Inaugura el Liceu su nueva temporada de ópera con esta producción de Turandot, siendo ésta precisamente la ópera con la que se reabrió el teatro hace 20 años, tras el pavoroso incendio que lo había destruido 5 años antes, Al ser la función inaugural y la celebración de la reapertura, el despliegue de medios de información a las puertas del teatro era espectacular, lo que hizo que se tuvieran que organizar grandes colas para que los espectadores pudieran acceder al recinto. Dentro se encontraron con la invitación por parte del teatro a poder degustar unas copas de cava.
El resultado de esta función inaugural ha sido bueno, con una nueva producción escénica original, aunque respetuosa, una buena dirección musical y un reparto vocal adecuado.
Se ha tratado de una nueva producción de Turandot, que el Liceu ha encargado a Franc Aleu, quien tantas veces ha colaborado con La Fura dels Baus en la realización de video -proyecciones, que suelen ser tan habituales en los trabajos del grupo catalán. También aquí, como era previsible, las video-proyecciones existen, especialmente en la primera parte de la ópera. La escenografía de Carles Berga y el propio Franc Aleu ofrece un escenario único en forma de una especie de pirámides, que van girando, ofreciendo unas paredes en unos casos y las citadas pirámides con unas grandes escaleras a los lados, lo que ocurre en las escenas de masas. El escenario en esas escenas está coronado con un lugar elevado, donde se sitúa el Emperador Altoum. El vestuario se debe a Chu Uroz y puede considerarse un tanto futurista, alejado un tanto de los atuendos tradicionales chinos. El ambiente de la producción es muy oscuro para facilitar el juego de las imágenes y de la propia iluminación de Marco Filibeckç. Estéticamente, funciona de manera adecuada, siendo lo más incómodo para el espectador el hecho de que coralistas y figurantes llevan unas lámparas en la cabeza, que molestan un tanto la vista de los espectadores.
La dirección de escena se debe a Franc Aleu y a Susana Gómez y narra adecuadamente la trama. No hay relecturas, lo que muchas veces se agradece, aunque tampoco acabo de ver en escena lo que el propio Franc Aleu explica en el programa de mano.
La dirección musical corrió a cargo del titular del teatro, el catalán Josep Pons, que nos ofreció una buena lectura de la ópera. Hubo algún exceso de sonido en el primer acto, pero pronto se moderó todo y los cantantes no tuvieron problemas para llegar bien al público. Buena la prestación de la Orquesta Sinfónica del Liceu, que ha mejorado notablemente en estos años bajo la batuta de su director titular. He encontrado mejor que otras ocasiones al Coro del Liceu, lo que es una buena noticia. Lo hizo correctamente el Coro Vivaldi-Pequeños Cantores de Cataluña.
La Princesa de Hielo fue interpretada por la soprano sueca Irene Theorin, que ofreció sus virtudes y defectos de todos conocidos. La voz es adecuada, está bien manejada y es una buena intérprete escénica, con el inconveniente habitual en ella de que sus notas más altas son invariablemente gritadas. Y así ha sido una vez más.
Calaf fue interpretado por el tenor canario Jorge de León, que lo hizo bien. La voz es adecuada a las exigencias del personaje, resultando un intérprete con cierta monotonía.
El siempre esperado Nessum dorma tuvo brillantez. Como en otras ocasiones anteriores, también en ésta se escapó del DO sobreagudo del segundo acto. Hay un cierto exceso de vibrato en el centro de su voz.
Vocalmente, lo mejor de la noche corrió a cargo de la soprano albanesa Ermonela Jaho en la parte de Liù. Sus dos arias fueron perfectamente interpretadas, con exquisito gusto, recogimiento y unos piani preciosos. Una destacada actuación la suya.
Alexander Vinogradov lo hizo bien como Timur, aunque tuvo algunos problemas en el primer acto para llegar bien su voz al público.
Muy bien los Tres Ministros, Ping, Pan y Pong, interpretados respectivamente por Toni Marsol, Francisco Vas y Mikeldi Atxalandabaso.
Finalmente, me referiré a la presencia del otrora gran tenor rossiniano, el americano Chris Merritt, en la parte del Emperador Altoum. ¡Qué recuerdos! Su voz funciona bien todavía.
El Liceu estaba abarrotado. El público se mostró muy cálido con los artistas en los saludos finales, siendo las mayores ovaciones para Ermonela Jaho. El equipo artístico (salieron a saludar nada menos que 13) fue recibido con aplausos.
La representación comenzó con 9 minutos de retraso sin que hubiera ninguna explicación, aunque no es difícil imaginar que la presencia de autoridades no facilitaba las cosas. Se inició la función con unos videos de agradecimiento al público, mostrando imágenes del incendio que destruyó el Liceu. La duración total del espectáculo fue de 2 horas y 31 minutos, incluyendo un intermedio. Duración musical de 1 hora y 50 minutos. Ocho minutos de aplausos.
El precio de la localidad más cara era de 295 euros, habiendo butacas de platea entre 165 y 230 euros. La localidad más barata con visibilidad costaba 65 euros.
José M. Irurzun