El Palau de les Arts presenta una Norma muy fílmica con la firma de su nuevo intendente Davide Livermore, queriendo llevar más allá la definición del género operístico como obra de arte total.
La penúltima obra de la temporada de la Sala grande del Palau de les Arts está dedicada a una de las obras cumbres del bel canto, Norma, que en esta temporada ha subido al escenario de cuatro de los grandes coliseos operísticos en menos de dos meses, el Liceu de Barcelona, el Maestranza de Sevilla, el Calderón de Valladolid y ahora viaja hasta la capital del Turia cargado de espíritus del bosque.
Quien vaya a disfrutar de esta joya bel cantista a Valencia se encontrará con claroscuros en esta propuesta que van más allá del escenario. Cuando un teatro programa una obra tan conocida de Bellini ha de buscar un cuarteto solista de categoría que lleve adelante la música, ya que más allá de un argumento tan increíble como absurdo, creado bajo la inspiración de la tragedia francesa original Norma ou l’infanticide del francés Louis-Antoine-Alexandre Soumet y adaptada para la ópera por el genio de Felice Romani, palpita una música cuya esencia radica en la gran vocalidad italiana.
No queremos decir que en Valencia no se rindiera pleitesía al bel canto, ya que hubo momentos de verdadera magia, si bien no siempre se ha de cantar con fuerza y en una dinámica de forte como nos ofreció el tenor Rusell Thomas en el 90% de la representación, luciendo un instrumento interesante pero inadecuado estilo con un sonido demasiado abierto y una línea de canto que solo brilló en el dúo final, ofreciendo un Pollione que ha de madurar.
He tenido la suerte de poder ver y escuchar a la gran soprano bel cantista Mariella Devia en bastantes ocasiones y nunca hasta ahora me había defraudado en sus interpretaciones del primo ottocento, pero evidentemente el tiempo pasa factura y esta gran señora de la Liguria ya no brilla como en tiempos pasados. A sus cerca de setenta años es admirable el control del fiato, su claridad en el canto ornamentado, pero la voz ha perdido brillo, suena más opaca y esa facilidad que en otro tiempo la caracterizaba ha dado paso a una sensación de cansancio en el ataque de los agudos y una pérdida de proyección. Por otra parte nunca ha destacado por una interpretación muy pulida como actriz, sino más bien fría y distante dejando todo el peso en la línea vocal…y ahora esto no es suficiente. Su acercamiento presente a este rol no acabó de convencer y tal vez hubiera estado mejor programar a alguna soprano de la misma categoría pero que hiciera más creíble la sacerdotisa adultera por edad y frescura vocal.
El Oroveso de Serguei Artamonov fue contundente en lo actoral y sobre todo en lo vocal con un sonido redondo en todo el registro y una gran presencia escénica que le valió el reconocimiento final del público.
Pero la gran sorpresa del reparto fue la mezzo armena Vardhui Abrahamyan que fue un lujo de Adalgisa con un canto muy matizado y que en todo momento se supo adaptar a sus partenaires sin destacar más que ellos, sino con un juego de empaste increíble y dando a cada una de sus intervenciones un modelo de expresividad canora desde el amor más simple del primer dúo hasta la desesperación del concertante del primer acto o la complicidad más absoluta en el dúo de las dos protagonistas del comienzo del segundo acto.
Es una suerte que esta misma mezzo la podamos seguir escuchando en Valencia en futuros compromisos como Nabucco verdiano o el Stabat Mater de Rossini.
Uno de los oscuros de esta producción no vino del escenario sino del podio orquestal. Gustavo Gimeno, el director musical de esta producción y que debutaba en el género se quedó únicamente en la epidermis de esta obra, concertó pasablemente pero no llegó a emocionar en ningún momento con esos dos ases que tenía en todo momento a su disposición, la orquesta y el coro. Norma, es una ópera de una fuerza de emociones brutal pero que no sólo se expresa en las grandes arias o dúos sino en esos recitativos que acompaña la orquesta y que a veces en un sutil cambio de tiempo, en un acento, o en una dinámica progresiva nos ofrece el sentido de la intención de Bellini y es aquí donde Gimeno no supo rendir cuentas. Esperemos que los éxitos que le están acompañando en su carrera como director sinfónico le acompañen en este otro repertorio para el cual necesita un tiempo y llevarlo a cabo en teatros con menos prestigio que Valencia.
Dejamos para el final la parte escénica que fue simplemente alucinante, como dirían los jóvenes. El trabajo del equipo de Livermore ha sido fascinante. La presencia discreta pero efectiva del Ballet de la Generalitat siempre es un punto a favor de cualquier propuesta escénica de la casa pero en este caso fue genial su visión de los espíritus de los bosques a modo de avatares que devolvían a la vida a los muertos. La violencia del pueblo oprimido de los galos y de sus conquistadores romanos se muestra aquí sin ningún tipo de benevolencia en unos videos absolutamente gores y sin embargo que refuerzan la partitura desde la misma obertura.
Con un vestuario y caracterización muy en la línea de las series como Juego de Tronos y una escenografía con el árbol divino omnipresente configuran el espacio-tiempo de una propuesta que junto con los magníficos videos de D-Wok redondean una co-producción que podrá verse en futuras temporadas en Madrid y Bilbao.
Un trabajo que esperamos se vea refrendado por una línea consecuente del nuevo intendente.
Roberto Benito