El tenor mexicano Javier Camarena se ha convertido en un fenómeno mundial difícil de explicar. Simple y sencillamente Camarena gusta. Gusta muchísimo. Encanta. Como ese mezcal producido en Jalisco, México, en un lugar llamado Tequila. La calidad del bebestible y sus características particulares lo hicieron trascender las fronteras del país, tomar el nombre de esa región donde se producía y viajar por todos los países endulzando las gargantas de los que la saboreaban y recomendaban. Algo bueno debe tener. Lo mismo ha sucedido con este artista que cada día es más conocido en el panorama difícil de la Ópera donde ahora se encuentra colocado en una cima inalcanzable. Donde se para la arma. Su carisma, su simpatía personal, su canto impresionante, y, sobre todo, su privilegiada voz de tenor, capaz de interpretar las partituras más difíciles, imposibles para todos los demás tenores de su especialidad, el Bel canto italiano principalmente, donde pareciera ser que es muy fácil hacer con ella lo que le viene en gana, adornos, “coloraturas”, malabarismos casi circenses, hazañas de colocar agudos tras agudos que vuelan por las alturas de los teatros donde se presenta, los mejores del mundo y los más famosos, lo han convertido en un cantante que se disputan las casas de ópera que nunca salen defraudadas sino fascinadas y encantadas por el portentoso prodigio que escuchan y presencian.
La cantidad de elogios, de adjetivos, de aplausos, de crónicas y críticas sobre Javier Camarena van engordando los artículos de prensa, las entrevistas, pues todos los aficionados a la lírica operática, incluido este villamelón que hace esta reseña, quisiéramos poder saber el secreto de como lograr cantar, interpretar, crear, de esa manera. Hay algo misterioso en ese canto. Algo inexplicable. Vemos y oímos, atestiguamos el hecho, pero no podemos explicárnoslo. Como todo aquello que no podemos comprender lo llamamos “un misterio”, casi teológico, como el de la Santísima Trinidad o la Concepción de la Virgen María.
Ahora hemos tenido la oportunidad de asistir al concierto que presentó el Instituto Nacional de Bellas Artes en el Palacio de mármol del centro de la CDMX titulado “JAVIER CAMARENA CANTA A MÉXICO: GALA ROSSINI” con la participación del tenor y solistas invitados, Anabel De la Mora, soprano, Guadalupe Paz, mezzosoprano, José Manuel Caro, barítono, Rodrigo Urrutia, bajo-barítono, y miembros del Estudio de la Ópera de Bellas Artes: Ariadne Montijo y Akemi Endo, sopranos, Frida Portillo y Mariel Reyes, mezzosopranos, Leonardo Sánchez y Edgar Villalba, tenores, Carlos Arámbula, barítono y David Echeverria, bajo-barítono. Con el Coro y la Orquesta del Teatro de Bellas Artes, con el maestro Srva Dinic, director concertador. El programa estuvo constituido por oberturas, arias, duetos y escenas de las óperas del genial Gioachino Rossini.
Como era de esperarse el público salió encantado de este concierto a beneficio de los damnificados por los sismos de septiembre 2017. Confieso sin ruborizarme que sigo sin entender, salvo lo ya sabido de los dones naturales, el trabajo, el esfuerzo, el estudio, la disciplina, y agregue usted lo que quiera y se le ocurra, no he podido descifrar ese “MISTERIO”. Solo Dios, en su infinita sabiduría, sabe porque le otorgó ese don al muy apreciado y querido Javier Camarena. Tenor.
Manuel Yrízar