Un Requiem de Berlioz en el Kursaal más espectacular que emocionante

Un Requiem de Berlioz en el Kursaal más espectacular que emocionante. Foto: Quincena musical

Llega a su final la presente edición de la Quincena Musical de San Sebastián con esta magna obra de Héctor Berlioz, cuyo título real es Grande Messe des Morts, aunque sea más conocida como el Requiem. 

Esta obra se estrenó en Les Invalides de París en 1837 y fue un encargo que recibiera Berlioz del Gobierno Francés. Para entonces el compositor francés ya era muy conocido, puesto que había estrenado su Sinfonía Fantástica 7 años antes, había recibido el Premio Roma y había completado su largo viaje por Italia. Lo que todavía no había hecho es componer óperas, lo que tendría lugar un año más tarde y con Benvenuto Cellini. 

Esta Misa de Requiem es una composición verdaderamente espectacular. Yo me atrevo a decir que es más espectacular que inspirada o emocionante, a diferencia de otras Misas de Requiem, bien conocidas por el aficionado. Podemos decir que en este sentido que Héctor Berlioz fue un adelantado a su tiempo., ya que no hay que olvidar que estamos en 1837, en plena época de oro del belcanto en Italia y cuando todavía Richard Wagner no ha estrenado ninguna ópera. Pues bien, llama poderosamente la atención que Berlioz compusiera este Requiem para una orquesta que supera los 100 profesores, a lo que hay que añadir un coro muy numeroso que supera ampliamente la cifra anterior. Ya que hablamos de espectacularidad, bueno será añadir que Berlioz introduce en la orquesta nada menos que 6 timbales y 3 platillos, cosa verdaderamente insólita para la época. 

El resultado del concierto ha respondido a las características mencionadas de espectacularidad de la obra y uno puede salir abrumado del teatro, aunque no emocionado.  

La dirección ha corrido a cargo del finlandés Jukka-Pekka Saraste, que ha mostrado un completo dominio de la partitura, dirigiendo con seguridad y también buscando más la espectacularidad que la emoción, lo que no deja de ser bastante lógico, habida cuenta de las características de la obra. 

A sus órdenes estuvo una brillante WDR Sinfonieorchester-Colonia, que fue un grupo disciplinado bajo su batuta y que estuvieron a la altura de la espectacularidad de la obra. 

El otro elemento clave del concierto fue el Orfeón Donostiarra. El coro tiene mucho que cantar durante este concierto, ya que no para de hacerlo durante la casi hora y media que dura el mismo. La actuación del Orfeón fue digna de elogio, demostrando nuevamente que son uno de los mejores conjuntos vocales de la actualidad. El número de coralistas superaba la cifra de 140. 

El único solista del Requiem canta en el Sanctus y corrió a cargo del tenor alemán Maximilian Schmitt, que lo hizo de manera adecuada, con una voz atractiva y bien manejada, aunque un tanto apretado en la parte alta de la tesitura. 

El Kursaal estaba prácticamente lleno y el público se mostró cálido en los aplausos finales. 

El concierto comenzó con 8 minutos de retraso y tuvo una duración de 1 hora y 15 minutos, sin intermedios. Cinco minutos de aplausos. 

El precio de la localidad más cara era de 72 euros, costando 37 euros la más barata. Fotos: Quincena Musical

José M. Irurzun