Ariodante Palau Música Catalana Por Xavier Rivera
En relación con el Astarto de Bononcini, representado únicamente dos veces en el último Festival de Innsbruck, escribí aquí sobre las dificultades que conoce actualmente la ópera barroca para encontrar una vida, si no apacible, al menos normalizada en la práctica musical corriente. Diseñadas generalmente para conjuntos musicales de tamaño medio, sin coros ni grandes orquestas, los teatros de ópera las programan poco porque tienen que utilizar todas las posibilidades de sus cuerpos estables, coros y orquesta, mejor adaptados a la ópera de los siglos XIX y XX. En este sentido, es bienvenida la iniciativa de Barcelona de acoger esta producción, actualmente en gira, en versión de concierto. Estos problemas son, por desgracia, tan antiguos como la propia ópera, ya que el propio Händel transformó varias veces sus proyectos de ópera en oratorios por falta de financiación escénica.
Digamos también que la trama teatral no es el principal atractivo de una obra que destaca por la belleza y la embriagadora emoción de algunas arias. Y la belleza arquitectónica de esta célebre sala de conciertos puede ayudar al espectador curioso de ensueños a imaginar escenas voluptuosas… El reparto de la velada ha sido irreprochable: las dos sopranos tienen verdadero talento, empezando por la joven británica Sarah Gilford, que interpreta a Dalinda con una voz cautivadora, perfectamente equilibrada en sus registros y con un alto nivel de compromiso interpretativo. Su actuación encantó al público por la espontaneidad y la sinceridad de su canto. Su compañera francesa Mélissa Petit no se queda atrás como Ginevra: la voz es espléndida, sus pianissimi nos mantienen en vilo y su brillante coloratura sirve al artificio barroco con arrojo y virtuosismo. Su «Volate, amori» fue impresionante. Sin embargo, su actuación se ve ligeramente empañada por su lenguaje corporal: su mirada está, casi siempre, innecesariamente clavada en una partitura que conoce más que en detalle y ello dificulta la comunicación con el público. El papel travestido de Polinesso, el malvado traidor de turno, fue cantado por la chileno-sueca Luciana Mancini, con un impresionante registro grave y muy convincente en su interpretación escénica. El joven bajo californiano Alex Rosen posee un espléndido instrumento y canta con la expresión ideal un papel ingrato y poco dibujado teatralmente. Aunque el aria «Voli colla sua tromba la fama» es brillante y sabe utilizarla con el aplomo y la brillantez deseados. Nicholas Phan, un norteamericano de Connecticut, canta Lurcanio. No tiene la voz de tenor más brillante que uno se pueda imaginar, pero la utiliza con tal habilidad, compromiso y musicalidad que las limitaciones de su órgano se olvidan y superan rápidamente. Canta su aria «Il tuo sangue, ed il tuo zelo» con tal convicción que cualquier reserva a su respecto resulta superflua.
Por último, Ariodante es interpretado por el famoso contratenor hispano-argentino Franco Fagioli. Es un artista de gran cultura cuya carrera ha despegado recientemente de manera impresionante, llevándole a los escenarios más famosos. Poco antes de la crisis pandémica, estaba previsto que interpretara en el Teatro Real de Madrid el papel principal del moderno redescubrimiento de Achille in Ciro del compositor francoitaliano Corselli, una producción que se anunciaba con los mejores auspicios artísticos pero que se canceló en el último momento por las restricciones de la pandemia. Por ello, su presentación en Barcelona causaba gran expectación y el público se deleitó con su impresionante virtuosismo, carisma e indiscutible talento musical, aplaudiendo enérgicamente en varios momentos de su actuación. Su papel fue estrenado en 1735 por el castrato Giovanni Carestini, e incluye una gran cantidad de arias con caracteres muy diferentes, lo cual permite a un artista de talento mostrar toda la gama de sus capacidades vocales y expresivas. Fagioli no defraudó en cuanto a virtuosismo vocal: sus coloraturas son rápidas, brillantes y elegantes y su amplia tesitura le permite brillar en los agudos, los graves y los medios. Sus arias «Se tanto piace al cor» o su «Scherza infida» fueron inolvidables. Sin embargo, uno sale de la velada con un pequeño regusto de insatisfacción difícil de definir. En primer lugar, por ciertos tics escénicos de «diva» superfluos y anticuados. No lo necesita porque su actuación es espléndida. Pero también por una cuestión de concepto: parece que a Fagioli le fascine el lado «circense» de aquel arte perdido de los castrati y trata, quizá inconscientemente, de inspirarse en él. Pero el contratenor no es (¡afortunadamente!) un castrato y las limitaciones naturales de este tipo de emisión me hacen pensar que una estética más contenida, más interiorizada, a la manera de René Jacobs o Andreas Scholl, se adaptaría mejor a este tipo de voz. No se trata de restar valor a Fagioli, pero el debate puede ser tentador. Ariodante Palau Música Catalana
Lo que sí sedujo ayer fue la actuación de la orquesta Il Pomo d’Oro. Colaboradores habituales de Joyce Di Donato o de Jakub Jozef Orlinski, se trata de un conjunto con una más que notable cultura del sonido: esa cuerda, bajo la atenta y casi maternal mirada de Zelfira Valova, quien también dirige muchos de sus conciertos, es un auténtico regalo para el oído: resulta profundamente bello, variado, encantador o conmovedor a raudales. El director de orquesta griego George Petrou, que ha estudiado en Londres, está muy familiarizado con Haendel, un compositor que conoce al detalle y al que aporta una energía y vivacidad sin límites. Hasta el punto de que puede llegar a cansar por ser demasiado sistemático: un poco más de delicadeza en la filigrana contrapuntística y una mayor atención a la progresividad de los clímax de las progresiones armónicas cuando se dispone de un instrumento orquestal de semejante orden, habrían puesto un broche de oro a una velada rica en emociones. Ariodante Palau Música Catalana
Palau de la Música Catalana, Barcelona 3 de noviembre de 2022. Ariodante, de Haendel. Il Pomo d’Oro, orquesta barroca. George Petrou, director. Solistas: Franco Fagioli, contratenor – Ariodante. Mélissa Petit, soprano – Ginevra. Sarah Gilford, soprano – Dalinda. Luciana Mancini, mezzosoprano – Polinesso. Nicholas Phan, tenor – Lurcanio. Alex Rosen, bajo.