo que me ha interesado mucho de su versión de Raymonda es tanto el localizarla en una época histórica real como el tratamiento e inspiración para su protagonista femenina. Proyectado desde antes de la pandemia, Rojo ha trasladado la acción de este ballet original de Marius Petipa y Alexandre Glazunov, estrenado en 1898 en el Teatro Marinsky de San Petersburgo, a la Guerra de Crimea (1853-1856, Francia, Reino Unido y el Imperio Otomano, con otros, frente a Rusia), donde se forjó la carrera de la que es gloria nacional británica, Florence Nightingale (1820-1910), considerada precursora de la enfermería profesional contemporánea. No solo ha venido la pandemia por covid después de tener la versión del ballet ya en marcha, sino que estamos siendo testigos en estos precisos días de cómo se ha encrudecido peligrosamente la amenaza de Rusia hacia Ucrania, agravada desde que la primera se anexionase Crimea en 2014. Desde luego que Tamara Rojo eligió en su momento los dos temas que iban a estar tan absolutamente candentes ahora, sin saberlo. Como doble curiosidad, decir que Petipa falleció precisamente en Crimea, en 1910, año en el que también murió Nightingale.

George Balanchine ha dejado escrito que Raymonda es una de las más bellas partituras para ballet jamás escritas y la coreografía de Marius Petipa otra joya, pero también que su argumento no era nada interesante: ambientada, en su original, en la Edad Media, en plena época de las cruzadas, Raymonda debe decidir entre su prometido, Jean de Brienne, y Abderakhman, un sarraceno que intenta seducirla con sus riquezas.

En manos de Tamara Rojo, el argumento de Raymonda ofrece a su protagonista de mediados del siglo XIX la posibilidad de no elegir a ninguno de sus pretendientes, aquí llamados John de Bryan y Abdur Rahman, y optar por su vocación, la enfermería, una de las pocas opciones entonces en las que podía trabajar una mujer, lo que supone todo un pasaporte hacia la libertad. El final feliz de todo cuento o ballet, ese “y comieron perdices”, aquí se transmuta en el inicio de una nueva historia: qué interesante sería poder conocer todo lo que Raymonda va a vivir como enfermera tras decidir seguir su vocación profesional y de servicio, en vez de acomodarse como casada…

Vídeo cortesía de Cristina Marinero

Quizás haber visto muchas veces el ballet Bodas de sangre de Antonio Gades produzca a quien esto escribe el captar algo aquí de su aroma. Es muy sutil. Porque, además de la posición y movimientos ‘marca Gades’ cuando el protagonista occidental y sus soldados hacen que montan a caballo, con el brazo delante, como sujetando las riendas con la mano cerrada, también  en las reacciones de Raymonda entre sus dos hombres hay algo de esa novia gadesiana que se casa con quien debe hacerlo, pero la aventura del amor la vive con el otro. Ya digo que es sutil y por supuesto el desenlace aquí es un cielo mucho más azul: Raymonda decide lo que quiere hacer con su vida y no es el centro de una sangrienta tragedia, como pasa en el ballet lorquiano de Gades. Mejoraría la imagen general si al cuerpo de baile se le hubiese unificado más el vestuario porque hay demasiado estampado y dibujos para sus trajes, diseñados por Antony McDonald, autor también de la escenografía. Tamara Rojo coreógrafa con Raymonda

El público aplaudió con efusividad a Aitor Arrieta (John de Bryan), Emma Hawes (Raymonda) y Fernando Carratalá Coloma (Abdur Rahman), el trío protagonista. Rojo ha creado solos con gran demanda de saltos y giros, para ellos, y ha dotado al personaje de Raymonda de variaciones donde priman los arabesques y el trabajo de pies. Hawes tiene un rostro y figura que le dan a  todo su movimiento una ductilidad muy femenina, si bien muestra firmeza en los momentos de rotundidad dinámica. Arrieta es principesco de por sí, vuela perfectamente colocado, gira y salta con precisión, solo tiene que cuidar sus attitudes hasta el final y serían absolutamente perfectos. Carratalá interpretó con exotismo su personaje y desplegó su técnica para hacer de sus solos verdaderos momentos de altura.

El director musical y supervisor de la adaptación, Gavin Sutherland,  dirigió a la English National Ballet Philarmonic con un mimo tal que las más bellas notas de Glazunov, en el Grand Pas final del tercer acto, se escucharon con un silencio que sobrecogía y el público les ofreció un gran aplauso cuando el director salió a saludar. Junto a Lars Payne, también editor y adaptador de la partitura, Sutherland ha contribuido a que esta versión de Tamara Rojo, tan femenina como feminista, haya visto la luz completa por primera vez por una compañía británica. Tamara Rojo coreógrafa con Raymonda

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