El maestro Ramón Tebar, el nuevo y flamante director de la Orquesta de Valencia, ha programado en el Palau de la Música, un ciclo de conciertos para conmemorar el bicentenario del nacimiento de Felix Mendelssohn que se cumple en el ya inmediato 2019. La primera de las audiciones arbitradas para celebrar esta efemérides fue la grandiosa sinfonía coral «Lobgesang» en la que colaboró el Coro Nacional de España, con las sopranos Maria Begtsson, Ofelia Sala y el tenor Robert Dean Smith.
El aforo del Palau de la Música de Valencia estaba totalmente colmado de un público tan atento como enfervorizado que al concluir los esplendorosos acordes del flamante coral «Ihr Völker, bringet her den Herm», prorrumpió en clamorosas ovaciones contrapuntadas con no pocos bravos que obligaron a los protagonistas a salir seis veces al escenario a recibir con los cantantes y la sinfónica las muestras de reconocimiento de la audiencia.
La sinfonía es especialmente interesante, sobre todo por su inmensa cantata que ocupa toda la segunda parte, subdividida en diez secciones en las que alternan fragmentos corales y partes solistas. Es cierto que parece haber una herencia de la novena beethoveniana, pero en mayor medida, están presentes los oratorios bachianos y de haendelianos, solo que con un romanticismo expansivo que continua la expresividad del barroco y aún la enfatiza, sin perder el álgebra musical de los contrapuntados y fugados, tan frecuentes en las intervenciones del orfeón.
Tebar que tenía la obra muy asumida (y la planteó desde una vehemencia tal vez romántica en exceso) contó con dos grandes conjuntos que estuvieron pendientes de su batuta precisa, atenta, poética, expresiva, temperamental y sensitiva, para cuajar una obra sugestionadora que requiere precisamente eso, inspiración a raudales, que coros e instrumentistas engendraron desde un planteamiento de determinante elocuencia en el matiz y en las contrastadas expresiones, haciendo profesión de fe de grandezas sonoras, misticismos espiritualizados y musicalidad y cuadratura precisas. .
Magnificencia, organística en los diez compases iniciales (olvidándonos de la entrada de los tres trombones no bien ajustada) verdadero «leiv motiv» de la sinfonía en contraste con el segundo tema más reverencial, que fue enervándose en su desarrollo, amalgamado con el motivo inicial. Valseado con esmerada elegancia el 6/8, llevado a uno con sensitivo «slancio», paladeando el diálogo de cobres y arcos. Planteado con porte de procesión el adagio religioso, ceremonial en su suntuosa solemnidad, para enlazar con la primera plegaria coral. En medio de un conjunto de motivos en los que el autor va llevando a cabo una progresión en pos de un creciente esplendor sonoro, me complació especialmente el concepto de la respuesta musical, con muy significativo postulado inarmónico, a la pregunta del tenor «Hüter, ist dienacht bald in?», Tebar lo tuvo clarísimo, hubo estremecimiento, como también fue revelador ese coro pietista y devocional a capella que anuncia el despuntar del día «der tag aber herbeigekommen», en el que la orquesta apuntaló una gozosa claridad, que preludia en las voces de tenor y soprano un cántico de las criaturas y, obviamente, la exaltación del Creador, que cierra con majestad la sinfonía, recuperando el «lobgesang» inicial de los trombones con estipulación de órgano, para enaltecer la exaltación glorificadora del «¡Aleluya!» conclusivo.
Una vez más la Orquesta de Valencia dio la medida de su calidad sonora, de su sonido suntuoso, pródigo y acicalado, al tiempo que refinado en el fraseo, contando con la prestancia de un conjunto de solistas de referencia para cuajar una de las grandes obras del repertorio sinfónico y, sin duda, la más ampulosa de su autor. El Coro Nacional hizo honor a su fama con una cuerda de tenores y bajos que era un verdadero báculo de sustentación armónica, un conjunto de sopranos de traslúcida emisión, encaramándose con propiedad a notas estratosféricas y un colectivo de contraltos redondo y preciso.
Excelentes por musicalidad las dos sopranos solistas de emisión radiante y purificada, (por más que Ofelia Sala que asumió el papel de segunda soprano vio algo empequeñecido el brillo de su voz al cantar un papel que más conviene a una mezzo y no a su traslúcida tesitura de lírica pura) y un muy elogiable tenor con la obra muy asumida en la más precisa escuela del oratorio germánico.
Antonio Gascó