CENTRO CULTURAL LA RESIDENCIA
12/08/2013
19:30 HORAS
TERESA BERGANZA EN CASTRO URDIALES
El pasado lunes Teresa Berganza nos honró con su presencia en Castro Urdiales. Con una Sala de Conferencias llena a rebosar y un cálido, largo y muy cariñoso aplauso, dio comienzo, de la mano del periodista Gerardo Martínez Ruiz, Director de Castro Punto Radio, y acompañada por el Delegado de Cultura del Gobierno de Cantabria, Joaquín Solanas, quien la trajo en su propio vehículo desde Santander, el Alcalde de Castro Urdiales, Iván González, y la Concejala de Cultura del municipio, Ana Belén Urrestarazu, además de las hijas y nietas de Ataúlfo Argenta, una deliciosa entrevista en la que la personalidad y el sublime desparpajo de esta grandísima diva se dejaron sentir a lo largo de la hora y media larga que duró el encuentro.
El motivo de éste no era otro que su relación profesional y personal con Ataúlfo Argenta, pero en un alarde de cariño hacia su público nos habló, además, de sí misma, de la Ópera, la Zarzuela, las grabaciones, los conciertos, de sus compañeros y anécdotas, con gracia, con rabia, con desparpajo, con dolor, con pena, con decepción… en fin: la Berganza, arrolladora a sus espléndidos ochenta años.
Fui su alumno en la Cátedra de Canto de la Escuela Superior de Música Reina Sofía. A ratos me emocionaba al escucharla, y a ratos me reí a carcajadas. Fue ella quien personalmente me seleccionó entre cientos de aspirantes de todo el mundo. Me siento muy honrado por ello, y aún más si cabe de poder haber aprendido de una artista tan inmensa. Nos enseñó a decir, a expresar, a no quedarnos en las notas, y aun así a respetarlas absolutamente. Nos enseñó que cantar es una forma de vida, que el canto no es sólo música, sino que vive encarnado en el intérprete. Nos enseñó tantas cosas que nadie más podía enseñarnos, porque ella se enseñaba a sí misma, y lo sigue haciendo por todo el mundo. Recuerdo con especial cariño una clase en la que yo estaba cantando “Del cabello más sutil” de Obradors, y me pidió que cantara una frase más piano. “Yo no sé, maestra”, le dije. Me miró a los ojos y me dijo: “Sí.” Bueno, pues en toda mi vida he hecho un pianísimo como aquel. Y es que saca de ti lo que ni tú mismo sabes que está ahí. ¿Diva? ¿Tocada por los dioses? Para mí que es una de ellos.
Arrancó diciéndonos que era un momento difícil para ella, y que la emoción que le suponía hablar de Ataúlfo podía dar al traste con la entrevista, cosa que no sucedió, para suerte de los allí presentes.
“Yo tenía 22 años cuando murió. Se fue muy pronto. Demasiado”, dijo, se emocionó y el hábil entrevistador le preguntó sobre Castro, cambiando de tema.
Dijo que había estado en Castro Urdiales “más de dos veces”, y que “tengo instintos cántabros, porque mi hermana vive en Suances”. Había encontrado Castro muy cambiado: “¡Parece Benidorm!”, dijo, en referencia a la cantidad de gente que veía en la playa desde la habitación de su hotel.
Definió la voz de la Mezzosoprano como “una voz con un centro bonito, redondo, más o menos grande u oscuro”, una voz que debe trabajar mucho el agudo. En referencia a este tema, la gran Mezzosoprano Christa Ludwig, dijo una vez: “Estamos olvidadas”.
“Ninguna voz se parece a otra. Cada una tiene su color, personalidad y forma de llegar al público”. Al decir esto, nombra a Conchita Supervía.
Recuerda un Recital en Milán, para Juventudes Musicales. De ahí, a la Scalla, con Il Comte Orly, con notas endiabladamente agudas (Si y Do) y un Sol Grave. Tenía 22 años. Al año siguiente le propusieron cantar La Traviata con Carlo Maria Giulini y Luchino Visconti. Lo rechazó. Podía haberlo hecho, pero entonces “hoy no estaría aquí. Hay que saber decir no y no salirse del repertorio”.
“No me querían en los teatros españoles por rebelde”.
Sin embargo, recuerda con cariño “Amor y vida de mujer” de Robert Schumann en el Ateneo de Madrid.
La única audición de su vida la haría en Paris, que la lleva a debutar la Dorabella de Mozart.
Su padre. Les leía literatura y poesía europea, Tolstoi, aunque ella prefería a Quevedo, les llevaba al Museo del Prado, a los conciertos de la Banda Municipal… un día, les llevó a ver Peer Gynt, les daba clases de solfeo con el piano… aún hoy, lo quiere con locura, por todo.
Perteneció al Coro de Cantores de Madrid. Allí conoce a Ataúlfo. Ella tenía 15 años. A los 17 empieza a estudiar canto, y desde el principio lo hace con auténtica pasión. Trabaja 7 años con él, eran tiempos de “inconsciencia y juventud. Él era maravilloso e irrepetible. Sonreía siempre, incluso cuando se enfadaba. Era muy atractivo, como Cary Grant. En París las volvía locas. Quería que cantara Haëndel, Mahler. Habría superado a Karajan, era más apasionado. ¡Cómo dirigía las sinfonías de Brahms! El “¡Serenooo!” de cierta grabación de cierta zarzuela es de él. Era único. Llevaba a todo el mundo con sus manos expresivas y largas. Era fuego.”
Personas que la han marcado:
Su maestra, Lola Rodríguez Aragón, y su maestra de francés, Janine Reiss.
Entre los directores: Claudio Abbado (Carmen, La Scalla) Zubin Mehta, Solti, Klemperer (Bodas de Fígaro, Nueva York).
Entre sus colegas: Plácido Domingo y La Freni. Curiosamente, no mencionó a Alfredo Kraus.
“Carmen está más cerca de Mozart que de Verdi”.
Ensayaron 40 días en Edimburgo, para su debut de Carmen, en el que pudo elegir a sus compañeros de reparto.
En el 58 canta La Medea de Cherubini con la Callas. Tenía 24 años. Ella le dijo a Teresa: “Yo aprendo de ti”.
Nos confiesa que le habría encantado cantar los tangos de Piazzolla, los grandes boleros, las canciones brasileñas universales… y yo pensaba: “¿Por qué no ahora, maestra? ¿Por qué no ahora, ahora que es libre como un pájaro? ¡Ahora es el momento!” Pero, claro, no me atreví. Me encantaría grabar con ella ese disco. Aquí queda dicho.
Rodó una película con Carmen Sevilla, en la que cantaba el Ave Maria de Schubert, y admiró mucho a Juanito Valderrama y Juanita Reina.
Confiesa que habría sido una gran folclórica.
“La voz lírica está hecha para teatros de hasta 1200 personas”, pero cantó Carmen ante más de 40000, y cantó el Aria de las Cartas sin luz. Ahí es nada.
En cuanto a las Master Classes que da por todo el mundo, dice que “hay voces, pero falta humildad y musicalidad y sobra prisa”. No obstante, de su mano se representa Don Giovanni en París en 2012 y L’Italiana in Algeri este año.
“La voz es el instrumento más perfecto y más delicado”.
“El último día de mi canto fue en Santander, hace cinco años, en el 2008, el día que operaban a mi nieta de una apendicitis, después de que saliera de la leucemia. A los 5 minutos me quedé sin voz. Supe que el momento había llegado, tras 58 años de carrera”.
“Viajo en silla de ruedas, para evitar el farragoso control de seguridad de los aeropuertos. Hago yoga desde hace 15 años”, dijo, contándonos “sus cosas”.
Ensalza a la Joven Orquesta de Cantabria. Mirad, a quien corresponda: un hermoso proyecto sería la Berganza y la JOC, junto con un servidor, con las canciones (boleros, tangos, brasileñas…) que a la diva le gustaría haber grabado…
Ahí queda eso.
Estos días concederá otra entrevista, acompañada por Achúcarro y Antón García Abril, en Santander, a donde viene a “disfrutar de la lluvia y del fresco”.
En cuanto al Homenaje en el Teatro Real, dice: “me dieron la medalla (la Gran Cruz de Alfonso X El Sabio)) en el restaurante, y en el resumen de la 2 salieron todos menos yo”. ¡Qué grande, la Berganza! Y qué pequeños, qué ínfimos, que diminutos, unos cuantos.
200 discos en su haber, 70 de ellos de zarzuela.
Para terminar, volviendo a Ataúlfo, nos recordó su “mirada melancólica y fuerza interior”.
Tras la entrevista, en petit comité, me confesó que se había dejado muchas cosas, detalles íntimos, cosas privadas, cosas que, dadas las circunstancias, y por respeto a las hijas y nietas de Argenta, no podía decir en público.
Estarán a buen recaudo en su inmenso corazón, porque a mí tampoco me las contó.
Conoció a mis hijos, a mi esposa ya la conocía de los tiempos de la Escuela Reina Sofía, y éstos le regalaron un CD de la zarzuela cántabra “La Costurerita” en la que interpreto los dos roles principales de tenor, grabada en Laredo hace ya unos años, y mi última novela, “Reflejos y sombras”, que agradeció diciéndome que le venía genial, porque no se había traído nada para leer. No me digan que no es genial: ¡80 más que espléndidos años!
Me firmó también un ejemplar de su libro “Flor de Soledad y de Silencio”.
La dedicatoria, bellísima, también me la reservo.
No iba a contar todo.
¡Muchísimos y cariñosos recuerdos a Francisco García Rosado!
Nos besamos y volvió a salir de mi vida.
Dios quiera que nos volvamos a reencontrar, algún día, cantando boleros bajo la luz de las estrellas.
Gracias por todo, Teresa.
De todo corazón, GRACIAS.
Alberto Núñez