Una decepcionante y triunfal Lucia en Munich

Una decepcionante y triunfal Lucia en Munich. Foto: Wilfried Hösl
Una decepcionante y triunfal Lucia en Munich. Foto: Wilfried Hösl

Esta representación de Lucia di Lammermoor ha sido tan decepcionante como lo fuera el año pasado, con la diferencia de que entonces la protagonista era Diana Damrau, mientras que ahora hemos tenido una desconocida soprano y poco adecuada para las exigencias del personaje. Eso no ha impedido que la representación se haya saldado con un triunfo popular.

La producción escénica lleva la firma de la polaca Barbara Wysocka y se estrenó en Enero de 2015. Tuve ocasión de verla durante el pasado mes de Julio y me sigue resultando tan mala como entonces. La directora de escena traslada la acción a la América de los años 60. Estamos muy acostumbrados a estos cambios de escenario respecto de lo establecido en el libreto y las cosas funcionan pocas veces y no lo ha hecho en esta ocasión. La escenografía de Barbara Hanicka ofrece un escenario único, consistente en una gran habitación, que sirve para todo. Tanto sirve para la escena inicial de Enrico como para la de la fuente (hay un cuadro en el suelo con una fuente pintada), como para el encuentro de Lucia y Edgardo, quien llega en un gran descapotable, aparcado en la mencionada habitación. Vuelve a servir para los esponsales de Lucia y Arturo, como también para la escena de la locura, además de para la torre de Ravenswood, terminando su uso en la escena final en el supuesto cementerio de Ravenswood. En esta habitación destaca un gran graffiti de Ashton con tachones, que parece haber sido escrito en los primeros compases de la ópera por Edgardo. El vestuario se debe a Julia Kornacka y resulta adecuado, ofreciéndonos a Edgardo con una chamarra de piel. Del ambiente nocturno no saca gran partido la iluminación de Rainer Casper.

Las trasposiciones de época funcionan únicamente si el director de escena hace un trabajo brillante, lo que no es el caso que nos ocupa. Para Barbara Wysocka Lucia no es la hermana sometida y desequilibrada, sino una mujer moderna que se enfrenta de igual a igual con Enrico en el segundo acto, resultando por demás increíble que acepte el matrimonio con Arturo. La famosa escena de la locura nos presenta a una Lucia enfundando una pistola durante toda ella, amenazando a todo el mundo y la verdad es que uno acaba harto de pistolita en los más de 20 minutos que dura la escena. Llama la atención la entrada de Raimondo en la fiesta de la boda en mangas de camisa y lleno de sangre, lo que me hacía imaginar cómo saldría Lucia a continuación. Pues bien, nada de eso. Lucia sale sin una sola mancha de sangre en su vestido. Quizá lo más absurdo de la escena de la locura y de las que vienen a continuación es la presencia del gran descapotable de Edgardo en el escenario. El vehículo vuelve a aparecer en la escena de la torre de Ravenswood, donde parece que Edgardo ha sufrido un accidente con su coche y, claro, para qué quitarlo. Así que el descapotable sigue en escena.

Hay que decir que la versión musical ofrecida es la más completa posible, ya que se añade la escena de la torre, la de Raimondo y Lucia e incluso el terceto que cierra la escena de la locura, que, por cierto, es un puro anticlímax con muy poco sentido musical y dramático. Además de eso todas las cabalettas se dan repetidas. Como el año pasado la dirección musical corrió a cargo de la joven ucraniana Oksana Lyniv, asistente de Kirill Petrenko, y su labor me ha vuelto a resultar muy poco convincente. La impresión es la misma que la del año pasado, es decir una versión excesivamente dramática, haciendo que la orquesta fuera muy ruidosa durante toda la representación en una lectura plana y monótona. La Bayerisches Statsorchester no hizo sino cumplir con lo que la batuta exigía. Hay que destacar la prestación de Sascha Reckert en la armónica de cristal. Correcta la actuación del Coro de la Bayerische Staatsoper.

Una decepcionante y triunfal Lucia en Munich. Foto: Wilfried Hösl
Una decepcionante y triunfal Lucia en Munich. Foto: Wilfried Hösl

En estas representaciones estuvo anunciada como protagonista la americana Brenda Rae, que por alguna razón canceló, siendo sustituida por la soprano armenia Nina Minasyan. Basta repasar su breve historial para darse cuenta de que estamos ante una soprano ligera, lo que me hacía temer que no fuera la soprano que requiere el personaje de Lucía, que no es precisamente lo que podemos llamar un pajarito. Este tipo de sopranos cantaban Lucia antes de la aparición de María Callas en los años 50 y hoy está más que claro que hace una falta una soprano con un centro importante para hacer frente al personaje. Nina Minasyan es efectivamente una soprano ligera con un centro reducido, que tiene la virtud de que su voz se abre de manera notable al ir para arriba, aunque en el extremo agudo las notas son casi gritadas y poco agradables. El mayor problema es que las notas graves simplemente no existen. No creo que nadie en el teatro pudiera escuchar lo de il fanstasma, il fantasma en la escena de la locura. Desde luego, yo no las pude escuchar. Ella debe conocer que su extremo agudo pude presentar problemas y me llamó la atención el final que ofreció en la primera parte de la mencionada escena de la locura para evitar ir al sobreagudo. Efectivamente, la cosa puede funcionar en Norina, Amina, Musetta, Despina y otras más, pero Lucia requiere otro peso vocal, aunque poco le importó al público, que le dedico un triunfo personal. Mis lectores pueden quedarse con la opinión del público, que se supone que siempre tiene razón. Yo no la comparto.

Edgardo tenía que haber sido Pavol Breslik, pero también canceló, siendo sustituido por el italiano Piero Pretti, que resultó un intérprete adecuado. Este cantante cuenta con una voz atractiva y muy adecuada para el personaje de Edgardo y podría considerarse que fue lo mejor del reparto. La voz es más importante que de la Breslik y eso es siempre de agradecer y más en una sustitución. Como en otras ocasiones, encuentro su canto excesivamente monótono e impersonal.

Luca Salsi fue el malvado Enrico. Estamos ante un auténtico barítono verdiano, como lo ha demostrado en muchas ocasiones. Sin embargo, Donizetti no es Vedi y encontré su canto corto de elegancia, empeñado en cargar las tintas en la maldad del personaje, abusando de decibelios y sonidos abiertos.

El bajo barítono croata Goran Juric fue un discreto Raimondo, que tiene el inconveniente de que su voz se queda atrás, especialmente en las notas altas.

En los personajes secundarios Philippe Talbot me produjo una buena impresión en la parte de Arturo, cantando con gusto su arioso. Adecuada la Alisa de Rachael Wilson y totalmente inaudible el Normanno del tenor Dean Power.

El teatro estaba prácticamente lleno, no habiendo más huecos que los que se podían ver en las localidades sin visibilidad. El público disfrutó con la representación y mostró su entusiasmo con los cuatro protagonistas y la directora, especialmente con Nina Minasyan.

La representación comenzó con 6 minutos de retraso y tuvo una duración de 2 horas y 50 minutos, incluyendo un intermedio. Duración musical de 2 horas y 13 minutos. Diez minutos de aplausos.

El precio de la localidad más cara era de 132 euros, habiendo butacas de platea al precio de 74 euros. La entrada mas barata con visibilidad costaba 30 euros.

José M. Irurzun