Un trío de ensueño para el ‘Otello’ de Verdi en el Festival de Ópera de Múnich

                                                                   Otello Festival Ópera Múnich Por Luc Roger

Los días se suceden y se parecen en la Bayerische Staatsoper. Como en todos los teatros de ópera, la pandemia está pasando factura y provocando retiradas o incluso cancelaciones. El Otello de Verdi no fue una excepción a esta siniestra regla, y hubo una serie de sustituciones. Rachel Willis-Sørensen, que debutó triunfalmente como Desdémona en Viena el pasado mes de septiembre junto a Gregory Kunde, con quien se reencuentra aquí, ha sido invitada a sustituir a la soprano Anja Harteros. Por su parte, el esperado Gerald Finley, que asombró a Múnich como Iago hace cuatro años, cayó repentinamente enfermo y, en el último momento, Simon Keenlyside tuvo que hacerse cargo de su rol en una puesta en escena que no tuvo tiempo de estudiar. Daniele Rustioni, aunque anunciado en Múnich, prefirió marcharse a preparar un Otello londinense y cedió la batuta a Antonino Fogliani. Otello Festival Ópera Múnich

La puesta en escena de Amélie Niermayer

La puesta en escena de Amélie Niermeyer, que ya había montado La Favorite en el Teatro Nacional de Múnich, fue un éxito cuando se estrenó en 2018. La elección de una mujer para poner en escena esta obra maestra de madurez del gran compositor italiano tiene algo que ver quizá con que el montaje esté centrado principalmente en el personaje de Desdémona, que permanece en el escenario a lo largo de casi toda la ópera, espectadora muda y torturada de un mundo belicoso y de su propio destino en las escenas desprovistas de la sublime trascendencia de su canto.

N. Karyazina (Emilia), R. Willis-Sørensen (Desdemona) y S. Keenlyside (Iago) en ‘Otello’ (c) W. Hösl – Bayerische Staatsoper 2022

Esta producción de Amélie Niermeyer es atemporal. Abandonando los indicadores de vestuario de época o las referencias históricas o marítimas, así como las posibles representaciones tópicas del moro shakesperiano, encierra a los protagonistas de la historia en una especia de jaula, lo que le permite concentrarse en el análisis psicológico de los personajes, cuya complejidad va a poner de manifiesto a través de una dirección de actores cincelada y trabajada con precisión.

La brutalidad de la entrada en materia de esta ópera sin obertura, el ruido de las armas en una batalla con un resultado al principio incierto, luego el de la tormenta que amenaza al comandante victorioso, evocados magistralmente por un coro tan vibrante como oscuro (preparado por Stellario Fagone), se dejan sentir sobre todo en la ansiosa esposa, que sigue los acontecimientos desde su habitación en el palacio de su marido, un luminoso cajón que se levanta en la parte trasera del escenario. A diferencia de la Desdémona de Shakespeare, la de Boito no ha seguido a su marido a la batalla, sino que lo espera para celebrar tanto su noche de bodas como su victoria. En la versión de Amélie Niermeyer, es el testigo silencioso y angustiado. Otello Festival Ópera Múnich

La escenografía, diseñada por el talentoso Christian Schmidt, se basa en una mise en abyme, con su exacta repetición de la escena en dos planos sucesivos: una gran habitación panelada en suaves tonos grises con techos altos y molduras clásicas, caldeada por una chimenea y amueblada con una cama, tiene su réplica entre bastidores, donde se ve una segunda habitación muy similar con una cama y una estufa parecidos, como un teatro dentro de otro teatro, un concepto escénico muy querido por el maestro de Stratford. El coro que canta la batalla y la tormenta se sitúa en la sombra de la primera habitación, que no está iluminada, y es el juego de las expresiones de preocupación y terror de Desdemona lo que refleja el dudoso resultado de la batalla y la tormenta.

La chimenea, elemento importante del decorado, cambiará de lugar a lo largo de la representación: situada junto al patio en la primera parte, en la segunda se hallará en el lado del jardín. Desdemona, ama del hogar, está íntimamente asociada a la imagen de la chimenea, en virtud de una compleja metáfora: la dueña de la casa está a cargo de todo lo doméstico, es ella quien enciende el fuego; pero Desdemona, dotada de una personalidad de altiva integridad, juega al mismo tiempo con el fuego. En la certeza de su rectitud y su amor, no percibe el peligro y acaba ardiendo con más fuego del que ha encendido. En el primer acto, una figurante duplica en la sala delantera las acciones que  Desdémona lleva a cabo en el fondo: las dos mujeres encienden el fuego pero a la figurante se le prende el brazo y tiene que salir huyendo presa de las llamas, un presagio ominoso del horrible desenlace que se avecina.

Si toda la acción se desarrolla en la unidad de un lugar, una gran sala del palacio del comandante, este lugar duplicado es de geometría variable: el cajón del fondo adquiere varias dimensiones, un juego reforzado por la magia de las videoproyecciones de Philipp Batereau, que, por su superposición en el decorado, producen efectos de distorsión y remolinos que reflejan las tumultuosas tormentas interiores de los personajes, en particular las de Desdémona y Otello. Otello Festival Ópera Múnich

La puesta en escena de Amélie Niermeyer ofrece unas pautas claras que favorecen la tensión dramática, la cual reposa esencialmente en la caracterización de los personajes: Otello no es aquí el moreno de la historia ni tampoco es ningún héroe, sino un guerrero cansado, agobiado por la guerra y la tormenta, es más, Niermeyer lo transforma en un contrahéroe de cuerpo horondo y rostro banal (efecto que se consigue mediante el uso de una máscara), una especie de dictador debilitado psíquicamente por los combates: el brillante estratega de la guerra ya no es, a su llegada al escenario, más que un hombre de clase media que anhela el descanso y que terminará convirtiéndose en el juguete de un complot diabólico. Otello es diferente no porque sea un moro, sino porque es un tipo común. Y es aquí también donde radica el defecto de Desdémona: su ceguera de amor, unida a su férrea integridad moral, le impide percibir las debilidades de un marido, a quien siempre ha adulado por ser diferente. Es esta integridad y amor lo que la hace ponerse del lado de Cassio y creer en el poder de discernimiento de Otello. Y estas rigideces favorecen también la venganza y las maquinaciones de Iago, que aquí es tratado como un genio del mal nihilista, amoral y cínico, un personaje sexualmente ambiguo que se acerca tanto a los hombres para imitar la seducción femenina que se podría pensar que tiene deseos homosexuales. Amélie Niermeyer no hace de él un ser oscuro y malvado, sino un personaje ligero y giratorio con una inteligencia perversa que destila maldad a través de insinuaciones juiciosamente calculadas.

G. Kunde (Otello) y R. Willis-Sorensen (Desdemona) (c) W. Hösl – Bayerische Staatsoper 2022

Una velada excepcional

Si alguna Casandra se había colado entre el público para predecir el fracaso de la velada tras las sustituciones del director de orquesta y de los protagonistas, no hay duda de que debió de sentirse desmentida y defraudada. La velada fue absolutamente gloriosa y a la altura del legendario estreno de 2018 (con Petrenko, Kaufmann, Harteros y Finley), el cual pasó a los anales de la Bayerische Staatsoper. La excelencia no se compara. El reparto y la dirección de 2022 han dado a la puesta en escena otra dimensión, porque una puesta en escena no es un fenómeno mecánico, sino un fenómeno habitado por actores que tienen su propia personalidad y dinámica. La puesta en escena revisada por el actual elenco ha cobrado una nueva dimensión, signo innegable de sus grandes cualidades y potencialidades.

La Desdémona de Rachel Willis-Sørensen es una cantante poderosa y trágica, una luchadora en medio de la desgracia: la fuerza radiante y el brillo de su voz son notables a lo largo de la ópera y están en consonancia con la intensidad de su interpretación escénica. La técnica vocal es impecable, el tono sorprendentemente dramático, con vibraciones profundas y agudos seguros. Los momentos de emoción se suceden, con una expresividad palpitante y unas modulaciones arrebatadoras como en el ‘Salce, salce, el aria del sauce, hasta el clímax del conmovedor ‘Ave María’ final.   Su Desdemona es una revelación.

Gregory Kunde retoma aquí uno de sus papeles emblemáticos y triunfa, a pesar de que, nacido en 1954, exhibe serenamente su avanzada sesentena con los destellos mágicos de un tenor heroico cuya potencia e intensidad parecen desafiar al tiempo. Plasma los contrastes entre la violencia de los momentos explosivos y la tensión introvertida de los momentos recogidos con un arte consumado. El trabajo de piano es notable, al igual que el tercer acto, en el que el cantante capta toda la perturbadora opresión que siente su personaje a resultas del dolor. Otello Festival Ópera Múnich

Simon Keenlyside ha demostrado una vez más ser el gran profesional que es. Llegar a Múnich el 2 de julio, sin preparación escénica alguna, no fue óbice para que su interpretación de Iago fuese un éxito.  Actualmente está cantando este papel con la compañía de Ópera de Grange Park, en Surrey, de modo que ha intercalado su Iago de Múnich con su Iago británico, que vuelve a representar hoy mismo, 6 de julio. Anoche, en los saludos finales, dio las gracias al apuntador, que debió de apoyarle mucho dándole indicaciones escénicas. Simon Keenlyside consiguió personificar al malvado payaso revoloteando como un diabólico will-o’-the-wisp, insidioso, sorprendentemente ligero y desconcertante, ¡como si acabara de salir de toda una semana de ensayos! Su barítono, de un colorido fascinante, explora todas las facetas de la expresión del sarcasmo, la burla despectiva, el escarnio y la amargura perversa de este personaje maldito que cree en un dios cruel. Se olvida de que el mayor subterfugio imaginado por Shakespeare y retomado por Boito es sólo un pañuelo irrisorio, un fazzoletto

G. Salas (Roderigo), O. Palchykov (Cassio) y S. Keenlyside  (Iago) en ‘Otello’ (c) W. Hösl – Bayerische Staatsoper 2022

Junto a estos tres gigantes de la escena, el tenor ucraniano Oleksiy Palchykov, más ligero pero sólido, consigue asegurar un Cassio de fino porte y muy bien actuado. Destacó en la escena de la borrachera gracias a su habilidad para caerse. Nadezhda Karyazina merece una mención especial por su incisiva Emilia, un papel secundario que requiere una fuerte presencia escénica. Actualmente, la mezzo rusa también canta el papel de Ninon en Die Teufel von Loudun. Galeano Salas (Roderigo) y Bálint Szabó (Lodovico) retoman felizmente sus papeles ya interpretados en 2018. Andrew Hamilton hace una breve y prometedora aparición como heraldo. Otello Festival Ópera Múnich

Antonino Fogliani ha tenido un gran éxito con su dirección inspirada, rigurosamente precisa, clara y extremadamente dinámica de una de las mejores orquestas de ópera de Europa. El apoyo del maestro a los cantantes es digno de elogio, sobre todo porque los ensayos para una reposición son escasos y no estaban todos los intérpretes.

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Bayerische Staatsoper de Múnich, a 5 de julio 2022. Otello, música de Giuseppe Verdi y libreto de Arrigo Boito. Director musical: Antonino Fogliani, Directora de escena: Amélie Niermeyer, Escenografía: Christian Schmidt, Vestuario: Annelies Vanlaere, Coreografía: Thomas Wilhelm, Iluminación: Olaf Winter, Vídeo: Philipp Batereau. Reparto. Otello: Gregory Kunde, Desdémona: Rachel Willis-Sørensen, Iago: Simon Keenlyside, Cassio: Oleksiy Palchykov, Roderigo: Galeano Salas, Lodovico: Bálint Szabó, Montano: Daniel Loyola, Un’araldo: Andrew Hamilton, Emilia: Nadezhda Karyazina. Coro de la Ópera Estatal de Baviera, Director del coro: Stellario Fagone, Orquesta Estatal de Baviera. Opera World