Un «Così fan tutte» en blanco y negro en les Arts Por Roberto Benito
El Palau de Les Arts ha inagurado su temporada 2020-21 con una producción del Cosí fan tutte mozartiano, que ha sustituido el Requiem del mismo compositor en versión escenificada, con unos resultados por debajo de lo que es habitual en este coliseo.
Cosi fan tutte, ossia La scuola degli amanti se estrenó como drama jocoso en el Burgtheater de Viena hace más de 220 años y desde entonces nos ha hecho reflexionar sobre el amor, la fidelidad y la pareja. Ha sido una ópera de Mozart que pasó de un éxito relativo en el momento de su estreno al rechazo moral absoluto en el s.XIX para colocarse entre las óperas del repertorio mozartiano más recurridas con su binomio Da Ponte de Le Nozze y Don Giovanni desde la segunda mitad del s.XX.
Hay quien dice que esta trilogía Da Ponte hace un recorrido y reflexión sobre el amor a través tanto de la figura masculina como femenina pero centrándose en las tres edades del hombre, el joven Cherubino ansioso de descubrir el amor, el Don Giovanni del hombre adulto llevado por el amor pasional y el desencanto de la vejez del Don Alfonso que desde su atalaya temporal manipula y guía a los jóvenes.
Este título que ya se hizo en 2009 en este mismo escenario ha vuelto en una versión semiescenificada y con algunos cortes para acomodarse a las medidas sanitarias de no hacer pausa y una duración de dos horas y media, con lo que algunas arias se sacrificaron, sobre todo en el segundo acto lo que subrayó lo poco interesante de la propuesta teatral.
Un mini espacio escénico de varios objetos geométricos cuyo concepto corrió a cargo de Silvia Costa no aportó el ritmo, la vivacidad, picardía e ironía que contiene la obra, sino que se quedó en un triste quiero y no puedo. Faltó humor en lo giocoso y no llegó a vislumbrarse el drama en la interpretación de los cantantes. Fue un fiel reflejo del contraste en blanco y negro de los trajes de los cantantes( con alguna excepción de color en los trajes albaneses y del segundo acto. Un recurso por otra parte nada original, ni novedoso. La única explicación que puede exculpar esta pobreza de producción es la prisa con la que se ha tenido que montar.
A veces nos pareció escesivamente estático como si quisiera imitar un mal Bob Wilson en su afan minimalista pero sin conseguir su belleza estática. El público respetuoso aplaudió en diferentes ocasiones y un poco más efusivamente al final sin ser una de las muchas noches memorables que se han visto en Les Arts. Por contra a lo expresado en lo escénico, el verdadero Mozart se escuchaba en la orquesta bajo la dirección del director italiano Stefano Montanari.
Desde la obertura con un tempo de Allegro vivacissimo ya nos puso en tensión de esta lección sobre las relaciones de parejas, destacando el motivo musical que intitula la ópera en unos expresivos ritardandos. El director supo combinar un tempo vivo con una expresividad lírica de gran acompañamiento a los cantantes, si bien eso no salvó ciertos desajustes entre cantantes y foso en el primer acto y algunos de los conjuntos del segundo acto. Otra de lo aspectos destacados de la prestación musical fueron los acompañamientos desde el pianoforte por el mismo director, Stefano Montanari, de los recitativos, llenos de originalidad y gracia, libertad y buen gusto, con un añadido de malabarismo de batuta cambiando de la mano al cuello de la camisa al sentarse en el pianoforte. Algo nunca visto.
Las intervenciones del coro fueron tan breves como correctas y llamó la atención que cantaran sin mascarilla, lo que favoreció la completa emisión de sus voces, pero a diferencia de otros coros de ópera que han optado por cantar con mascarilla en las representaciones escénicas se arriesgó la posibilidad de un potencial contagio. por el contrario la orquesta en una formación mozartiana mostró su estado de gracia en los diferentes solos, destacando fagot, trompa, flauta, además de una cuerda perfectamente ágil y empastada.
El nivel de los cantantes no fue sobresaliente, quedándose más a un nivel de corrección en la mayoría y con algunos problemas a medida que avanzaba la representación. Las diferentes arias del primer acto tuvieron más calidad y contundencia que las del segundo, con una correcta interpretación por parte de Paula Murrihy como Dorabella en su primera aria Smanie implacabile, así como Federica Lombardi salvo todas las dificultades de esa aria castigadora del «Come scoglio» de Fiordiligi, aunque el registro grave fue muy poco presente y que mejoró muchísimo en su prestación del aria del segundo acto «Per pietà, ben mio», perdona con una linea de canto sin mácula y una gran expresividad. «Non siate ritroso» aria de presentación de Gugliermo que Davide Luciano supo imprimir el humor necesario sin perder la línea de canto con una de las voces más potentes del cast.
Es conocido que Cosi es una de las óperas con más números conjuntos (dúos, tercetos, cuartetos, etc) de Mozart y aquí es donde hubo más desequilibrios ya que en algunos de estos números se consiguió una gran calidad que se perdía en otros por desconexión con la orquesta o por falta de criterio entre los intérpretes. Ni la Despina de Marina Monzó destacó por su presencia canora ni su buen hacer teatral, ni tampoco se puede decir grandes cualidades del tenor Anicio Zorzi cuyo Ferrando fue bastante asimétrico e irregular en su aria Un aura amorosa con exceso de proyección nasal y agudos forzados que se vió agravado a medida que avanzaba la función haciendo peligrar su final. Y por último al Don Alfonso de Nahuel Di Pierro le faltó empaque y madurez para un papel que como dijimos al principio necesita más que una voz, un personaje que se vió ausente en ese pesimismo amoroso, si bien destacó en el momento de declarar la máxima de la obra de Da Ponte con esos acordes contundentes que cimentan la frase Cosí fan tutte, así hacen todas. Por último destacar el cuarteto de la boda en ese finísimo equilibrio de elegancia mozartiana e ironía del libretista que ambas parejas supieron recrear.
La temporada en Les Arts ha comenzado y deseamos que sea in crecendo para poder disfrutar de esas noches de calidad y éxito a las que nos tiene acostumbrados.