El estreno de la ópera de Richard Strauss, Salomé, en Palma de Mallorca ha sido un rotundo éxito como no podía ser menos dado el magnífico reparto y la excelente dirección musical. Con el Teatro Principal lleno, el publico terminó aplaudiendo mas de seis minutos al final de la representación.
Cuando se tienen ganas de hacer las cosas bien y con pasión por la ópera el resultado es previsible. Y así ha sucedido en Palma de Mallorca, en el Teatro Principal, con la Salomé de Richard Strauss.
Una producción semiescenificada pero en la que se echó de menos una escena completa. Aunque esta ópera necesita muy poca escenografía y sí un canto sublime y una actuación acorde.
Vocalmente se contó con un reparto extraordinario en todos los roles. Nicola Beller-Carbone es un magnífica soprano que gusta arriesgarse en papeles de enjundia y tiene a Salomé como su personaje fetiche que ha cantado por todas partes. Es esta ocasión Nicola se despojó de si misma para encarnarse en la princesa pervertida, dando al personaje toda la evolución psicológica que requiere, desde la ingenua jovencita hasta la perversión más morbosa. Su canto es de una calidad sobresaliente. No existen dificultades, y cuidado que las hay. Su canto sale sin dificultad, natural, resultado de una técnica sorprendente. Agudos, graves, pianos, fortes, línea de canto, expresividad con un timbre bellísimo. Todo lo necesario y más estaba allí.
Junto a ella el Herodes de Peter Svenson con una voz poderosa y magníficamente proyectada; la Herodíade de la gran mezzosoprano Iris Vermillion, magnifica también. Otro tanto puede decirse de Mark S. Doss como Jokanaan, abrumador en el color vocal y en la musicalidad difícil del personaje. Todo el resto del cast funcionó al gran nivel de calidad cánora y actuación.
El maestro Guillermo García Calvo, para quien no lo conociera, se reveló como lo que es: un fantástico director de ópera que supo convertir a la Orquestra Simfònica de les Illes Balears en un formación de grandísimo nivel en una ópera de enormes dificultades. Su mano izquierda es un prodigio. Todo sonó como tenía que sonar: pianos, tuttis, clarísima estructuración de planos sonoros y distinción de familias instrumentales. La tensión no decayó en ningún momento llevando la ópera hasta el trágico final apoteósico.
Con el Teatro lleno, el público supo apreciar lo escuchado y visto.
Francisco García-Rosado