‘The Magic Opal’ pierde parte de su magia en el Teatro de la Zarzuela

                                                   Magic Opal Teatro Zarzuela Por José Antonio Lacárcel

Reconozco que salí del viejo y entrañable Teatro de la Zarzuela con un estado de ánimo extraño, con una sensación que no había tenido nunca, ni en los mejores ni en los menos buenos momentos que he vivido en el coliseo de la calle Jovellanos. Me vienen a la memoria recuerdos de días especiales, por ejemplo cuando se estrenó Cómo está Madriz, o cuando pudimos disfrutar con ese homenaje a México y a la figura de Luis Mariano en El cantor de México. O en tantos y tantos otros títulos gracias a la meritoria labor de recuperación de nuestro patrimonio zarzuelístico, nuestro patrimonio lírico que, de manera tan encomiable, lleva a cabo el Teatro de la Zarzuela. Recuerdo también algunas concesiones a la revista, como género muy menor, o alguna que otra zarzuela cuya pervivencia no se ha conseguido porque ha envejecido con el paso de los años. Hemos vivido muchos momentos, la mayoría de ellos muy felices, asistiendo a las distintas representaciones, pero en esta ocasión, no acierto a definir o a entender mi estado de ánimo –perdonen que personalice– después de haber visto y escuchado la versión que Paco Azorín hace de El Ópalo mágico de Isaac Albéniz, sobre libreto inicial del inglés Arthur Law. La adaptación ha sido del ya citado director escénico Paco Azorín y de Carlos Martos de la Vega. La traducción del original se debe a Javier L. Ibarz y a Pachi Turmo. Magic Opal Teatro Zarzuela

Un momento de "The Magic Opal"
Un momento de «The Magic Opal»  © Elena del Real Magic Opal Teatro Zarzuela

Salí del teatro bastante desorientado, como si hubiera estado recluido en una torre de Babel imaginaria, sintiéndome preso de una serie de sensaciones que iban del estupor hasta el examen de conciencia para poder calibrar hasta qué punto estaba yo fuera de juego ante la triste evidencia de que no había entendido nada. No tengo elementos de juicio de cómo sería el libreto original de Law. Posiblemente fuera muy malo, pero lo que nos ofreció Azorín no creo que lo mejore en nada. Se ha pretendido actualizar esta opereta concebida para el gusto inglés y el resultado ha sido francamente negativo. Una serie de números, una serie de textos cantados, una serie de efectos sobre el escenario, una gran cantidad de personas pululando de un lado para otro y al final, al menos yo, seguíamos sin entender nada. Quiero dejar constancia de que me han gustado mucho otros trabajos de Azorín, como el que realizó en María Moliner. Y que otros no me gustaron nada, como el llevado a cabo en la Maruxa de Amadeo Vives, en otro intento fallido de actualizarla; pues en dicho intento se perdió mucho de su esencia y de su sentido bucólico, con lo que no estoy negando que el libreto sea bobalicón y muy pastelero. Pero en esta obra de Albéniz se ha rizado el rizo, se ha llevado a cabo un trabajo que conduce a un disparate escénico que, en muchos momentos, se hace fatigoso y en otros hace caer en el tedio. Y eso que el comienzo me pareció muy prometedor con esas escenas, fuera del telón, que reproducen la estación de metro y todos los personajes sumidos en la contemplación de sus móviles. Sin embargo, tras ello, la confusión se apodera de la escena, tal vez por culpa de un argumento que no está suficientemente definido, tal vez por un libreto malo en su original pero que no parece mejorar en la adaptación.

Creo haber dado ya una idea aproximada de lo que me ha parecido esta adaptación de una obra de Albéniz que es casi desconocida en el país natal del compositor. Y de la música es de lo que tenemos que hablar ahora porque, con toda lógica, asociamos el nombre del catalán a su formidable trayectoria como autor pianístico. Y el Albéniz escénico es totalmente diferente. Por supuesto no vamos a encontrar aquí el misterio que subyace en la belleza de su Córdoba, o en el homenaje a la jota de su Navarra, o a los momentos de mayor brillantez de nuestro patrimonio pianístico como es su gran Iberia, la gran obra, el gran monumento a la creación pianística en nuestro país. Ahora es un compositor que trabaja en un campo diferente, pero no por ello menos interesante. Es el Albéniz capaz de realizar logradas incursiones en el campo de la música escénica. Claro que tiene el condicionamiento, en este caso, de escribir de acuerdo con los gustos de un público determinado y en una especialidad muy definida como es la opereta, pero muy lejos de los patrones estéticos españoles e incluso alejado de los franceses aunque se puedan advertir claras influencias de las modas musicales del país vecino.

Un momento de "The Magic Opal" © Elena del Real
Un momento de «The Magic Opal» © Elena del Real

La música de El Ópalo Mágico es una música amable, sin grandes complicaciones técnicas, con una sencillez armónica muy elemental, con una orquestación que no alcanza grandes cotas pero que, pienso, cumple sobradamente el propósito inicial y subraya lo que de divertido pueda tener el libreto. Nos encontramos aquí con un Albéniz hábil, que resuelve con soltura los temas que surgen en torno a un libreto que ya fue muy criticado en su estreno londinense frente a la buena consideración que tuvo la música. Estamos aquí ante un Albéniz que presenta una faceta muy interesante y que irá perfeccionándose con el tiempo. Un autor que ha dejado obras líricas llenas de interés y que en ésta ya va ofreciendo pistas de lo que va a ser su producción teatral, muchas veces desdeñada injustamente por críticos y musicólogos y que en los últimos tiempos empieza a ser tratada en su verdadera dimensión y de acuerdo con su auténtico interés, fuera de prejuicios a los que tan dados somos los españoles. Todavía no estamos ante el Albéniz de Merlíno del interesante trabajo que hace en su Pepita Jiménez, arreglada con verdadero talento por Pablo Sorozábal. Este Albéniz que ahora nos ocupa es todavía algo bisoño, presenta cierta dificultad para conseguir hacer airoso un trabajo musical sobre un libreto de poca entidad. En algunos momentos de la obra queda un tanto en entredicho la técnica compositiva empleada, con algunos momentos en los que se roza la vulgaridad, pero sin caer nunca en la ramplonería.

Pienso –opinión personal– que las páginas orquestales constituyen el mayor activo y la mejor vitola de calidad de la obra. No es que los cantables desmerezcan, sino que el compositor trabaja las voces con habilidad pero sin que se advierta demasiado esmero, y considero que en esto se demuestra esa bisoñez a la que antes he aludido. A la hora de elegir tengo que inclinarme por la obertura, bastante conseguida, aunque sin ningún alarde de técnica, con una instrumentación muy sencilla y sin que se exploten demasiado los recursos tímbricos. Las distintas influencias a las que es deudor el autor aparecen en la estructura, bien concebida, de esta página orquestal. Algo parecido ocurre en los otros momentos orquestales como el preludio del segundo acto y los relacionados con la danza. En los cantábiles, aceptables los momentos corales y algunas romanzas y dúos donde sí hay una notable belleza y una singular calidad. Aparte del conocido ‘vals de Lolika’, estarían ‘la serenata de Trabucos’, el ‘dúo de Zoe y Pekito’ y las distintas intervenciones de Alzaga, culminadas con el bonito dúo entre él y Lolika. Magic Opal Teatro Zarzuela

Antes hemos escrito sobre el tratamiento un tanto rudimentario de las voces. Pero la verdad es que los actuantes han estado a muy buena altura. Ruth Iniesta ha dado vida a Lolika con una voz muy bella y una técnica de canto sin la menor mácula. Ha hecho hasta creíble el personaje, lo que ya es un gran mérito. Nos quedamos con la dulzura del timbre de su voz, con su bonito y acertado fraseo, con su buen dominio de la escena. Ha sido la suya una buena actuación. Y formando pareja con ella, un tenor de voz  muy bella, muy lírica, Santiago Ballerini, que ha sabido cantar siempre con un gusto exquisito. Tiene un registro agudo pleno de musicalidad y en todo momento puede hacer gala de una voz que se sitúa entre el tenor lírico y el lírico ligero. Elegante en el fraseo, tiene una notable capacidad de transmisión. Magic Opal Teatro Zarzuela

En el centro de la imagen, Ruth Iniesta y Damián del Castillo
En el centro de la imagen, Ruth Iniesta y Damián del Castillo  © Elena del Real

En la misma línea de buen hacer hay que señalar el trabajo realizado por un barítono tan interesante como es Damián del Castillo, con una bonita voz de registro un tanto atenorado en los agudos y con un centro consistente y que él sabe utilizar de forma sabia, demostrando una indudable calidad interpretativa en muchos momentos, sobre todo en la bonita serenata que ofrece a su amada –que no le corresponde– Lolika. Luis Cansino hace gala de su conocimiento del canto, de su veteranía y de una interesante vis cómica en la que predomina la elegancia, a pesar de los disparatados textos que le tocan en suerte… o desgracia. Carmen Artaza hizo una muy aceptable interpretación de Martina y estuvieron a a buen nivel Jeroboám Tejera, Helana Resurreiçao, Alba Chantar, Gerardo López, Tomeu Bibiloni y Fernando Albizu.  

Me ha gustado especialmente la excelente labor, al frente de la orquesta, de Guillermo García Calvo, quien ha hecho gala de una delicada sobriedad y se ha mostrado muy seguro a la hora de manejar los planos sonoros, ofreciendo una versión más que digna de una obra que siempre será un tanto controvertida por el libreto que, o se queda anclada en el tiempo pasado, o nos llega con un exceso de modernidad. Y ahora a esperar la bellísima obra de Penella, Don Gil de Alcalá .


Madrid. 1 de abril de 2022. Teatro de la Zarzuela. Albéniz: The Magic Opal. Música de Isaac Albéniz. Adaptación del libreto: Paco Azorín y Carlos Martos De la Vega. Ruth Iniesta (Lolika). Santiago Ballerini (Alzaga). Damián del Castillo (Trabucos). Carmen Artaza (Martina). Luis Cansino (Carambollas). Fernando Albizu (Eros XXI). Jeroboám Tejera (Aristippus). Helena Ressureição (Olympia). Alba Chantar (Zoe). Gerardo López (Pekito). Tomeu Bibiloni (Curro). Coro del Teatro de la Zarzuela. Orquesta de la Comunidad de Madrid. Guillermo García Calvo, dirección musical. Paco Azorín, dirección de escena.                                                                                            OPERA WORLD