Un concierto inolvidable: Mehta dirige la tercera de Mahler

Mehta
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A veces tenemos la suerte de vivir una experiencia supra musical en medio de este caos de existencia vulgar y miserable que nos toca vivir. Y hoy ha sido la sabiduría de un director con pasaporte indio pero con residencia en el mundo quien nos ha hecho viajar a la dimensión más profunda y elevada gracias a la inspiración compositiva de la tercera sinfonía de Gustav Mahler.

Uno de los ciclos más jóvenes de conciertos de la ciudad condal, BCN Clàssics, aunque dirigido por uno de los prohombres con más experiencia y criterio de nuestro país, nos abre a su cuarta temporada con una de las orquestas de mayor prestigio internacional a pesar de vivir en un país con la tensión a flor de piel.

La Orquesta Filarmónica de Israel  junto con dos de los coros del Orfeó Català, el coro infantil y el coro femenino, junto a la mezzo alemana Gerhild Romberger han sido los instrumentos que manejados por el alquimista Zubin Mehta nos ha destilado un coctel de final del XIX de lo más sugerente y exquisito para este comienzo de temporada en el Auditori de Barcelona.

La tercera sinfonía de Mahler es un canto de reconciliación con la naturaleza y una meditación de un ateo o agnóstico judío converso al catolicismo sobre la creación de las diferentes vidas de nuestro mundo, desde la naturaleza más básica, las flores, los pájaros hasta el hombre con su creador. Y para este discurso cuasi metafísico el compositor hace cantar a cada familia instrumental con colores y gemidos, a cada solista como una flor o un pájaro hasta que el hombre toma la palabra y canta a través de dos textos de un autor tan poco ortodoxo como Nietzsche y uno de los lieder de la colección Des Knaben Wunderhorn con las voces inocentes de un coro de niños, un coro femenino y la gravedad lastimera de una mezzo.

Mehta tras un año retirado de los escenarios por un cáncer reconocido públicamente entró en el escenario del Auditori de Barcelona con paso firme y apoyado en un bastón que literalmente tiró al sentarse en una silla desde donde dirigió de memoria esta partitura colosal de efectivos y duración.

Su pulso supo dibujarnos todos los pathos que está partitura contiene desde la fanfarria inicial, a un batiburrillo de pájaros, antecedente a los ensayos musicales de Messiaen, la meditación del cuarto movimiento, la alegría de los ángeles del quinto movimiento o ese inmenso mar que es el adagio final que hizo estallar los aplausos del público que llenaba en un 95% la sala de conciertos levantándose de sus asientos como pocas veces se ha visto en este recinto.

La colaboración de los dos coros del Orfeó Català fue precisa aportando ese punto de inocencia y pureza que pide Mahler en su escritura vocal del quinto movimiento.

Por su parte el timbre aterciopelado y profundo de la mezzo Gerhild Romberger brilló más en la primera parte de su intervención del cuarto movimiento con un espléndido y dramático comienzo O Mensch, Gib Acht!, si bien se vio un poco tapada en los fuertes de la orquesta.

Pero la verdadera protagonista de la velada a parte de la batuta de Mehta fue la Filarmónica de Israel, donde cada solista y cada sección brillaron con luz propia desde el sólo de trombones, las melodías de trompas o las llamadas de una técnica exquisita de las trompetas, los gritos controlados y musicales de la madera, y la ductilidad de la cuerda fue todo un despliege de colores y texturas, con una capacidad de ahogarse en pianísimos inaudibles a fortísimos atronadores. Toda una lección de escucha mutua y trabajo en equipo.

Tal vez a nuestros políticos les convendría estudiar música y tocar juntos en alguna formación instrumental para acallar egos y ponerse a trabajar juntos desde las diferencias por lo que se les paga. Y si no tienen tiempo de estudiar música y tocar, al menos que vayan a algún concierto como este donde el arte se crea a partir de los individuos pero con un trabajo de grupo y un líder que sabe lo que quiere y convence con la suavidad de un gesto, de una mirada y sobre todo con la sabiduría de la experiencia y la empatía que hizo que todos los músicos aplaudieran a su director al final del concierto con tanto entusiasmo como el público.

Gracias Maestro Mehta y esperemos que este concierto sea el pórtico de una temporada memorable.

Robert Benito