Vuelve esta única ópera de Beethoven a la Scala, siendo precisamente la que inauguró la temporada 2014-2015 con esta misma producción y siendo aquella la última temporada de Daniel Barenboim al frente de la dirección musical del teatro milanés.
La representación ha tenido un buen nivel, sin ser extraordinaria, con una producción escénica adecuada, una buena dirección musical y un reparto vocal interesante.
La producción de la británica Deborah Warner trae la acción a tiempos más modernos y ofrece una escenografía única, lo que hace que la iluminación original de Jean Kalman tome un importante protagonismo, habiendo sido llevada adelante en esta ocasión por Valerio Tiberi. La citada escenografía, como el vestuario, es obra de Chloe Obolensky y ofrece una escena con altos muros representando la prisión. Los muros se abrirán en la escena final para dar paso al pueblo y prisioneros. El vestuario resulta adecuado para la época en que la producción desarrolla la trama. La dirección de escena resulta correcta, sin ofrecer nada espectacular. En resumen, es una producción que no molesta y sirve perfectamente para narrar la trama. Un alivio después del Rigoletto del día anterior en Munich.
Al frente de la dirección musical estaba el coreano Myung-Whun Chung, de quien confieso que esperaba mucho y se me ha quedado algo corto para mis expectativas. Su dirección me ha parecido más académica que romántica, pero siempre muy controlada y ofreciendo matices dignos de ser apreciados y agradecidos. La fuerza de su dirección ganó en la segunda parte de la ópera. No se inició la ópera con la obertura llamada de Fidelio, sino con la Leonore 3, eliminándose después la tradición impuesta por Mahler de ofrecer una obertura Leonora tras la escena de la prisión. Buenas las prestaciones de la Orquesta y del Coro de la Scala, aunque confieso que también esperaba más de ambas formaciones.
El personaje de Fidelio o Leonore fue interpretado por la soprano alemana Ricarda Merbeth, que tuvo una buena actuación. Esta soprano siempre es una garantía de buen hacer en todo lo que interpreta, aunque creo que hay mejores alternativas a su capacidad vocal. Lo mejor de su interpretación fue el dúo con Florestán en el segundo acto, quedando un poquito corta en su gran escena del primero.
Florestán fue interpretado por el tenor australiano Stuart Skelton y su resultado fue un tanto irregular. Debo decir que su arranque del segundo acto con el siempre esperado Got fue espectacular, en un piano excelente que después lo abrió brillantemente. Creo que es el mejor arranque de Florestán junto con el que nos ofreciera Jonas Kaufmann en Valencia hace ahora 7 años. Después comenzaron los problemas para el tenor, como les pasa a tantos otros, ya que es bien sabido que Beethoven fue un genio de la música, pero no se caracterizó por su brillantez en escribir para tenores.
Buena la actuación del bajo Stphen Milling en la parte de Rocco, con una voz amplia y bien timbrada. Luca Pisaroni tuvo también una buena actuación en la parte de Don Pizarro, cuya tesitura le va muy bien a su voz, aunque creo que resulta más adecuado en personajes más nobles, ya que a su voz le falta ese toque de oscuridad para estos malévolos personajes.
Correcta y sin especial brillantez la Marzelline de la soprano Eva Liebau. Buena impresión la dejada por el tenor Martin Piskorski como Jaquino, por cierto muy bien caracterizado. Correcto y sin mucho brillo el Don Fernando del barítono Martin Gantner.
Se trataba de la primera representación de este ciclo y el teatro ofrecía una entrada de alrededor del 75 % de su aforo. El público se mostró un tanto frío durante la representación, ofreciendo una cálida acogida a los artistas en los saludos finales, siendo los mayores aplausos para Ricarda Merbeth.
La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración de 2 horas y 51 minutos, incluyendo un intermedio. Duración musical de 2 horas y 14 minutos. Seis minutos de aplausos.
El precio de la localidad más cara era de 276 euros, costando la más barata con visibilidad 55 euros.
José M. Irurzun