Thieleman dirige a la Filarmónica de Viena en el Carnegie Hall

Filarmónica de Viena y Christian Thielemann Por Carlos Javier López Sánchez

La Filarmónica de Viena vuelve al Carnegie Hall de Nueva York en un programa de música clásica del romanticismo, con obras de Mendelssohn y Brams. El célebre director de orquesta alemán Christian Thielemann es el oficiante de otros dos conciertos en este ciclo de tres eventos en un fin de semana en el que el interés de los melómanos de Nueva York se desplaza del Lincoln Center al Carnegie Hall.

Christian Thielemann y la Filarmónica de Viena en el Carnegie Hall. OW
Christian Thielemann y la Filarmónica de Viena en el Carnegie Hall. OW

Nueva York es una de las pocas ciudades afortunadas que reciben con frecuencia la visita de las mejores orquestas y artistas clásicos del mundo. En estos días en los que las instituciones musicales de Nueva York presentan sus estrenos de primavera, es difícil abarcar la enorme oferta musical que ofrece la ciudad.

No obstante, la vuelta del histórico conjunto vienés al Carnegie Hall no pasa nunca desapercibida, y en los letreros de la fachada se pega el cartel de SOLD OUT para las tres tardes del ciclo.

La primera parte del concierto del sábado estuvo dedicada a Felix Mendelssohn, con sus dos obras maestras de inspiración escocesa, la Obertura Las Hébridas y la Sinfonía Núm.3 ¨Escocesa¨.

En manos de Christian Thielemann, la orquesta parece invocar al joven Mendelssohn en Las Hébridas, sumando una desusada frescura a su ya legendaria brillantez. Como inspiración principal del concierto, Thielemann y los profesores de la Filarmónica de Viena proponen el asunto del misterio romántico frente al drama de lo desconocido y el conflicto de lo ignoto. Así, a través de la música de Mendelssohn, la orquesta de Viena nos abre una puerta hacia lo insondable, acaso la Cueva de Fingal, con el sonido y la armonía románticos como única fibra entre ambos lados.

Aunque sobre el podio se pudo ver a un Thielemann serio y concentrado, detallista y puntilloso, el sonido llegaba con gracia y vitalidad al patio de butacas durante la Sinfonía Escocesa. El tercer movimiento, Adagio, sorprenció con un comienzo cálido y enternecedor, no tan vienés, desarrollado con profundidad y muy reflexivo al cabo del cuarto movimiento, que resultó el más destilado de la pieza. La Filarmónica dejó trazas del Mendelssohn aventurero, más montaráz y desinhibido que filosófico y articulado, pero siempre gravitando entorno al misterio romántico. Un público, circunspecto y respetuoso, quiso reservar los grandes aplausos para el final del concierto.

Tras el descanso, y pese a la apabullante belleza de la partitura, la Filarmónica de Viena no terminó de encontrar una línea discursiva clara en el primer movimiento de la Segunda de Brahms. Se resarcirían más tarde con el segunto movimiento, Adagio non troppo. Aquí la orquesta hizo gala de su plasticidad, pegándose a la esquiva melodía en un lujo de clarosuros que entroncó con las obras de Mendelssohn de antes de la pausa. Los dos movimientos subsiguientes, servidos casi sin pausa entre ellos, supusieron la ocasión esperada para disfrutar del virtuosismo de los primeros espadas de la orquesta. Aquí vimos también a un Thielemann más agresivo, con ganas de aputar la copa de Brahms, sabedor de que esta orquesta es capaz de corregir de inmediato cualquier imprecisión y de que la afición del Carnegie Hall permite y premia ciertos riesgos. El resultado fue un cuarto movimiento, Alegro con spirito, voluptuoso, casi orgiástico, con los vientos desatados en violentos ataques y las cuerdas en un unísono lacerante, comadadas por un Rainer Honeck que no parece perder un ápice de vitalidad.

Entre el público, un discreto Daniele Rustioni, que prepara ya el Falstaff de Verdi con la orquesta de la Metropolitan Opera, parecía ponderar el nivel de perfección del conjunto vienés. Los melómanos de Nueva York, sufridores en ocasiones de las veleidades de la orquesta del Met, acuden a estos conciertos de la Filarmónica de Viena como el paciente busca el alivio tras el bálsamo.

Hoy la Filarmónica de Viena aúna frescura y experiencia, tradición e innovación, y mantiene con solidez un sonido propio que honra la herencia centenaria del sinfonismo clásico europeo. Es por ello que sus actuaciones apelan al núcleo de la sensibilidad artística del espectador, y son capaces de centrar la atención incluso en esta Nueva York preprimaveral.

OW


Carnegie Hall, a 4 de marzo de 2023. Orquesta Filarmónica de Viena y Christian Thielemann en obras de Mendelssohn y Brahms.