Todos los años se celebra en Berlín una Gala de Ópera enmarcada en la lucha contra el Sida. Llega ahora a su edición número 24 y se ha convertido en un clásico en Berlín, que lleva al teatro a muchísimos personajes conocidos por el gran público, atrayendo al mismo tiempo a los medios de comunicación, entre ellos la televisión, que ha retransmitido la citada gala.
La Deutsche Oper ofrecía un aspecto verdaderamente engalanado y los asistentes, salvo excepciones, lucían vestidos largos las señoras y smoking los caballeros. La entrada estaba llena de fotógrafos y dentro del teatro había una orquesta que amenizaba la espera del espectáculo y multitud de camareros ofreciendo copas de champán a los espectadores.
Hay que decir que las entradas eran muy caras (entre 650 y 260 euros) pero ofrecían también cena tras el concierto, baile y refrigerio de madrugada. El teatro estaba a rebosar.
Siendo el objeto de la gala la recaudación de fondos para la lucha contra el sisa, no extrañará que antes del concierto hubiera numerosas intervenciones de los organizadores, incluyendo entregas de premiso a los más destacados del año en la lucha contra la enfermedad, además de numerosos videos sobre las actuaciones en África. El público sabe perfectamente por qué va a esta gala y dedicó intensos aplausos a todos los que intervinieron, así como a los premiados en la gala.
Pasada una hora del inicio del acto, dio comienzo el concierto, que ofrecía intervenciones de artistas habituales en la Deutsche Oper de Berlín, así como la orquesta y el coro del teatro. Todo ello se puso bajo la dirección de Giacomo Sagripanti, que acompañó bien a los artistas, ofreciendo como inicio del concierto la Obertura de Nabucco, ópera que acaba de reponerse en estos días en la Deutsche Oper.
Desde un puntote vista vocal y artístico el concierto resultó agradable, no particularmente brillante, y el público se mostró siempre cálido con lo artistas.
Tras la mencionada obertura de Nabucco, abrió la parte vocal el bajo barítono ruso Alexander Vinogradov, que ofreció el recitativo, aria y cabaletta de Silva en el Ernani de Verdi. Su interpretación ofreció una cierta monotonía en su canto.
La mezzo-soprano francesa Clementine Margaine se ha convertido en una de las figuras de la Deutsche Oper en los últimos años. Aquí nos ofreció el aria de Dalila Mon coeur s’ouvre à ta voix y lo hizo de manera correcta, aunque no me parece que el aria le vaya muy bien a su voz.
Lisette Oropesa e Ismael Jordi ofrecieron a continuación el dúo de Lucia y Edgardo del primer acto de la ópera de Donizetti, con el bien conocido Verranno a te sull’aure. Lo hicieron de manera notable los dos.
Aunque el programa anunciaba a Lauri Vasar a continuación, tengo el convencimiento de que no fue él quien cantó la Canción de la Estrella de Tannhäuser. Su voz y aspecto me parecieron responder al barítono alemán Christoph Pohl. La voz no vale mucho y paso sin pena ni gloria.
La joven soprano Golda Schultz ofreció el aria de Lauretta del Gianni Schicchi y lo hizo francamente bien, ganándose ovaciones por parte del respetable.
Llegó a continuación el turno a nuestro compatriota Jorge de León, que ofreció el aria de Cavaradossi É lucevam le stelle, mostrando una vez más su importante voz, aunque hay un vibrato un poco molesto en sus notas altas.
Volvió al escenario Lisette Oropesa para ofrecer la escena de Violeta que culmina el primer acto de La Travitaa. Le va muy bien a su voz ligera y brilló en su intervención, ganándose posiblemente las más intensas ovaciones de la noche.
El bajo Vitalij Kowaljow cantó con empaque y gusto el aria del Rey René de la Iolanta de Tchaikowski, aunque no fuera vitoreado por el público.
La soprano Salome Jicia interpretó el famoso y dificilísimo Bel raggio lusinghier de la Semiramide de Rossini y lo hizo bien, con adecuadas agilidades, aunque pudo faltar mayor brillantez en su interpretación.
El joven tenor peruano Iván Ayón Rivas nos ofreció la gelida manina de la Bohème y resultó una agradable sorpresa. La voz tiene calidad y puede tener recorrido, dada su juventud.
A continuación la soprano Golda Schultz y el supuesto Christoph Pohl ofrecieron el dúo de Susanna y el Conde Almaviva del tercer acto de Le Nozze di Figaro. No pasaron de la corrección.
La soprano rusa Sofia Fomina brilló en el aria de Linda de Chamounix, fácil por arriba y destacada en agilidades.
Terminaron las intervenciones solistas con Ismael Jordi, que volvió al escenario para interpretar la romanza No puede ser de La Tabernera del Puerto. Yo creo que su voz no es muy apropiada para esta romanza y el maestro no controló el volumen de la orquesta.
Hubo dos números de conjuntos. Por una parte el Coro de Le Prophète, de Meyerbeer, que se estrenará en unos días en la Deutsche Oper. Para finalizar se ofreció el vals de Fledermaus con todos los artistas en escena y encabezados para la ocasión por Thomas Blondelle.
En resumen, un concierto agradable para una buena causa.
José M. Irurzun