Una delicada Clemencia de Tito en el Liceu

Foto: E. Pons

Con una puesta en escena sobria y elegante el Gran Teatre del Liceu vuelve a ofrecernos «La clemenza di Tito» tras catorce años desde su última representación.

La que acabaría siendo la última ópera seria de Wolfgang Amadeus Mozart le fue encargada en 1791 con motivo de la coronación de Leopoldo II de la casa de Austria como rey de Bohemia cuando el músico de Salzburgo, ya enfermo y a pocos meses de su muerte, estaba inmerso en la composición del «Réquiem» y de «La Flauta Mágica». A pesar de ello aceptó el encargo y en menos de dos meses la dejó terminada ayudado por su discípulo Franz Xaver Süssmayr en los recitativos secos. Se estrenó con poco éxito el 6 de setiembre del mismo año en el Teatro Nacional de Praga, hasta el punto que la propia esposa del emperador la llegó a definir como una «porquería alemana».

La directora escénica Marie Lambert-Le Bihan se ha encargado de reponer esta producción creada en 2011 para el Festival D’art Lyrique d’Aix-en-Provence por David McVicar, quien en esta ocasión nos muestra junto a Bettina Neuhaus una escenografía limpia y majestuosa. Por delante de un fondo fijo que recrea la fachada de un palacio romano con grandes ventanales y una imponente escalinata, van apareciendo elementos móviles como celosías, paredes y pilares que nos encuadran y configuran espacios más íntimos cuando se requiere. Bien ideada está la recreación del incendio del Capitolio al final del primer acto donde solamente abriendo los ventanales del templo, bañado con luz rojiza y algo de humo consigue tal efecto de forma progresiva y elegante. La iluminación pues, a cargo de Jennifer Tipton, se percibe sencilla pero delicada y optimizada para cada escena.

Foto: A. Bofill

El cuidado vestuario, a cargo de Jenny Tiramani, se ajusta correctamente a cada personaje para destacar en blanco a Tito y Servilia según sus caracteres más nobles y bondadosos con respecto al resto.

La Orquesta del Liceu, dirigida por el francés Philippe Auguin tuvo momentos brillantes especialmente durante las arias y la obertura. Ofreció a grandes rasgos una buena sonoridad al igual que el Coro del Liceu, dirigido por Conxita Garcia.

El libreto que Caterino Mazzolà adaptó del texto original de Pietro Metastasio es una alegoría sobre la bondad y la clemencia que se espera del buen gobernante, en alusión a Leopoldo II, ubicada en la Roma del siglo I. Vitelia, hija del destronado emperador Vespasiano, conspira con su amante Sesto para asesinar al nuevo emperador Tito quien, tras resultar ileso después del frustrado intento les perdona en lugar de ejecutarlos.

Foto: A. Bofill

El papel más agradecido y recompensado por el público fue el de Sesto, interpretado por la expresiva mezzosoprano Stéphanie d’Oustrac con un canto de sonoridad cuidada y segura. El tenor Paolo Fanale interpretaba a Tito, con buen dominio de la técnica pero de coloratura menos convincente. En el papel de Vitelia destacó dramáticamente la soprano Myrtò Papatanasiu aunque su voz pareció poco ágil en ocasiones.

El personaje de Annio lo interpretó muy correctamente la mezzosoprano Lidia Vinyes-Curtis, e igualmente correcto fue el de Publio interpretado por el barítono Matthieu Lécroart, mientras que la soprano Anne-Catherine Gillet en el modesto papel de Servilia ofreció un canto cuidado y de calidad que tuvo en los aplausos finales su reconocimiento.

El primer acto resultó más ligero y dinámico que el segundo, en el que los personajes adoptaron un rol algo más introspectivo y monótono.

Sergi Fontanals