Como inicio de la edición XXXII Ibercámera, uno de los ciclos más importantes del país, ha escogido a la Sinfónica de Bamberg bajo la dirección de su titular Jonathan Nott con obras de Beethoven y acompañado del pianista Christian Blackshaw para el KV.166.
Nuevamente el mes de octubre es comienzo de otro de los grandes ciclos de música clásica de la ciudad de Barcelona, el organizado por el eficiente equipo de Ibercámera que a lo largo de sus más de tres décadas nos ha permitido gozar de la mejor música con las mejores orquestas y solistas a nivel internacional.
En esta edición serán doce conciertos dentro de abono, más otros cuatro en su hermano menor, el ciclo de cámara, en los que se mezclan las grandes formaciones orquestales como la Filarmónica de Munich con Gergiev, Sinfónica de Viena con Fischer, Royal Philarmonic con Zukerman o solistas como Pires, Gutman, Mullova, Volodin, o nuevos talentos como Trifonov entre otros.
La primera cuenta de este rosario musical fue una brillante propuesta de la Orquesta Sinfónica de Bamberg, conocida igualmente como Filarmónica Estatal de Baviera y que en próximas fechas cumplirá su 70 aniversario.
Si algunas palabras podrían calificar la Obertura de Egmont, Op.84 con el que comenzó el concierto fue la de masculinidad, drama y heroísmo, tres conceptos que Beethoven supo expresar a través de la partitura para introducir a los espectadores en el drama teatral al que pertenece esta música incidental. La lectura de Nott supo sacar toda la tensión de la primera parte para llegar al climax triunfal final, y en el que brillaron los solistas de madera especialmente.
Veinticinco años antes de la obra beethoveniana componía el genio de Salzburgo su concierto n.20 en re menor para piano y orquesta, K.466 que ofreció de manera muy intimista el pianista inglés Christian Blackshaw que debutaba en este ciclo y en la ciudad de Barcelona.
El dramatismo del primer movimiento lo recogió tras la presentación del tema por la orquesta pero con un sonido mucho más desesperado creando una perfecta complicidad entre el conjunto orquestal y el solista, culminando en una magnífica interpretación de la cadencia escrita por Beethoven. La Romanza que conforma el segundo movimiento fue otro momento mágico del concierto donde pudimos apreciar esa sensibilidad exquisita de Blackshaw que se recuperó para un público tras el silencio musical que provocó la defunción de su esposa. Sin interrupción apenas atacó el Allegro assai que cierra el concierto más amado de Mozart por Beethoven para el que nuevamente escribió otra cadencia que Blackshaw interpretó y que culminó una interpretación llena de pasión y elegancia.
Los aplausos del público provocaron un bis: Impromptu n.3 en sol b mayor D.899 de Schubert donde nuevamente la fina sensibilidad y el mágico toque de este artista brilló en esta ocasión sin más sombra que la provocada por los focos de la sala.
La segunda parte del concierto fue una vuelta a Beethoven a través de su sexta sinfonía en una versión que fue en algunos momentos excesiva en tempo pero que gracias a la buena calidad y musicalidad de los solistas y el conjunto, junto con una batuta firme y sin concesiones llevaron a buen puerto esta música de las más descriptivas del catálogo beethoveniano, llena de contrastes, pero sin que se perdieran las líneas melódicas, claridad de planos sonoros y juegos de dinámicas que hicieron una versión personal que arrancó los aplausos del numeroso público que acudió al reclamo de orquesta, solista y director.
Una correcta interpretación de la Obertura de “Le nozze di Figaro” mozartiana fue el bis otorgado por director y orquesta.
Esperemos que la calidad de este concierto sea la tónica de la temporada.
Robert Benito
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