Viva la Mamma en el Teatro Real Por Germán García Tomás
La historia de la ópera está plagada de convenciones que la han mantenido como género musical. En 1827, y basándose en un disparatado libreto de Domenico Gilardoni, un joven Gaetano Donizetti estrena en Nápoles Le convenienze ed inconvenienze teatrali, un título que sigue en toda regla los cánones de la ópera bufa italiana reflejados en el imbatible Rossini, rey absoluto del género cómico. En su ascenso como prometedor músico teatral, el bergamasco pretende reírse de las convenciones que regían la ópera seria del momento y que en el citado texto se materializaban en encendidas disputas entre los integrantes de una compañía de ópera: envidias y rencillas de la prima y la seconda donna, desavenencias entre el primo tenore y el empresario, disconformidad de los cantantes con el trabajo de compositor y libretista de la ópera a representar… Y lo que es más surrealista, la aparición de una arrogante madre que exige una mejor parte para su hija, la seconda donna, cuyo papel se encomienda nada menos que a un barítono travestido. Todo acontecido durante el pequeño ámbito de un ensayo.
Diez años más tarde, al compositor Giuseppe Mazza le sedujo también la idea y reflejó los entresijos del teatro en La prova di un’opera seria con ayuda del libretista Francesco Gnecco, y que ya en el siglo XX, el levantino Vicente Lleó reconvirtió en una flamante zarzuela: El maestro Campanone, con una historia más centrada en la relación entre el carismático director de orquesta y su compañía. Siguiendo con nuestro teatro lírico, antes que Lleó, la chispa del compositor Manuel Fernández Caballero y el ingenio del letrista Miguel Echegaray parodiaron La Africana de Meyerbeer en El dúo de la Africana, que se centra en el interminable ensayo del dúo entre Selica y Vasco de Gama que le trae de cabeza a Querubini, el empresario de una compañía de ópera barata, por los arrumacos que il tenore Giuseppini destina a la prima donna Antonelli durante cada una de las repeticiones del número de la discordia. Por cierto que por ahí también aparece una madre sobreprotectora, como en este hilarante título que nos ocupa.
En esta producción del Teatro Real compartida con Lyon y Ginebra de Viva la Mamma, el título que desde 1969 acabó imponiéndose frente al original de Donizetti, el director de escena francés Laurent Pelly consigue resaltar el componente de farsa que posee la obra, pero sin caricaturizar a los personajes hasta extremos que rocen el ridículo y lo inverosímil. Todo rezuma naturalidad, como un vodevil de divertido enredo que rinde, sin ocultarlo, cierto tributo al musical americano por guiños escénicos y estéticas como la de Daria, la primera soprano, en una acertada composición de vestuario diseñado por el propio regista parisino. Propone Pelly una puesta en escena pertinente y actualizada que traslada la acción al siglo XX, situando el primer acto dentro de un vulgar garaje que alberga los restos de lo que supuestamente fue el esplendoroso teatro en el que ensaya la compañía, y que en el segundo nos introduce, en un salto temporal, en el teatro de provincias propiamente dicho, con el escenario del mismo a la derecha y las butacas a la izquierda, quizá lo más refinado de todo el montaje antes de la desbandada general propia de Falstaff (“Tutto nel mondo è burla”) y de que se apoderen del recinto piquetas y taladradoras para derribar el edificio. Concepción de teatro dentro del teatro magníficamente aprovechada con el diseño escenográfico de Chantal Thomas y las luces de Joël Adam, ambas al servicio del imperante dinamismo escénico que adquiere cotas de absoluta genialidad en las partes concertantes del acto primero.
En ambos repartos figura felizmente una buena nómina de cantantes españoles, y en el muy digno segundo que nosotros presenciamos, el barítono Luis Cansino da vida al personaje travestido de Mamma Agata con la misma equivalencia de un traje hecho a medida. Todos recordamos su icónica Poncia de la ópera La casa de Bernarda Alba de Miquel Ortega en el Teatro de la Zarzuela, y esta madre napolitana es, salvando las distancias, cuasi un remedo de la gobernanta lorquiana, tanto en lo estético como en las maneras de señorona que este actor-cantante en toda regla imprime a su singular personaje. Moviéndose con facilidad entre la voz impostada y el falsettone, la comicidad de Cansino, única en su especie, regala los mejores momentos de esta singular trama, arrancando sonrisas en sus encontronazos con Daria la soprano y Guglielmo el tenor hasta su interpretación de una irrisoria Desdemona en el aria del Otello rossiniano incorporada en el segundo acto. Arie di baule que en la propuesta de Pelly pueblan por doquier esta ópera donizettiana reconvertida en un pasticcio, como la extensa cavatina y posterior cabaletta de la Virginia de Saverio Mercadante que salva en toda su enrevesada coloratura la navarra Sabina Puértolas en el rol de la caprichosa y egocéntrica Daria, manejándose con aparente facilidad en el registro superior de soprano ligera y derrochando una encantadora desenvoltura escénica que compite ten histrión junto a Cansino en uno de los dúos más jugosos de toda la ópera.
Como su marido, el barítono Gabriel Bermúdez resultó en general bastante escaso en volumen -apenas audible en los recitativos y algunas partes a solo- aunque compone un estimable Procolo a nivel teatral que se mueve con soltura por la escena. Timbradísima voz la que exhibe el tenor Alejandro del Cerro en el alemán Guglielmo, que volvió a lucir una vez más su hermoso color y medios ligeros de rasgos rossinianos en el aria que abre la segunda parte ante el teatro vacío. A resaltar en especial las dotes pianísticas del italiano Pietro di Bianco como el sufridor compositor Biscroma acompañando al pequeño piano las intervenciones de su troupe, así como el dinámico libretista Cesare de Enric Martínez-Castignani (personajes ambos a años luz de los que en plena Segunda Guerra Mundial retratarían Clemens Kraus y Richard Strauss en Capriccio). Exquisito lucimiento el que tuvo la soprano italiana Francesca Sassu, de acertada expresión y gratísimo timbre, encarnando a Luigia, hija de Mamma Agata, en su memorable aria del segundo acto, que cosechó una gran aprobación. El Coro Titular del Teatro aprovecha sus escasos momentos en el escenario de la propia representación, y que Pelly se toma a guasa cuando se trata de vestirlos de guerreros romanos. Desde el foso, el madrileño José Miguel Pérez-Sierra, en la primera de las tres funciones que dirigió alternándose con el maestro Evelino Pidò, volvió a demostrar, tras las funciones de Don Fernando el Emplazado, que es uno de nuestros mejores directores del momento en el género operístico, como lo atestigua su esmerado y elegante trazo de las melodías, el equilibrado ritmo y la atención constante a los cantantes. Junto a diversos añadidos de otras óperas, la chispeante música de Donizetti, que mira constantemente al espejo de Rossini, se impone en un divertimento que hace pasar un buen rato al espectador.
Ficha artística
Teatro Real, 8 de junio de 2021. Viva la Mamma (Le convenienze ed inconvenienze teatrali) Música: Gaetano Donizetti. Libreto: Domenico Gilardoni. Dirección musical: José Miguel Pérez-Sierra. Dirección de escena y figurines: Laurent Pelly. Escenografía: Chantal Thomas. Iluminación: Joël Adam. Reparto: Sabina Puértolas (Daria), Luis Cansino (Mamma Agata), Gabriel Bermúdez (Procolo), Francesca Sassu (Luigia), Pietro di Bianco (Biscroma), Enric Martínez-Castignani (Cesare), Carol García (Pipetto), Piotr Micinski (el empresario), Luis López Navarro (el director de escena). Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real.