Termina el Anillo en Berlín con entusiasmo popular y El ocaso de los Dioses

Termina el Anillo en Berlín con entusiasmo popular y El ocaso de los Dioses
Termina el Anillo en Berlín con entusiasmo popular y El ocaso de los Dioses. Foto: B. Stöss

Termina la Tetralogía wagneriana en la Deutsche Oper y lo ha hecho con entusiasmo popular, aunque yo no haya participado en gran medida del mismo. La producción escénica ha vuelto a resultar interesante, la dirección musical ha quedado por debajo de mis expectativas y el reparto vocal ha tenido un buen nivel.

Termina, pues, la vida de la producción de Götz Friedrich y lo hace de manera un tanto nostálgica, ya que han sido muchos años de existencia y ha contado siempre con el favor del público. En esta ocasión el túnel ha vuelto a estar presente en su totalidad en tres escenas: las dos de la Roca Brünnhilde y la escena final con el tema de la redención, donde vuelve a presentarnos Friedrich el mismo cuadro con el que arrancó Das Rheingold. El Palacio de los Gibichungos resulta atractivo, a base de columnas y espejos. Están bien conseguidas tanto la escena de las Nornas como la de las Hijas del Rhin y se recurre a iluminación y efectos especiales para la caída de los dioses y la destrucción del Walhala. La escenografía y el vestuario siguen llevando la firma de Peter Sykora, que en ocasión tan relevante como es esta despedida, ha salido a saludar al terminar la representación.

Al final de los cuatro días podemos hablar de una producción atractiva y tradicional, que nunca molesta y se ve con agrado. Le pueden faltar mayores dosis de originalidad, pero me parece una producción muy adecuada para introducir a cualquiera en esa magna obra que es El Anillo del Nibelungo.

De nuevo estaba Donald Runnicles en el foso. No sé si es que mis expectativas eran mayores en esta ocasión, pero el caso es que ha sido su lectura menos convincente de los cuatro días. Para empezar sus tiempos fueron bastante lentos, lo que en sí no es un problema. Cuando se habla de tiempos lentos, siempre recuerdo a Lorin Maazel, que los alargaba como muy pocos. El problema es que esos tiempos lentos necesitan una gran profundidad dramática por parte del director y es ahí donde se me ha quedado corto Donald Runnicles. Por otro lado, el momento culminante de la ópera, que para mí es el Funeral de Sigfrido, me resultó excesivamente ruidoso y corto de emoción. Ha sido en conjunto una buena versión del Anillo, aunque no excepcional. Nuevamente, ha brillado la Orquesta de la Deutsche Oper, recibida con entusiasmo por los espectadores. Brilló también el Coro de la Deutsche Oper.

Termina el Anillo en Berlín con entusiasmo popular y El ocaso de los Dioses. Foto: B. Stöss
Termina el Anillo en Berlín con entusiasmo popular y El ocaso de los Dioses. Foto: B. Stöss

Repetía como Brünnhilde la soprano alemana Evelyn Herlitzius. Su intensidad como intérprete sigue intacta y de ahí que sus actuaciones sean siempre convincentes. El cambio de color de su voz en la parte superior no es un problema. Lo que sí empieza a serlo es que hay notas gritadas durante su intervención en la Inmolación de Brünnhilde. Tengo la impresión de que no va cantar es personaje durante mucho más tiempo.

Stefan Vinke volvió a hacer demostración de facultades en la parte de Siegfried, como lo hiciera en la entrega anterior. Más allá de la escasa belleza de su voz, uno se rinde ante la exhibición de poderío de este cantante. He visto a más de uno tener muchos problemas en el relato que precede a su muerte, pero no ha sido así en este caso.

Albert Pesendorfer fue un correcto Hagen, no excepcional. Tiene prestancia física y domina el personaje. La voz ofrece amplitud suficiente, aunque no está sobrado de calidad y queda apretado por la parte de arriba.

Lo hizo bien el barítono Seth Carico en la parte de Gunther, bien interpretado escénicamente además. Lo mismo se puede decir de Ricarda Merbeth en la parte de Gutrune, aunque no ofrece el personaje muchas oportunidades para brillar.

Daniela Sindram lo hizo muy bien como Waltraute en la escena de su encuentro con su hermana Brünnhilde. Cantó con emoción y convicción. Previamente había cantado en la primera escena la parte de la Segunda Norna al cancelar Irene Roberts. Mientras Daniela Sindram cantaba a un lado del escenario con atril, Anna Klosh mimaba la parte en escena.

Correcta la actuación de Werner Van Mechelen como Alberich en su escena con Hagen que abre el segundo acto de la ópera.

Las otras dos Nornas fueron Ronnita Miller, que es un lujo en el personaje, y Seyoung Park. Finalmente, hubo un cambio en las Hijas del Rhin, ya que Martina Welschenbach fue esta vez Woglinde, mientras que repetían Christina Sidak en Wellgunde y Annika Schlicht en Flosshilde.

La Deutsche Oper estaba completamente abarrotada y los vendedores de entradas en Siegfried desaparecieron para dejar paso a numerosos “Suche Karte” en los alrededores del teatro. El público recibió con entusiasmo a los artistas, siendo las mayores ovaciones para Evelyn Herlitzius y Stefan Vinke, pero todos recibieron su ración de bravos. Obviamente, Donald Runnicles y la Orquesta fueron vitoreados debidamente.

La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración de 5 horas y 45 minutos, incluyendo dos intermedios. Duración musical de 4 horas y 28 minutos, es decir nada menos que 21 minutos más lenta que la de Kirill Petrenko en Munich. Nada menos que 17 minutos de ovaciones al finalizar la representación.

El precio de la localidad más cara era de 198 euros, costando 60 euros la más barata. 

José M. Irurzun