Una nueva (e insufrible) producción de Carmen en la Deutsche Oper

Una nueva (e insufrible) producción de Carmen en la Deutsche Oper
Una nueva (e insufrible) producción de Carmen en la Deutsche Oper. Foto: M. Lieberenz

Este viaje tiene como objetivo asistir en Dresde a la Tetralogía wagneriana que dirigirá en los próximos días Christian Thielemann. Como complemento, hay un par de día en Berlín para asistir a una Salomé y a una nueva producción de Carmen.

El resultado de esta nueva producción se mueve entre la broma y la indignación, lo que ha traído consigo que haya asistido a una de las representaciones más aburridas que recuerdo de Carmen, independientemente de que los cantantes hayan podido estar mejor o peor. Una producción escénica como la que nos ha ofrecido la Deutsche Oper lastra cualquier posibilidad de éxito de una representación de ópera.

Esta nueva producción de Ole Anders Tandberg se ha estrenado hace unos días, siendo ésta la tercera de las representaciones que se ofrecen de la misma. Estamos ante una de las producciones más criticables y aburridas que me ha tocado vivir en un teatro. Su afán imaginativo y rompedor le lleva a concebir a Carmen y su tropa no como contrabandistas al uso, sino como traficantes de órganos. De esta manera el tercer acto ofrece la ejecución de todos los acompañantes de los traficantes y la consiguiente extracción de órganos. Se supone que la acción se traslada a Méjico, al menos así lo parece a juzgar por la indumentaria del coro en el supuesto desfile de cuadrillas del último acto. Las incongruencias están a la orden del día y así nos encontramos en ese supuesto Méjico con Carmen y sus amigas con bata de cola ya desde el principio de la representación. El aria de las cartas no se hace con los naipes sino con órganos, particularmente corazones y riñones. Termina la ópera con la muerte de Carmen a manos de Don José, que inmediatamente le extrae el corazón, levantado en alto mientras canta lo de Vous pouvez m’arreter.

Lo de Escamillo es un auténtico desatino, si uno se lo toma en serio. Difícil encontrar una figura de torero tan poco adecuada como la que aquí se ofrece. En todo momento, sea en la Taberna de Lilas Pastias, en la sierra o en la plaza de toros, siempre va vestido con traje de luces de color amarillo, acompañado de estoque y muleta. De hecho, el duelo con Don José es el colmo de la estupidez, ya que éste usa la navaja y Escamillo lo hace con la muleta y el estoque. Por cierto, tampoco hay relevo de la guardia en el primer acto y Don José aparee por allí como caído del cielo. No merece la pena seguir con todo esto. Simplemente diré que la responsabilidad de esta horrible producción tiene que ser compartida entre su creador y quien la ha aceptado, que no es otra que la dirección de la Deutsche Oper.

La escenografía de Erlend Birkeland es única para toda la ópera, consistiendo en un escenario circular y giratorio, donde por delante se ofrece un gran graderío y por atrás un semicírculo metálico. El escenario da vueltas casi de continuo, como si de un tío vivo se tratara y que las escenas se desarrollen en el graderío o detrás no hacen sino añadir más incomprensión a lo ofrecido. El vestuario de María Geber no tiene mayor interés y parece estar traído a tiempos más o menos actuales. Buena la labor de iluminación de Ellen Ruge.

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Foto: M. Lieberenz

La dirección musical corrió a cargo del croata Ivan Repusic, cuya presencia suele ser bastante habitual en el foso de la Deutsche Oper. A mi su dirección me ha resultado poco convincente, un tanto ruidosa y bastante plana. Tengo que reconocer que no puede ser fácil dirigir una ópera como ésta, teniendo delante de los ojos lo que la producción ha ofrecido. Correcta la Orquesta de la Deutsche Oper. Encontré al Coro por debajo de ocasiones anteriores, menos compacto.

La protagonista era la mezzo-soprano francesa Clementine Magaine, que tuvo una buena actuación, aunque sería interesante volver a verla en otra producción, ya que también en su caso tiene que sufrir los inconvenientes de la de aquí. La voz tiene calidad y da un buen personaje.

Don José fue interpretado por el tenor americano Charles Castronovo, cuya voz ha ganado en amplitud en los últimos años. Hoy es adecuada en general para el personaje y el timbre tiene calidad, aunque yo encuentro su canto siempre bastante impersonal y monótono.

Lo hizo bien la soprano Heidi Stober en la parte de Micaela, tanto en el dúo con Don José en el primer acto como en su aria del tercero, en la que tiene que cantar mientras va visitando los cadáveres de todos los que han sido asesinado por Carmen y su tropa.

El barítono Markus Brück fue Escamillo y no me resultó convincente. Siempre me ha parecido un estupendo cantante, pero aquí está fuera de su elemento, aparte de quedarse corto en las notas más bajas.

En los personajes secundarios el bajo Tobias Kehrer fue un Zúñiga de voz amplia y un tanto basta para este género de ópera. Obviamente, fue asesinado por los contrabandistas y extraídos sus órganos. Morales corría a cargo de Philippe Jecal, que no pasó de cumplir con su cometido. Las amigas de Carmen eran la soprano Nicole Haslett en Frasquita, de voz muy ligera y de escaso atractivo, y Jana Kurucova como Mercedes, que resultó más interesante. Los contrabandistas – o más bien extractores de órganos – eran Ya-Chung Huang (Remendado) y Dean Murphy (Dancairo), ambos sin mayor brillo.

La Deutsche Oper ofrecía un entrada de alrededor del 85 % de su aforo. No hubo mayor entusiasmo, siendo los aplausos más intensos para Charles Castronovo, Clementine Margaine y Heidi Stober.

La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración de 3 horas y 9 minutos, incluyendo un intermedio. Duración musical de 2 horas y 23 minutos. Siete minutos de aplausos.

El precio de la localidad más cara era de 130 euros, habiendo butacas de platea desde 69 euros. La localidad más barata costaba 41 euros.

José M. Irurzun