Dentro de la actual temporada de ópera de ACO en Las Palmas de Gran Canaria y con el importante patrocinio del Cabildo Insular de dicha isla, se presento la mítica ópera verdiana Rigoletto con un éxito que, como se dice habitualmente, «se veía venir».
La producción venía firmada por el gran Mario Pontiggia y procedía de una anterior de unos años atrás pero mejorada. La mano de Pontiggia es evidente con una hermosa sencillez de la escena y una dirección de actores espectacular. Toda ella gira en torno a unos telones pintados y unas maravillosas proyecciones – especialmente bella la del tercer acto de La lucha de los Gigantes de Giulio Romano con el caballo como muestra del gran poder del Duca ya que los Gonzaga de Mantua fueron grandes amantes de los caballos-. El acto III supone una creación idónea de la atmósfera escénica necesaria para el drama que ocurrirá allí. Una proyección del rio Mincio que pasa por Mantua domina el fondo.
El dominio del espacio escénico es magistral. Todo tiene sentido y coherencia bajo una iluminación magnífica. Grande.
Dentro del reparto destacó Leo Nucci que no sólo es protagonista después de 240 representaciones del personaje de Rigoletto. Es que, cuando sale a escena, ya no es Nucci sino Rigoletto. Emocionante. Su poderoso canto, matizadísimo, uniforme, lleno de detalles y de una intensidad sobrecogedora siguen siendo las grandes bazas de este genial cantante. Por supuesto bisó “La vendetta”. Grande.
Junto a él tuvo de protagonista femenina a la muy joven soprano canaria Elisandra Melián que debutaba el rol. Se trata de una soprano con un sentido del canto magnífico, musical, uniforme, ágil, voz perfectamente proyectada y un timbre de gran belleza. Su “Caro nome” fue aplaudido y ovacionado. Deliciosa Gilda que marca un futuro más que prometedor. Antonio Gandía es un Duca de referencia hoy día. Su voz varonil, poderosa, perfectamente regulada y su canto lleno de intención conllevó una construcción cánora del personaje de muy alto nivel. Posiblemente una de los grandes Ducas de hoy.
Todo el resto del elenco, Román Ialcic como Sparafucile, Juliette Galstian en Maddalena –digna ya de de roles más importantes-, Kiok Park como Monterone y el resto del cast a excepción del paje de Marisa Dorta, no sólo cumplieron sino que completaron un magnífico reparto.
La dirección de Ramón Tebar es difícil de calificar. Son muchos los adjetivos positivos que se le pueden aplicar. Con los primeros compases de la ópera dejó claramente establecido todo lo que vendría después. Color, matiz, oscuridad… Tebar es hoy el más grande director de ópera español como lo viene demostrando tanto en América como en España. Su sentido musical, los colores que consigue, la coherencia de tiempos, la intensidad, la elegancia, el cuidado de los cantantes sin descuidar la espectacularidad orquestal hacen de él el tercer grande.
Estupendo el coro dirigido por Olga Santana y una orquesta que muestra sus grandes cualidades cuando está motivada por un gran director. Magníficos flauta y oboe.
El éxito fue total. Aplausos en todos los números y grandes y largas ovaciones al final.
Francisco García-Rosado