No es frecuente que se programe este Réquiem en las salas de conciertos de España y eso tiene indudablemente que ver con las grandes exigencias que trae consigo. Efectivamente, esta obra requiere una orquesta sinfónica de unos 100 músicos, a la que hay que añadir una reducida orquesta de cámara para acompañar a los solistas en la interpretación de los poemas que se incluyen en su desarrollo. Todavía tendremos que añadir una masa coral importante de no menos de 100 coralistas y un coro infantil. A todo ello se añade un terceto de solistas, formado por soprano, tenor y barítono. No creo que hace falta incidir mucho más en las enormes dificultades que encierra este War Requiem.
Benjamin Britten es uno de los grandes compositores del siglo XX y para mi concretamente el más importante en la historia musical británica, puesto que compartiría con Henry Purcell. Este Réquiem se estrenó en 1962 con motivo de la inauguración de la nueva catedral de Coventry, que había sido totalmente destruida en la Segunda Guerra Mundial en el espantoso bombardeo de 1940. Sin duda, una de las páginas más terribles de aquella confrontación, a la que siguió unos años más tarde el también brutal bombardeo de Dresde por parte de los aliados. Este Réquiem sigue lo que podemos llamar la liturgia romana en latín, añadiéndose 9 poemas del inglés Wilfred Owen, que son interpretados por los solistas acompañados de la mencionada orquesta de cámara. Se trata de un especial alegado pacifista, ya que no hay que perder de vista que en los años 60 estaba en su apogeo la llamada Guerra Fría y había grandes temores a que se desatara un tercer conflicto mundial.
Esta magna obra ha sido dirigida en esta ocasión por el británico Daniel Harding, que nos ha ofrecido una lectura sólida y bien llevada, en la que hay mucho que dirigir. Podríamos decir que ha sido una lectura incluso brillante, a la que en mi opinión le ha faltado unas mayores dosis de emoción, que siempre es un ingrediente fundamental en la música, pero especialmente en una obra como la que nos ocupa. No es que no haya habido emoción, ya que ha estado presente en algunos momentos, pero en general la he echado en falta. A las órdenes del director inglés estuvo una brillante Orquesta de París, además de la Orquesta de Cámara, que supongo sería también la de París, aunque el programa no la mencionaba. Magnífico el Orfeón Donostiarra en sus intervenciones en el Réquiem propiamente dicho, con unos piani preciosos. A destacar también las intervenciones del Orfeón Txiki, que cantó siempre en interno, mostrando una gran musicalidad.
Los solistas lo hicieron de manera correcta y adecuada. La voz que mejor llegaba a la sala era la de la soprano Emma Bell, cantando siempre con gusto tanto el tenor Andrew Staples como el barítono Florian Boesch.
El Kursaal ofrecía una ocupación próxima al 90 % de su aforo. El público dedicó una acogida calurosa a director, orquestas y coros en los saludos finales.
El concierto comenzó con 9 minutos de retraso y tuvo una duración de 1 hora y 25 minutos sin intermedios. Ocho minutos de aplausos.
El precio de la localidad más cara era de 72 euros, costando 37 euros la más barata. Fotos: Iñigo Ibáñez / Quincena Musical 2019.
José M. Irurzun