Teresa Berganza. discurso en su homenaje en el T. Real. Madrid

Teresa-Berganza3
Majestad,  (Alteza/s Real/es), Ministro de Justicia, Ministro de educación, cultura y deporte, Presidente del Teatro Real, Autoridades,  queridos amigos…
Los que me conocen saben que soy de lágrima fácil y de emociones a corazón abierto, por eso he escrito estas palabras en casa, por si era menester…
Ya todos sabéis que en marzo cumplí cuatro veces veinte y, si hay algo bueno de cumplir años, es el inmenso placer que produce valorar las cosas desde la distancia y también el hecho de tener el tiempo de evocarlas.
Hoy día 21 de Junio es el día de la música, comienza el verano y estoy en este escenario sin la responsabilidad de tener que cantar y con la necesidad de reflexionar, de contaros desde la madurez de mi edad la magia de que hoy estemos aquí.
El arte de la ópera es también magia. Los que no la  conocen ¡no saben lo que se pierden! Los cantantes desde el escenario, los músicos desde el foso, los técnicos desde las alturas y vosotros desde una butaca conseguimos todos juntos olvidarnos de las miserias, creemos de repente en el amor eterno, peleamos contra un imposible ejército romano, nos morimos un poco para volver a revivir, valientes, enamorados, confusos, y todos, absolutamente todos, héroes por unas horas.

Teresa-Berganza4
Eso es la ópera, y yo me siento honrada si alguna vez he conseguido con mi voz haceros sentir esa magia.
Yo soy pasionalmente española y definitivamente madrileña, agradezco así infinitamente que mi casa me haga este regalo hoy.
Y digo “mi Casa” a sabiendas de que mi relación con el Teatro Real ha sido escasa, cuando nací estaba cerrado, luego fue conservatorio, pero no el mío. Actué en él cuando era la Sala de Conciertos y pocas veces desde su reinauguración. Pero ya fue tarde para poder cantar ópera.
Yo nací a cinco minutos de aquí, por mis venas castizas corre la misma limonada que sació la sed de Manuel García, Goya, Chapí, Chueca,… Nací a ritmo de zarzuela, de copla y de Banda Municipal en el Retiro. Mantengo en mis oídos el ruido de los obuses cayendo mezclado con el calor del abrazo de mis padres.
Todo eso y más me hace amar este pedazo de tierra, tan hospitalario y tan de verdad, que me vio nacer y que probablemente me verá morir.
Desde lo más profundo de mi corazón deseo que no olvidéis, sobre todo los más jóvenes, que el hecho de que estemos hoy aquí se lo debemos a grandes y maravillosos locos que quisieron y se pelearon porque esta ciudad pudiera escuchar ópera. Desde Fernando VII e Isabel II que quisieron reconstruir el viejo teatro de los Caños del Peral, a González Varcárcel, que dejó escondido este foso aquí abajo por si algún día se reabría el edificio como teatro y así hoy el Teatro Real es una de las salas más importantes a nivel europeo.
Os pido que, a pesar de los malos momentos, os peleéis porque no muera la ópera en mi ciudad, porque el Gobierno siga apoyando este reducto de cultura o encuentre la forma en que este arte siga en pie, porque somos muchos los que vivimos para ella y porque son muchos, y espero que cada vez más, los que la disfrutan.
Querría aprovechar este momento para haceros también reflexionar sobre el patrimonio musical español, ese arte tan nuestro y a veces imposible de traducir como es la zarzuela. A lo largo de toda mi carrera he interpretado conciertos de zarzuela con las mejores orquestas del mundo, que siempre quedaban fascinadas con esta música. Curiosamente en todo el mundo no he escuchado ovaciones tan cerradas por parte del público como cuando entonaba la romanza de Los claveles o el Tango de la Menegilda.

Teresa-Berganza1
He demostrado siempre que Chapí, Sorozábal, Bretón, Chueca, Vives y tantos otros no sólo eran buenos compositores, sino también geniales traductores de la tradición musical y de la vida social en este país. Os paso a mis ochenta años la responsabilidad de mantener viva La Zarzuela, con la seguridad de que no me fallaréis.
No quiero salir del escenario sin dar las gracias a los directores de este teatro, su patronato y todo el equipo por vuestra colaboración para hacer realidad este día, a todos los artistas que tanto me habéis emocionado,  a mi familia y a mis amigos por cuidar de mí, pero, por encima de todo, quiero dar las gracias a mi público.
He sido cantante de seguidores exquisitos y fieles, tanto que me consta que alguno ha volado desde Buenos Aires para compartir esta noche conmigo, y no tengo palabras para agradeceros lo que habéis hecho por mí.
Hoy no canto y, cuando las luces de este escenario se apaguen, no iré al camerino porque tengo un acto institucional donde el señor Ministro me hace entrega de la Gran Cruz de la Orden Civil de Alfonso X El Sabio. Esta vez no podré daros un beso… Pero si quiero deciros que cada uno de vosotros sois ya parte de mi vida.
¡Os quiero! Gracias, gracias… A todos.