Un Barbero post-covid triunfa en Jerez de la Frontera

Un éxito completo coronó la temporada de ópera del Teatro Villamarta en Jerez de la Frontera. Un reparto que unía calidad, juventud, estilo y vis cómica nos hizo volver a palmear al unísono como en una de esas noches mágicas de ópera que refirman una buena labor teatral y musica. Un Barbero de Sevilla clásico que demostró el buen hacer del barítono Manel Esteve como factotum de la città. Un Barbero post-covid triunfa en Jerez de la Frontera

Clara Mouris, Quintín Bueno y Manel Esteve Un Barbero post-covid triunfa en Jerez de la Frontera

Es una suerte que una ciudad como Jerez siga manteniendo contra viento y virus su temporada de ópera, y que el público responda a los buenos gestores de esta temporada en cada función hasta llenar prácticamente el aforo, soportando con alegría y estoicismo largas colas para salvaguardar las medidas de seguridad impuestas por las autoridades sanitarias. Todo sea por garantizar que la cultura es tan segura como necesaria para respirar, aunque sea con mascarilla.

La producción que se nos mostró está firmada por Giulio Ciabatti y fue en origen un encargo de los Amigos Canarios de la Ópera. Recrea un poco a modo de compañía ambulante de ópera este título rossiniano con escasa escenografía que tanto podría servir para Semiramide como para La Gazza ladra, y enriquecida con un atrezzo tan simple como sugerente utilizado por los intérpretes en recrear cada espacio dramatúrgico.

Si bien podríamos pensar que el trabajo del regista no es loable, se ha de decir a su favor que ha conseguido imponer en los solistas y en el coro un ritmo trepidante que hizo reír al respetable desde una lectura clara y tradicional, sin los dobleces que están tan en boga hoy en día, lo que demuestra que a veces se cumple la máxima de Van de Rohe de que menos es más.

El director gaditano Carlos Aragón, habitual del Teatro Villamarta, supo mantener el mismo ritmo alocado de la escena desde los atriles, superando con nota la difícil concertación rossiniana entre el coro masculino del propio teatro, la Orquesta Filarmónica de Málaga y los siete solistas, si bien en algunos momentos sus excesivos cambios de tempi a presto provocaron algún problema en alguna sección del foso, así como ciertos desajustes de afinación en la obertura por parte de la sección de la cuerda. Supo dar sin embargo con los colores y dinámicas acertados, y asimismo trató con cuidado las articulaciones rossinianas, que muchas veces pasan desapercibidas en medio de tanta coloratura vocal.

Es curioso como a medida que uno escucha y ve esta ópera los focos de atención se desplazan dependiendo de quiénes son los solistas, cosa que no pasa con otras óperas. ¿Quién no recuerda el Barbero de Teresa Berganza como Rosina, el Barbero de Juan Diego Flórez como Conde de Almaviva, el Barbero de Carlos Chausson como Don Bartolo?, etc. Este fue sin duda alguna el Barbero de Manel Esteve como Fígaro que el público supo recompensar aplaudiendo desde su aria inicial Largo al factótum hasta los saludos finales , ya puesto en pie.

Este barítono catalán nos regaló una interpretación de antología de un rol complicado vocalmente y de una presencia escénica constante, cuasi agotadora. Una voz generosa en matices dinámicos, en colores que se adaptaban a la ironía teatral-vocal rossiniana, unas ornamentaciones de estilo sin perder frescura y una proyección vocal que atravesaba la orquesta con facilidad y generosidad con un dominio del fiato admirable. Pero sin duda más allá de una coloratura resuelta sin problemas hay que destacar dos aspectos musicales que muchas veces quedan disimulados en este rol: la línea del canto y el empaste con el resto de los solistas en los dúos, y demás conjuntos, en los que constantemente participa este personaje y que Manel Esteve nos ofreció con un saber decir y hacer en la línea de los mejores cantantes de este rol, como Bruscantini en el pasado. Si la parte vocal fue pletórica, la teatral demuestra una vez más su calidad como intérprete total. Figaro es un rol que fácilmente puede caer en el histrionismo y Esteve lo llevó a una comicidad humana de quien se sabe el centro de una acción teatral, creando sinergias con sus partenaires, alimentando y recibiendo las intuiciones cómicas que ya tiene la obra sin exageraciones vacías sino humanizando un papel que representa la picardía y solidaridad de un vecino ante la injusticia de un médico manipulador y un maestro de canto interesado defendiendo la dignidad y el derecho de la mujer a elegir a quién amar y por quién ser amada.

Un momento de «Il barbiere di Siviglia» en el Teatro Villamarta. Un Barbero post-covid triunfa en Jerez de la Frontera

La mezzosoprano Clara Mouriz perfiló una Rosina rica en matices, sacando partido de su voz aterciopelada con un color oscuro que contrata con su figura delicada. Si para el estreno Rossini prefirió a la contralto Geltrude Righetti, es tradición que este papel lo interpreten unas voces que posean un amplio registro pero, sobre todo, que salven las endiabladas coloraturas que escribió para este rol. En el caso de Mouriz ninguna de las dificultades fue un impedimento para una interpretación matizada desde su aria de presentación Una voce poco fa hasta el couplet final. A esta facilidad y corrección técnica se le sumó la picardía y humor en su justa medida que la joven enamorada ha de poner, destacando su dúo con Manel Esteve «Dunque io son».

El joven tenor Quintín Bueno debutó el difícil rol de Almaviva en esta producción. Su instrumento es de una gran seguridad en las coloraturas y una gran facilidad en el registro agudo. No obstante, y aunque fue ganando enteros a lo largo de la obra, resultó poco matizado desde la serenata inicial «Ecco ridente in cielo» y fue una lástima que no interpretase su gran aria final «Cessa di piú resistere», la cual le hubiera dado un protagonismo que fue perdiendo. Es de agradecer la oportunidad que nos han dado de descubrir esta voz que esperamos que con buenos consejos, estudio matizado y buenas decisiones podamos escuchar en otras propuestas musicales.

Fabio Capitanucci es uno de los bajos bufos que une juventud con una interesante carrera de más de dos décadas cantando en teatros de todo el mundo y visitando frecuentemente los principales coliseos de nuestro país, donde hemos podido disfrutar de sus donizettis bufos y de otros rossinis. Su conexión con la escuela italiana del canto de estos roles le hace un valor seguro como pudimos comprobar en su apreciable versión del aria «A un dottor de la mia sorte», con una dicción trasparente en los silabatos típicos de estos personajes bufos y una proyección generosa en todos los registros junto con unas dotes cómicas que ensamblaron a la perfección con el resto de los solistas.

Don Basilio fue interpretado por el bajo David Lagares, quien supo interpretar con buena intención su aria de la calumnia, si bien esperamos que con el tiempo enriquezca su presencia escénica un tanto encorsetada. Correctos el resto de los partiquinos, Nuria García Arrés como Berta, Juan Guerrero como Fiorello y Nicolás Montoya como Notario.

En definitiva, vivimos una velada en la que el teatro, el humor y la buena música estuvieron bien servidos, y en la que cantantes, instrumentistas y público nos pudimos evadir de la situación penosa que estamos atravesando haciendo nuestras las palabras de Rosina: “Costó suspiros y penas un instante tan feliz”. Esperamos con ganas las siguientes propuestas de este teatro que desde la humildad sigue proponiendo arte incluso en pandemia.

Robert Benito