El nuevo trabajo discográfico de Rolando Villazón se titula Treasures of Bel Canto (Tesoros del bel canto) y es un homenaje a todas esas canciones de salón o de conservatorio que no fueron pensadas para grandes auditorios sino para íntimas veladas. Solo contiene obras de cuatro compositores, todos ellos figuras fundamentales del siglo XIX: Vincenzo Bellini, Giuseppe Verdi, Gaetano Donizetti y Gioacchino Rossini.
Las piezas seleccionadas son pequeñas joyas del buen gusto y la elegancia. Destinadas al calor del hogar o a la preparación para grandes talentos, fueron escritas en un principio con acompañamiento de piano. Sin embargo, para este disco se han transcrito para orquesta. Las transcripciones, que se inspiran en el trabajo de Luciano Berio con ocho romanzas de Verdi, se alejan de esta concepción más moderna para intentar ser fieles al estilo de la época, buscando una orquestación que pudieran firmar los autores originales de las obras. El conjunto encargado de traer estas recreaciones a la vida es la Orquesta del Maggio Musicale Fiorentino, con Marco Armiliato al frente. Como invitada especial en el disco está la imprescindible mezzo–soprano Cecilia Bartoli, que acompaña a Villazón en un dúo de Bellini, Tirana pour deux voix.
El propio Villazón señala en las notas del disco que, pese a que todos los compositores escriben en el estilo del bel canto, cada uno tiene sus idiosincrasias: “Bellini es etéreo, Donizetti más bucólico, Rossini es muy dionisiaco y Verdi es el humanista”. No podemos coincidir más con sus palabras. Sus características se acentúan más por el hecho de que todas las piezas de cada compositor aparecen seguidas en el disco, lo que permite apreciar con mayor claridad la particularidad de sus estilos.
Villazón canta con mucho cuidado, muy consciente de lo que puede y no puede hacer, haciéndonos pensar que su recuperación de la operación que tuvo ha sido satisfactoria pero lo ha hecho más cuidadoso con sus límites. El timbre orquestal, suave en todo momento, con un Armiliato que sabe dirigir muy bien a sus músicos, permite a Villazón destacar lo suficiente en todo momento, sin tener que forzar su voz. El fraseo es elegante en general, aunque con acentos indeseados al atacar ciertas notas agudas. El timbre de su voz es interesante, como siempre, aunque se echa en falta algo de cuerpo. Sufre ciertamente cantando la famosa tarantella La danza, de Rossini, y donde demuestra mejor sus habilidades es en piezas lentas y cándidas como Una lagrima, de Donizetti. En cierto modo, lo cuidado del sonido y el equilibrio entre conjunto y tenor, alejado de lo que se escucharía en directo y que se debe al arte del ingeniero de sonido, sacrifica parte de la espontaneidad que se agradecería en piezas musicalmente asequibles para el oído como estas. Por su condición nos habría gustado más escucharlas en su versión original para piano, más íntima y realista, pero entendemos que así le resulta más fácil a Villazón cantar satisfactoriamente. El dúo con Cecilia Bartoli está exquisitamente cantado, pero conociendo a la impetuosa mezzo es difícil creer que se deje superar tan fácilmente por un Villazón que en ningún momento intenta llegar al forte.
Este disco, agradable de escuchar pero que no está destinado al recuerdo, es recomendable para apreciar los encantos del bel canto en un entorno novedoso para estas inocentes canciones como es el orquestal.
Miguel Calleja Rodríguez