Vendicati siam dal cielo: Don Giovanni vuelve a Sevilla por la puerta grande

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Gonzalo Roldán Herencia

Don Giovanni de Wolfgang Amadeus Mozart fue la ópera encargada de abrir la presente temporada en el Teatro de la Maestranza, en una producción sumamente atrayente y de gran calidad musical y escénica. Desde los primeros compases, el público se sintió cautivado por una versión fresca y renovada del tan conocido mito de Don Juan, con dirección escénica de Mario Gas y musical del joven director ruso Maxim Emelyanychev. Un granado elenco de cantantes completa el programa con voces muy oportunas para esta partitura mozartiana, elevada a la categoría de espectáculo plástico y musical, en una representación cargada de humor y lirismo, pero también de drama y reflexión.

El Teatro de la Maestranza se ha caracterizado en los últimos años por el cuidado y calidad de sus producciones, las cuales no suelen dejar indiferente a un público que día a día demanda algo más de la ópera, sin importar si se trata de páginas poco escuchadas o de clásicos universales. En esta última categoría se encuentra Don Giovanni, una ópera muy querida por los sevillanos debido a su tradicional vinculación con esta ciudad, pese a que nada se menciona en las fuentes originales. Por tanto, no es de extrañar que se haya elaborado una producción de gran vistosidad, puesta en manos de Mario Gas y de José Antonio Gutiérrez. Uno y otro han logrado que la escena se transmutase en los jardines de un palacete, en el interior de la mansión del protagonista, o en un desolador cementerio con una aparente economía de medios encomiable. Sobre cuatro pilares estratégicamente dispuestos en dos planos se iban desplazando distintos elementos arquitectónicos, tales como escalinatas, logias, fuentes o lienzos de muro ricamente decorados en homogéneos tonos turquesa de aspecto marmóreo. El diseño novecentista de los adornos y celosías dotaba de un glamour ya olvidado a la puesta en escena, que traslada a los personajes de Mozart y Da Ponte a unos felices años veinte. Como elementos de atrezo, un coche antiguo, un sillón Luis XVI, un gramófono o una suntuosa mesa de comedor completaban las escenas, dándole ese toque maestro que, desde la sencillez semántica, elevan una escenografía a la categoría de genial.

En lo instrumental hay que felicitar la revisión que Maxim Emelyanychev ha hecho de la partitura. El director concibió una versión sumamente dinámica, con unos tempi plásticos y, en ocasiones, agitados, descargando de pesadumbre y naftalina una ópera que trae tras de sí demasiadas grandes versiones. Aún así, y pese a que la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla sonó maravillosamente, hay que achacarle a su director un par de momentos de desajuste con respecto a los cantantes en los coros más complejos, circunstancia que no obstante fue hábilmente resuelta por la batuta de Emelyanychev sin mayores consecuencias.

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En lo vocal esta producción de Don Giovanni venía anunciada ya con un nombre propio: el barítono Carlos Álvarez, un caballero en escena, de porte rotundo y elegante, y cuya figura imponente y arrebatador encanto dotan a su personaje de una especial calidad. Poco importó que el cantante estuviera saliendo de un proceso catarral que le impidiera dar todo de sí; Carlos Álvarez defendió magistralmente su papel, y el ligero toque engolado de algunas de sus notas no fue óbice para que su actuación fuera memorable, pues su fuerza vocal y su profunda voz superó las dificultades físicas. Y es que Don Giovanni es un papel que le va como un guante, tanto por el registro vocal en su día escrito por Mozart, como por la imagen descarada, pícara y majestuosa del libertino universal, que Carlos Álvarez interpretó con una riqueza de matices y una soltura escénica difíciles de igualar. Como ejemplo, dejando aparte los magníficos recitados que Carlos Álvarez borda con múltiples inflexiones vocales y risas desgarradoras, cabría citar las arias Là ci darem la mano junto a Zerlina, o Deh, vieni alla finestra. El reencuentro de Carlos Álvarez con la Maestranza no podía llegar en un mejor momento, ya que supone para el cantante un nuevo amanecer a un arte y un medio para el que ha nacido.

Pero el gran Carlos Álvarez no estuvo solo en escena. Junto a él, David Menéndez encarnó un fiel Leporello, que por encima de la comicidad de su papel y de la concesión al texto de buena parte de sus intervenciones, es una de las partes vocales de mayor dificultad en la obra. David Menéndez destacó en escena por su maestría y ductilidad vocal, puestas al servicio de un rol que no siempre le permite demostrarlas en todo su esplendor al cantar a menudo bajo la influencia de otros personajes. Aún así, la riqueza tímbrica del cantante y su agilidad vocal le destacaron del conjunto como uno de los mejores papeles de la producción. Desde su inicial Notte e giorno faticar David Menéndez llegó al público, y no hay que olvidar la famosa aria Il catalogo è questo junto a Doña Elvira. Siendo un papel cómico, por encima de entretener, encantó al público en su encarnación del criado atormentado, verdadero testigo y profeta del fatal desenlace de su amo.

El elenco masculino, bastante homogéneo, se completó con las voces graves de Pavel Daniluk como comendador y David Lagares como Masetto, y el tenor José Luis Sola como Don Octavio. Es encomiable el trabajo de Daniluk y Lagares, ya que pese a tener papeles considerados secundarios, éstos estuvieron muy bien defendidos, y completaron un cuadro argumental en el que ambos representan, respectivamente, el inexorable destino el uno y la ingenuidad traicionada y los celos el otro. Especial mención merece David Lagares en el aria Ho capito, signor sí.

La representación femenina en escena estuvo en manos de tres buenas voces de la lírica española. De entre ellas, destacó por la riqueza de armónicos y por el lirismo de su interpretación Yolanda Auyanet en el papel de Doña Ana, representación de la virtud, que en cada intervención despuntaba frente a sus compañeros de escena; su aria Or sai chi l’onore fue uno de los momentos más bellos de la velada. También Rocío Ignacio supo dotar a su Zerlina de gracia y lozanía, en una considerable variedad de registros que iban desde la inocencia mostrada ante Don Giovanni en el diálogo previo a Là ci darem la mano hasta una picaresca y sensualidad muy sugerentes en el aria Vedrai, carino interpretada con Masetto. Finalmente, pese a que su interpretación fue algo más fría y técnica, Maite Alberola encarnó con mucha corrección a una despechada Doña Elvira.

Con este cuadro escénico-musical, la acción desarrollada entusiasmó al público asistente a La Maestranza, que sin embargo no se prodigó en aplausos más allá de lo habitual ante este dramma giocoso en el que personajes cotidianos con pasiones humanas son redimidos finalmente en el consuelo de que todo vicio será condenado. ¿O acaso no siempre sucede así?…

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Ficha técnica

Don Giovanni, dramma giocoso en dos actos

Música: Wolfgang Amadeus Mozart. Libreto: Lorenzo Da Ponte.

Dirección Musical: Maxim Emelyanychev. Dirección de escena: Mario Gas Vestuario: Franca Squarciapino. Escenografía: Ezio Frigerio. Director del coro: Íñigo Sampil. Reposición de la puesta en escena: José Antonio Gutiérrez.

Intérpretes: Carlos Álvarez (Don Giovanni), David Menéndez (Leporello), Pavel Daniluk (El Comendador), Yolanda Auyanet (Doña Ana), José Luis Sola (Don Octavio), Maite Alberola (Doña Elvira), Rocío Ignacio (Zerlina), David Lagares (Masetto). Real Orquesta Sinfónica de Sevilla y Coro de la A.A. del Teatro de la Maestranza; colaboración escénica de la Orquesta Barroca del Conservatorio Superior de Música “Manuel Castillo” de SevillaTeatro de la Maestranza, viernes 21 de noviembre de 2014.