El teatro Joan Sutherland sube a su escenario la inteligente, eficaz y bella propuesta escénica del director italiano Davide Livermore. A priori, entrar en Tebe a través de paneles led creando profundidad en diferentes alturas y videos digitalizados puede parecer imposible. Pero la realidad es que funciona a la perfección. La imagen está muy cuidada, empastando en todo momento con los personajes y acciones del discurso operístico. Una gran pantera negra lidera como leitmotiv las intervenciones de Amneris, nubes como símbolo de tormento, guerreros, caballos a galope son el ejemplo de alguna de las bellas proyecciones que conviven junto a rico vestuario de Gianluca Falaschi.
La soprano americana Amber Wagner encarna a la perfección el rol de Aida. Una voz potente, con colores y presencia escénica.
La mezzo Elena Gabouri fue Amneris, un amplio registro que en ocasiones resultaba opaco en la zona grave. Escénicamente convincente.
Radamés lo dio vida el tenor mejicano Diego Torre. Potente voz, amplio registro, bello color y fraseo cuidado. Todos los ingredientes para poder resolver la dificultad de la partitura, que con grandes ovaciones el público correspondió en numerosas intervenciones.
El barítono australiano Warwick Fyfe estuvo correcto en el rol de Amonasro al igual que la también local Jane Ede como Sacerdotisa.
El bajo italiano Roberto Scandiuzzi, Ramfis, sigue y seguirá siendo una referencia como bajo noble y una presencia escénica inigualable.
En cuanto a la dirección musical del joven MaestroAndrea Battistoni señalar la frescura y dinamismo con la que afronta la partitura.
Mención especial para el maravilloso ballet coreografiado por Livermore y para el magnífico coro de la Opera de Australia.
Algo que quiero remarcar es la fascinación del público por la ópera, su disfrute, un teatro lleno en cada una de las representaciones, un culto al arte que ha sabido llevar a lo más alto su director artístico Lyndon Terracini.
Cristina Presmanes